VALENCIA. La adaptación cinematográfica de cómics de superhéroes es una de las apuestas más rentables de Hollywood de los últimos diez años. El fenómeno no se entiende si pensáramos que se trata únicamente de vender entradas para ir al cine. En el sistema actual de convergencia de medios y formas de consumo cultural, la película de cine ha pasado a ser un producto que justifica e induce a la compra de otros productos. Los tiempos de permanencia en cartel son ya muy reducidos (es raro que una película esté más de tres meses en el cine) porque la cuestión es que la mercancía circule y pase al formato doméstico (DVDs y Blu-Ray) y a las emisiones televisivas , aparte de la adaptación a otros formatos (videojuegos, series de televisión, TV movies) y la continua generación de merchandising.
Lo que últimamente se viene comentando en diversos foros sobre la crisis de creatividad en el cine de Hollywood no es más que esto, la creación de unas nuevas pautas de producción y distribución que dejan muy limitados los movimientos que impliquen alguna novedad narrativa respecto a las fórmulas que funcionan comercialmente. Y el de los superhéroes es un mundo que funciona, hasta tal punto de que, en agosto de 2009, Disney anunciaba la compra de Marvel por más de 4.000 millones de dólares. De este modo, la productora se quedaba con los derechos de más de 5.000 personajes como Spiderman, Hulk, Los 4 Fantásticos o X-Men. Curiosamente, la compra no se debía a una mala situación financiera de Marvel, sino a una estrategia empresarial para la expansión de contenidos de licencias de negocio. Es más, Marvel tenía, en el momento de la compra, una buena situación financiera, pero no por la venta de tebeos sino por las licencias, por la producción de películas de sus personajes: las tres películas de Spiderman, por ejemplo, han dado un beneficio de 2.500 millones en todo el mundo.
Es en este contexto en el que se entiende esta proliferación de superhéroes en las pantallas. La idea es atraer al máximo número de espectadores, principalmente adolescentes (aunque la cuerda se estira incluso a los treintañeros fans de los superhéroes) y de ahí que estos cómics publiquen continuas ediciones que parten de cero al contar la historia de sus personajes, para que estos nuevos públicos se familiaricen con unos universos fantásticos que, en algunos casos, tienen más de setenta años de antigüedad. También pasa en el cine, y está sucediendo no sólo con los superhéroes, sino incluso con el cine comercial en general, que vuelve continuamente a las génesis y "precuelas" para recuperar éxitos antiguos (este fin de semana se estrena, precisamente, el último ejemplo: El origen del planeta de los simios).
Linterna Verde (Green Lantern) no es un personaje de Marvel, sino de DC, pero esto no lo sitúa en una esfera comercial diferente. También de DC son dos de los personajes más populares y que siguen generando más adaptaciones (Superman y Batman), y dado que en Marvel empiezan a pensar en filmar crossovers (historias con personajes de diferentes espacios de ficción), la presentación en sociedad de Linterna Verde siempre puede tener esa perspectiva en el horizonte.
Surgido en los años 40, Linterna Verde debe su poder a un anillo mágico con el que puede volar, desaparecer, y crear armas. Forma parte de un colectivo intergaláctico de diversas "linternas verdes", guardianes que se dedican a preservar el orden en el espacio. La historia de este linterna verde transcurre en nuestro planeta, donde tiene que evitar su destrucción a cargo de un villano poderosísimo.
Como vemos, la historia ni es original ni busca nada más que ser un pastiche de antiguos superhéroes y personajes del fantástico que han sido taquillazos recientemente: al espectador le viene a la cabeza no sólo El señor de los anillos, sino también todas las estructuras narrativas del cine comercial que hacen que los planteamientos de guión se parezcan cada vez más a lo que es un videojuego: en eso consiste la película, en evolucionar el personaje protagonista, superar sucesivos niveles de dificultad y llegar a la pantalla final en que tiene que medir sus fuerzas con el supermalo.
Incluso la estructura general misma de la cinta sigue el esquema marcado para estos casos: presentación de los personajes, con especial atención a los problemillas del protagonista, con una relación con una chica que no acaba de fructificar, adquisición de los poderes, aprendizaje de su control y, tras la batalla final, se queda finalmente con la chica. La historia de amor no puede faltar pensando en las adolescentes que acompañan a los adolescentes a ver su película de superhéroes.
A partir de aquí, hay que reconocerle al director, Martin Campbell (reconocido realizador de cine comercial, con títulos como GoldenEye, 1995, La máscara del Zorro, 1998, o 007: Casino Royale, 2006) un esfuerzo consistente en que cada secuencia nos resulte añeja y previsible: desde el trauma del personaje (de niño vio cómo su padre explotaba en el avión militar que pilotaba), hasta el entrenamiento con los linterna verde, su maduración y su reivindicación final (en plan Matrix) de que el oráculo no se equivocaba, era él el elegido y el único que podía hacer frente al peligro que se cernía sobre el Universo.
En las secuencias en que pelean los personajes creando de la nada nuevos objetos, hay quien podría pensar en el duelo final entre los magos Vincent Price y Boris Karloff de El cuervo (The Raven, Roger Corman, 1963), pero nada más lejos de la realidad. El mundo referencial de Linterna Verde (Green Lantern) es el mundo del consumo rápido, en el que lo que llamamos cine clásico lo conforman Blade Runner y las películas de los 80. Todo lo que desfila por la pantalla parece un resumen de este cine comercial que no arriesga, y en esa comodidad de saber que el modelo funciona y da sus réditos es donde radica, por otra parte, que la película ni aburra ni desespere. Ofrece lo que promete: cine de superhéroes para quienes están acostumbrados a ver cine de superhéroes.
Porque, dentro de lo que ha ofrecido el género, vemos ya este mismo año ejemplos desesperantes, como The Green Hornet (Michel Gondry, 2011), basado en un personaje no del cómic, sino de la televisión. Pero tampoco estamos ante una reflexión sobre la naturaleza misma de los personajes que va más allá de la mera traslación a la pantalla (como suele pasar con el caso de Batman, tanto en las películas dirigidas por Tim Burton como en las de Christopher Nolan). Situándose en un término medio está una película como Linterna Verde (Green Lantern), que intenta no hacer demasiado ruido con novedades arriesgadas y ver si, de paso, consigue despertar el interés de merchandising de un personaje que no está en la primera línea de los más conocidos. Pero se trata, al fin y al cabo, de que la rueda económica siga engrasada y ofreciendo productos que satisfagan la apuesta del cine comercial de Hollywood por un valor seguro: los superhéroes del tebeo.
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