VALENCIA. El estreno en su momento de Buenas noches, y buena suerte (Good Night, and Good Luck) fue una sorpresa para muchos por diversos motivos. En primer lugar, porque confirmaba (o incluso descubría) que el último guapo de Hollywood, George Clooney, era algo más que un actor con cierto descaro, y que tenía eso que la gente cool denomina "inquietudes". Vamos, que se pone a dirigir películas. En segundo lugar, porque se trataba de una película en blanco y negro, algo que sólo se le permite hacer a directores poderosos (Steven Spielberg con La lista de Schindler, Schindler's List, 1993) o cuando el riesgo económico no es monumental (Woody Allen con Sombras y niebla, Shadows and Fog, 1991) o cuando el blanco y negro es una excusa para meter colorines y efectos especiales de cómic (Sin City, Frank Miller y Robert Rodriguez, 2005).
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