VALENCIA. El joven Farûk va acercándose al estadio. Un recinto rutilante. Espectacular. Cubierto en su totalidad. Una instalación modélica y multifuncional. Y sonríe. Su corazón palpita aceleradamente. Llegar hasta aquí no ha sido fácil. Muchos años de penurias, de engaños y desengaños. Demasiados. Por eso es feliz. Inmensamente feliz.
Su equipo disputa hoy la final de Champions. Y contra un rival de reconocido prestigio, que lleva años en la élite mundial. El FC Barcelona. Un equipo que desde hace años, se renueva, de forma sistemática, con jugadores de gran calidad. Casi todos ellos formados en esa espléndida fábrica que es la nueva Masía. Un lugar en el que no solo se forjan grandes figuras. Además se forman personas. Se moldean actitudes. Todo un ejemplo de hacer Club.
Va a ser un partido de los que no se olvidan. De los que hacen afición. De los que dejan huella. Y está convencido de que a pesar de las dificultades, su equipo va a ganar.
Su equipo siempre ha estado ahí. Y Farûk con él. En las duras (tantas veces) y en las maduras (las menos). Pero siempre han ido de la mano. Sin dudas. A veces, con sinsabores. Otras, con alegrías. Pero juntos. Sin vacilaciones.
La temporada pasada su equipo ganó la liga, después de casi tres lustros. Fue un gustazo. Inenarrable. Un hecho histórico. Épico. Logrado con sangre, sudor y lágrimas en una competición descompensada, desvirtuada. Peleando contra "molinos de viento". Con una férrea disciplina táctica. Con coraje. Una gozada.
Pero no ha sido flor de un día. El hecho de llegar, meses después, a jugar esta final, así lo demuestra. Y con las mismas armas. Disciplina, dentro y fuera del campo. Garra. Concentración. Respeto a una afición volcada con sus muchachos (un grupo de hombres "comme il faut"). Un equipo. Mi equipo. Un orgullo.
Farûk ya está en la grada. Impresiona. El mejor, más moderno y rentable estadio de Europa. Con megahotel anexo. Con tiendas de todo tipo. Cafeterías, restaurantes, parking y dos guarderías. Hasta los urinarios son de diseño y huelen fetén.
Lleno a rebosar. Hasta los topes. Enfrente, las banderas y bufandas blaugranas ondean y se agitan. Y él, junto a miles de aficionados afines, hace lo propio. Pero en blanc y negre.
Porque este estadio está en Valencia. En la Valencia de 2019. En su Valencia (porque Farûk, de padres emigrantes, nació aquí). Porque este equipo, el suyo, el de decenas de miles, es el nuevo VCF. Resurgido de sus cenizas. Cual ave fénix. Correoso. "Bronco y copero". Ganador. Irreductible. Centenario.
Y además es de ellos. De todos. Ya no hay amo. Ellos deciden, gracias a una Fundación "refundada" hace años y liberada de deudas, quien quiere que los gobierne, mientras no cometan desmanes en la gestión. Y, al parecer, lo están haciendo bien. Gracias a Dios. Y que siga.
Los equipos saltan al campo y el griterío es ensordecedor. ¡Barça, Barça, Barça! ¡Valencia, Valencia, Valencia! Mientras el árbitro, junto a los capitanes, efectúa el sorteo de campos, el entrenador local, tras la reiterada petición de la hinchada valencianista, emocionado, sale del banquillo y saluda a una afición que lo idolatra después de tantos años y de tan grandes logros. Y el balón empieza a rodar...
...minuto 89. A pesar del empate a cero, el partido es trepidante. El equipo catalán ha tenido más posesión y ocasiones. Aunque la mejor de todas ha sido del Valencia, en un veloz contraataque. Y de repente, el mediocentro culé, ante la acuciante presión a la que es sometido, pierde el balón. El organizador "che" envía un pase en profundidad para su delantero centro. Un canterano, de la factoría Porxinos, ojito derecho del mister, titular indiscutible y que ya es internacional sub-diecinueve.
Se interna. Dribla en velocidad al central barcelonista. La parte de la grada donde se ubican Farûk y demás valencianistas, expectante, se pone en pie. Los blaugranas se encogen en sus asientos. Ante la salida del cancerbero contrario, "el hijo de Porxinos" hace un amago hacia la izquierda y lo deja sentado. Y se encuentra solo ante las redes de la portería rival. Medio graderío ruge. Tots a una veu. El chaval recoloca el cuerpo y, con temple, empuja la bola hacia la gloria...
...Septiembre, 2011
Anteayer. Después de un excelente partido ante el Barça y de que el Real Madrid esté como la chata, saliendo de Mestalla, Farûk piensa que sí se puede. Que con esa intensidad se puede. Eso y más. En el campo y en los despachos. Que lo de la liga de dos es una milonga que nos llevan contando algunos bandarras para ocultar su propia incapacidad y tenernos sedados, callados y hasta contentos. Que nos importe solo el equipo. Que no pensemos en todo lo demás.
Que seguimos en el viejo Coliseo. Y sin noticias de su venta. Miento. Parece ser que un alto ejecutivo de Bankia, ha susurrado al oído de sus informadores de cámara, para que lo filtren, que esa posible transacción está en estado de gestación. Que es un feto. Vamos que hay parto, como tarde, en nueve meses. Quizás menos. Si la gestación es de paquiderma, entonces más. Confiemos. Dios proveerá. Que al estadio nuevo se le espera, aunque no se sabe para cuando. De Porxinos, ni que decir tengo. Y muchas cosas más. Sueldazos, autobombos, servilismo...
Eso si, ni un reproche. Ni una queja. Apatía. Anestesia general. Y todo, porqué a la gran mayoría, le hacen creer que lo fundamental es el equipo en lugar del Club. Miren ustedes, el equipo es la ilusión. Y el Club, uno más parecido al de antaño, y nuestro, de todos, la herramienta indispensable para que esos anhelos se hagan realidad. Y lo demás son patrañas.
Eso si, hasta lo de "...y, con temple, empuja la bola hacia la gloria", el cuento era incluso voluptuoso. Esperemos que algún día se haga realidad. Aunque sea en 2019.
Por cierto, Farûk es un nombre de origen árabe que significa "capaz de distinguir entre el bien y el mal".
ojalá lo distinguiese todo el mundo.CRACK
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