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VALENCIA. "There was a time... when I was so brokenhearted". La crónica del descorazonamiento que cantaba Aerosmith en Cryin seguramente ha sonado en muchos mp3 de aficionados al Valencia Club de Fútbol este verano. Gente que vio vender a Villa y Silva pero que creyó un discurso donde se hablaba de apostar por jóvenes valores y, sobre todo, de colocar a Juan Mata como emblema del nuevo espíritu blanquinegro.

Es curioso porque Llorente, poco ducho en la oratoria y en la delegación ideológica, se había dejado aconsejar muy bien por su director de Comunicación, Damià Vidagany. Cuando Manolo retornó al club y vio lo que había era consciente de que no iba, en ningún caso, a poder hacer populismo. Y supo poner en marcha el engranaje para explicar que aquí había que vender a todo el mundo pero que, a la vez, en lugar de gastarse 90 kilos en un crack se buscarían jóvenes perlas que darían tardes de gloria de nuevo al (viejo) Mestalla.

Y digo que es curioso porque no tuvo que hacer nada que no hubiera hecho ya en su anterior etapa. A día de hoy, recordar las dos Ligas de Benítez es casi ya un ejercicio de masoquismo. Pero nadie puede negar que, salvo la columna vertebral (Cañizares, Ayala, Baraja, Albelda), el resto de sus plantillas no podían competir a priori con aquel Real Madrid. Por si alguien no lo recuerda, fue la época de Figo. De Zidane. De Ronaldo. De Beckham. Del mejor Raúl. De un todavía medio centrado Guti. Y tú saliste a pelear con Xisco, Garrido, Mista o Rufete. Y ganaste. ¿Por qué?

Sin embargo, hoy el ansia de supervivencia (absolutamente necesaria en una entidad en un concurso encubierto de acreedores) puede más que la lógica deportiva. Hay que gestionar y rebajar la deuda, sí. Hay que vender a las estrellas, sí. Hay que recortar empleados en las tiendas del club y no regalar camisetas ni en actos oficiales, no pero se ha hecho. E incluso diremos que hay que intentar vender las parcelas de la Avenida de Aragón. O malvenderlas. Pero es que no quedan muchas más salidas.

¿O sí? ¿Tendría sentido, quizá, renovar a un técnico en el que no se confía aduciendo que sale barato y no es respondón y no contratar a otro que gestione mejor la tercera plantilla de España? ¿Podría haberse peleado por unos derechos de televisión equitativos que te igualaran a los grandes, en lugar de asumir que siempre vas a ser inferior aunque eso te garantice unos ingresos fijos? Si te acercas a los dos de arriba tanto en España como en Europa, ¿no tiene lógica que acabes teniendo más espacio en los medios y, por ende, posibles patrocinadores te vean como una inversión rentable? Cabe recordar que ahora mismo la camiseta está limpia, y así parece que seguirá esta temporada. En resumen, ¿primar lo económico sobre lo deportivo no puede acabar haciendo, paradójicamente, que los ingresos sean menores?

Al final, hay una realidad a día de hoy. O dos, quizá. La primera es que tu jugador franquicia es un chaval de 20 años cedido por el Real Madrid, Sergio Canales. Antes montabas pollos para evitar que se llevaran a Ayala o Mendieta porque reforzabas a un rival directo. Ahora ellos te envían a sus jóvenes promesas para que las foguees y luego, si la cosa va bien, vuelven "a casa" y santas pascuas.

Y la segunda es más dura aún. A los creyentes no hay que decirles que crean. Lo hacen por convicción. Y si tienes que hacerlo, es porque sabes que no creen. Cantaba Bon Jovi que hay que mantener la fe en "Keep the faith". Pero, por desgracia para el Valencia, parece que su afición va a misa los domingos por tradición, no por devoción.
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(*) David Blay es periodista