MADRID (EP). Lugano, la capital financiera del cantón de Tesino, desprende por todos sus poros un original aroma italiano, visible en su cultura, la lengua y su gastronomía, pero estamos en Suiza y sus habitantes se enorgullecen de ello. A las orillas de su famoso lago, todos disfrutan de su potencial económico, con más de 70 instituciones bancarias diferentes, y de su excepcional calidad de vida.
El puente levantado en 1847 entre Melide y Bissone que unía las dos orillas del lago de Lugano, también llamado de Ceresio, y la apertura del túnel de San Gotardo en 1882, en el centro geográfico de Suiza, acabaron con el aislamiento de esta ciudad, la más poblada de Tesino, y su posterior florecimiento económico. Mucho antes este cantón había sido anexionado al Imperio Romano, gobernado en la Edad Media por los duques de Milán, que construyeron aquí las más impresionantes fortalezas y acabaron "importando" junto a las familias lombardas más ricas palmeras y otras exóticas plantas que hoy embellecen los más preciosos rincones del cantón, sobre todo en Lugano, dando un aspecto subtropical y mediterráneo a este delicioso lugar. Finalmente, Tesino fue conquistado en el siglo XV por la Confederación Helvética declarándose miembro pleno en 1803 tras la invasión de Napoleón Bonaparte. En la actualidad, Lugano ocupa el tercer puesto entre los centros financieros más importantes de Suiza tras Zurich y Ginebra.
La Piazza della Reforma es el corazón palpitante de Lugano y el escenario del famoso festival de jazz que se celebra todos los veranos. En esta histórica plaza destaca su Ayuntamiento neoclásico y algunas de las viejas casas de pescadores convertidas hoy en restaurantes y trattorias. A solo unos metros se encuentra "Lungolago" que recorre toda la bahía hasta Paradiso. Se trata de un largo paseo salpicado de embarcaderos, tilos con excelentes sombras para caminar y una vía urbana de tres kilómetros y medio que se convierte en todo un espectáculo por los numerosos coches deportivos de lujo que circulan por ella. Los luganeses comparan esta "media luna" con la de Río de Janeiro, sobre todo si se divisa por la noche desde el mirador del Monte Brè (925 m.) con una fantástica vista -vale la pena subirse al funicular para disfrutar de ella- de todo Lugano y el Monte Salvatore, el "Pan de Azúcar" de la ciudad con sus 912 metros de altura.
Si el recorrido se realiza, en cambio, por el interior de la vieja Lugano pueden visitarse sus dos monumentos más antiguos, la austera Catedral de San Lorenzo, de 1517, y la Iglesia de Santa María de los Ángeles, con una joya excepcional: "La pasión y crucifixión de Cristo", obra del discípulo de Leonardo da Vinci, Bernardini Luini, que es el fresco renacentista más grande que se puede disfrutar hoy en Suiza. La artería que les une es Via Nassa, la calle peatonal de las firmas de lujo en joyas, relojes y ropa. Un paraíso para el "shopping" si se dispone de una buena cuenta cargada de francos suizos o euros pues se puede pagar en cualquiera de las dos monedas.
En dirección contraria, hacia el Monte Brè y tras dejar la estatua dedicada a Guillermo Tell, el paseo nos lleva al Parco Civico, otro símbolo de la ciudad con sus 60.000 metros cuadrados de jardines repletos de magnolias y camelias, donde la protagonista es también la palmera en sus dos variedades: la invasiva y alargada "palma cinese" (Trachycarpus fortunei) que los luganeses llaman popularmente "japonesa" y la "palma de las Canarias" (Phoenix canariensis). Unidos al parque, adquirido por la villa a la familia Ciani en 1912 por 1.700.000 francos suizos, están el Lido con sus piscinas y la playa de arena fina que luce todo su esplendor en los meses cálidos y Castagnola, el elegante barrio de las familias más pudientes donde brilla Villa Favorita, la antigua residencia y museo de la colección de los Barones Thyssen.
Villa Favorita suele ser la primera atracción que los turistas divisan desde los numerosos barcos que dan "el giro" al lago de Lugano, el más pequeño de los tres existentes en la zona (se sitúa entre los de Como y Maggiore), pero con una original forma de pulpo con varios "tentáculos" que alcanzan pueblos y suelo ya italianos. Siguiendo su orilla izquierda vale la pena acercarse hasta la pequeña villa de pescadores de Gandria. En este pueblo, absorbido administrativamente por Lugano, el lago alcanza su mayor profundidad (unos 280 metros) y la belleza de sus casas caídas en picado hacia el agua, como las de Morcote, el antiguo puerto situado en el otro extremo del lago, traslada la imaginación a las hermosas localidades de la costa amalfitana en el sur de Italia. Todo un encanto mediterráneo en el corazón de Europa.
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