VALENCIA. A día de hoy creo sinceramente que nadie duda que la opción de una fundación tenedora de la mayoría accionarial de un club de fútbol a través de una ampliación de capital para reestablecer el equilibrio financiero, fuera la mejor de todas las malas soluciones propuestas. Más discutible sería el café para todos otorgado bajo la misma fórmula (Levante, Hércules, Elche,...).
Dicho y hecho. La Generalitat se puso manos a la obra ya que era necesario su aval, a través de su brazo financiero el Instituto Valenciano de Finanzas, para que Bancaja pudiera asumir el riesgo generado por la financiación a la propia Fundación VCF, añadido al excepcional volumen concedido al propio Valencia CF SAD.
Así, con la asistencia financiera pública, la Fundación VCF se hizo, más menos, con el 75% de la sociedad anónima deportiva, propietaria del club de futbol. Bien es cierto que esta ingeniería financiera debía ser temporal ya que el propio Valencia CF (Llorente), y su fundación (Piles), deberían articular algún mecanismo de desinversión (conocido vulgarmente como democratización) al objeto de ir desvinculando el dinero público de una empresa privada.
Nada más lejos de la realidad. La Fundación tuvo que recurrir a un nuevo crédito, bajo la misma estructura del inicial (aval público, pignoración de acciones, mismo acreedor...) de 6 millones de euros edulcorado posteriormente con un venta de acciones minimalista (44.000 acciones, más menos). Lo que la ley del mercado de valores le permitía sin necesidad de recurrir a la temida CNMV.
Nada hace presagiar cambios a corto plazo. Con la venta de jugadores franquicia, el club ha conseguido equilibrar su presupuesto reduciendo deuda hasta situarla en 368 millones de euros. Sin embargo, el problema en la Fundación VCF sigue abierto.
Seguramente sin posibilidad de recurrir de nuevo al dinero público para salvar los intereses del crédito, ahora de 81 millones de euros, unido a la difícil explicación que tendría para la masa social del club de cómo parte del dinero obtenido por la venta de jugadores referencia de la plantilla se transfiere a la Fundación VCF para pagar cada año los interés correspondientes.
Además, sin posibilidades reales a día de hoy de acometer una verdadera democratización del club, es necesario elucubrar sobre cómo sería posible vestir a un santo sin desvestir a otro.
Ahí van las propuestas. El Valencia CF, como sociedad anónima deportiva que es, debería plantearse la sustitución de la subvención a su Fundación por otro mecanismo que tanto en el fondo como en la forma sea más elegante. Yo les propongo el pago de dividendos.
Así, cada año la Fundación, junto con el resto de accionistas del Valencia CF SAD, podría recibir un dividendo que fuera equivalente a los intereses que adeuda su fundación. Sería la propia Fundación con su rodillo la que votaría en la junta general del club el pay out necesario para cubrir sus necesidades financieras.
Bajo esta fórmula podría mantener el precio de los pases de forma homogénea para todos sus abonados independientemente del número de acciones en posesión por cada uno de ellos ya que los accionistas (abonados) se beneficiarían del dividendo, en función del número de acciones, que ayudaría a paliar de alguna forma el coste anual del abono.
Es cierto que el anterior esquema podría tener un coste fiscal para la fundación, pero que podría quedar eliminado si el club, además, y de una vez por todas, decidiera salir a cotizar a un mercado secundario oficial.
Recalco que aun siendo un esquema malo, en mi opinión, es el mejor de los posibles pero de forma mejorada. Igual de paso se convencen de que la cotización en bolsa puede ser una alternativa.
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