VALENCIA. Serie de culto, ejemplo de la nueva ficción televisiva, objeto de estudio en universidades de todo el mundo y reivindicada de manera entusiasta por toda la crítica. Pese tratarse de un producto reciente (su emisión concluyó hace apenas tres años), "The Wire" sigue generando admiración y mereciendo multitud de análisis. Su impacto se podría resumir en las siguientes claves, con las que pretendemos introducir el fenómeno a quien no lo conozca y aportar algunas ideas para quienes ya están familiarizados con sus tramas y personajes.
1. Nuevos consumos y carácter maldito. "The Wire" se emitió entre 2002 y 2008 en HBO, la cadena de cable de referencia en series de calidad en la actualidad. Pasó totalmente inadvertida por las parrillas televisivas españolas tras una emisión en la cadena de pago TNT. En Estados Unidos tampoco fue un éxito de audiencia destacado. Sin embargo, en estos tres últimos años (desde el final de su emisión), no ha parado de crecer el número de voces que la han valorado como una de las series más importantes que ha producido la televisión norteamericana. Esto demuestra una curiosa paradoja del consumo cultural actual: la posibilidad de consumir productos televisivos sin ver la televisión. Su rápida edición en DVD en el mercado estadounidense (en packs por temporada que incluían subtítulos en español) y su también rápida expansión en las descargas online permitió que muchos conocieran la serie antes de que se editara en España. La épica del crítico que anticipa productos que aún no se pueden ver en nuestro país se vio alimentada por un cierto carácter maldito de la serie al no ser un rotundo éxito comercial. Todo unido suministraba al público potencial de "The Wire" un sentido de exclusividad y exigencia, que remitía al sentido romántico del cinéfilo de otros tiempos, que tenía que luchar contra la censura y los circuitos de distribución mayoritarios para descubrir nuevos productos audiovisuales.
2. Concepto de autoría. Una de las diferencias que tradicionalmente ha tenido la televisión frente al cine es su marcado carácter de consumo, su voluntad comercial. El crítico siempre ha pensado que el cine (aunque sea el de Hollywood) es un reflejo de la personalidad de un autor, principalmente de un director. Se han valorado las películas de cineastas como Alfred Hitchcock o Arthur Penn al tiempo que se despreciaba todo lo proveniente de la televisión (porque sería demasiado comercial) sin prestar la mínima atención a la importante labor televisiva de directores como los mencionados. La excepción han sido siempre las series de dibujos animados, desde Los Picapiedra hasta Los Simpson, que han estado ligados a su autor (Hanna-Barbera, Matt Groening). A partir de los años 90, el espectador empieza a relacionar las series con su creador (Dick Wolf con Ley y orden o Chris Carter con Expediente-X) de manera que, ya en los últimos años, la reivindicación de la calidad de las series televisivas se hace al situarlas no como productos alimenticios, sino como obra personales. Al fijarse en "The Wire", los críticos se fijan en su responsable, David Simon. De no hacerlo así, de diluir la autoría en varios responsables, la serie no habría contado con ese reconocimiento que ahora tiene. La ficción televisiva se considera ahora como el cine: un producto artesanal, obra de un autor, pese a que, como el cine, es un proceso de producción industrial.
3. Huellas de autor. Sin embargo, no basta con que haya un autor, sino que su huella tiene que ser visible. Y en el caso de "The Wire" es evidente, hasta el punto de que se trata de una historia que se ha repetido mil veces para explicar las virtudes de la serie: David Simon era un periodista que se dedicó a hacer reportajes sobre el trabajo de la policía de Baltimore. La serie recoge esos dos mundos, el de la policía (y su labor, el trato con delincuentes) y el del periodismo. El resto de instituciones que aparecen retratadas (la clase política, los sindicatos norteamericanos, el sistema educativo) lo hacen por estar en contacto con estos dos mundos. Así, el retrato de la corrupción que hace Simon surge de su conocimiento directo, y muchos de los personajes que aparecen retratados son reflejo de personas reales que conoció en su anterior oficio. Al hacer esto, sigue la tradición de Ben Hecht, un antiguo periodista de Chicago que llegaría a convertirse en un importantísimo autor teatral y guionista de cine, con una obra que criticaba también la corrupción periodística (como en Primera plana) y policial (fue el pionero del cine negro).
4. Tratamiento realista. "The Wire" es una serie policíaca, emitida en cinco temporadas, que relata la lucha contra el tráfico de drogas en Baltimore. Una de las virtudes que más se han destacado de la serie es su tratamiento realista, con unos guiones que delimitan muy bien las características de los personajes: no se trata de una serie española en la que todos actores declaman igual, como si estuvieran haciendo teatro, sino que hay un trabajo muy cuidado con cómo habla cada personaje según su raza o condición social. Y su principal característica es de manual en el cine negro: la falta de maniqueísmo, la confusión entre el bien y el mal. No hay ningún policía en la serie que no tenga algún claroscuro: James McNulty no duda en saltarse la ley para proseguir con su labor policial, y Cedric Daniels está atormentado por una mancha de corrupción en su pasado. Y estamos hablando de los dos personajes más positivos. En el otro lado, vemos a traficantes que buscan la rehabilitación (D'Angelo Barksdale), asesinos que son venerados como héroes y que piensan en retirarse (Omar) o gangsters que chocan de frente contra el sistema cuando tratan de respetar la ley y meterse en negocios inmobiliarios (Stringer Bell). En medio de todo ello, tenemos una clase política que va renunciando a sus promesas electorales, sindicatos que no pueden escapar de la extorsión mafiosa o un sistema educativo condenado al fracaso por la desidia de los gobernantes.
5. Ficción documental. Al igual que Truman Capote presentaba "A sangre fría" como una novela de no-ficción, "The Wire" se mueve en terrenos que nos aproximan al documental. Su descripción del día a día tanto de policías como delincuentes, su análisis de las motivaciones reales de las decisiones políticas o su inmersión en los barrios bajos se acompaña de un ritmo pausado, sin grandes persecuciones, disparos ni acciones policiales espectaculares. Se hace penetrar al espectador en la labor cotidiana de la policía, una labor que también consiste en rutina y burocracia. Y el mecanismo por el que se mete al espectador en la trama es muy sencillo: a través de la red de escuchas que monta la policía para espiar a los traficantes a la que hace referencia el título de la serie. La policía espía y el espectador espía a los personajes como si fuera un observador de una realidad que se le está presentando en la pantalla.
6. Sentido de unidad. Pese a que muchas series sufren alteraciones importantes en su trama por los problemas que pueden surgir ante rodajes que duran varios años (enfermedad o peticiones de aumento salarial por parte de los actores, por ejemplo), en "The Wire" no se perciben esos problemas, la estructura de la serie no se resiente. Transmite, de hecho, un sentido de unidad, como si todo estuviera planificado de antemano. Ello se debe a varios elementos que la articulan. En primer lugar, su división temática en bloques, de manera que a cada temporada le corresponde un bloque temático: temporada 1, tráfico de drogas; temporada 2, sindicatos; temporada 3, clase política; temporada 4, sistema educativo; temporada 5, medios de comunicación. En segundo lugar, esta sensación se refuerza por la música elegida para los créditos, la canción "Way Down in the Hole" de Tom Waits, con una versión diferente por temporada, una canción que resume el clima de podredumbre social que presenta la serie. Pero, además, la trama se cierra de un modo coherente, sin recurrir a la artificiosidad (como en Perdidos) ni a los finales abiertos (como en Los Soprano). "The Wire" es un producto televisivo construido como una película de más de 60 horas de duración.
7. "The Wire" no tiene un final feliz, pero tampoco tiene un final infeliz. Es decir, el retrato de la corrupción que ofrece no es un retrato desesperado, sino una especie de constatación de los hechos. Esto es así, y por eso tenemos este sistema que funciona de este modo, parece decir la serie. Porque la sociedad está podrida, pero hay espacio para personajes (como McNulty, Daniels o el comandante Colvin) que sufren represalias, pero que luchan contra ese statu quo. No ofrece, evidentemente, un mensaje triunfalista, pero tampoco se recrea en hacer una crítica al sistema a lo Michael Moore, y ahí radica el éxito de la serie: el espectador cree que lo que está viendo es lo máximo que se puede acercar la ficción a la plasmación de la realidad.
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