VALENCIA. Red Bull hizo una apuesta y ganó. Hoy cualquier equipo, especialmente Ferrari, entregaría un talón en blanco a Adrian Newey a cambio de que diseñara para ellos. Este ingeniero aeronáutico que quiso ser piloto, ha hecho campeones a mitos como Nigel Mansell, Alain Prost, Damon Hill, Mika Hakkinen...
El final de la década de los 90 fueron de Newey, con seis títulos de constructores y 76 victorias para los coches diseñados por el británico. Pero tras los éxitos sin interrupción de Williams -llegó a dejar el coche con el que ganó Jacques Villeneuve- en McLaren, tras los buenos momentos con Hakkinen, la situación cambión. A partir del año 2000 sus coches no lograron éxitos.
En la temporada de 2006, Newey se incorporó a la nueva estructura de Red Bull. Su primera gran creación llegó en 2009, gracias al cual Sebastian Vettel y Mark Webber consiguieron las primeras victorias para la escudería. El año siguiente el coche ya era casi una obra de arte por sus soluciones aerodinámicas, la gran especialidad de Newey. Vettel ganó el mundial y Red Bull el campeonato de constructores
Pero el rodillo de bólido diseñado por Newey ha llegado esta temporada. El hombre que igual podría diseñar un barco para la Copa de América como un avión optó por volar bajo. Y eso que su padre le advirtió que no se hiciera ingeniero, porque estaba "muy mal pagada".
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