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Qué le diría Gila a los mercados

Por FERNANDO GONZÁLEZ URBANEJA (*). 26/05/2010 "Si Gila pudiera entablar uno de sus inteligentes diálogos podría hacer entender a no pocos políticos, empezando por los del Gobierno, que con endosar las responsabilidades a terceros no se arregla la guerra, ni siquiera su implicación en la misma. Los mercados forman parte del problema, contribuyen al problema, sobre todo cuando no hay explicaciones de quienes deben darlas..."

(*) Fernando González Urbaneja es director de la revista mensual 'Consejeros', en cuyo último número aparece publicado este artículo:

 MADRID. Me imagino a Gila, teléfono a oreja y boca, llamando a los mercados. "Oiga, ¿son los mercados?... miren que les llamo desde Moncloa, que mi madre no sabe qué hacer con esa cartilla que tiene en la caja de la esquina; que le dicen que están ustedes enfadados y que puede perder sus ahorros... que ella es una impositora de las de siempre y que merece un respeto, que ella no ha hecho nada malo... ". Pero al otro lado del teléfono nadie responde, los de los mercados deben estar en el campo, sacando los colores a los que pintan el dinero.

Estos de los mercados son como chivos expiatorios, unos animales muy agradecidos, que cargan con lo que les echen sin decir palabra, que sirven de excusa a no pocos irresponsables o inexpertos. Estos animales hablan comprando y vendiendo, sobre todo vendiendo; bajando los precios de los activos y subiendo el precio de los créditos.

Si Gila pudiera entablar uno de sus inteligentes diálogos podría hacer entender a no pocos políticos, empezando por los del Gobierno, que con endosar las responsabilidades a terceros no se arregla la guerra, ni siquiera su implicación en la misma. Los mercados forman parte del problema, contribuyen al problema, sobre todo cuando no hay explicaciones de quienes deben darlas.

Los mercados van deprisa, tratan de adelantarse, de llegar antes y evitar disgustos. Se comportan con espíritu gregario, tratan de ajustarse a la media y no quedar descolgados de la tendencia y la corriente. Por eso les llaman "manada de lobos" o de "bisontes". De lobos por la fuerza de sus dentelladas cuando están irritados y de bisontes por el ruido que producen al moverse con ira o con miedo.

Desde la política tratan de contener la manada, de regular sus movimientos para que no haya tanto estrépito y todo vaya suave incluso cuando se impone el disimulo. ¿Deberían haber advertido los burócratas de Bruselas, los analistas de riesgos de las instituciones financieras, los desequilibrios fiscales de los griegos y de otros deudores impenitentes antes de que los mercados entraran en pánico por la amenaza verosímil de alguna insolvencia? Han sido los mercados los que primero despertaron a la realidad.

Si Gila tuviera voz les diría a los de los mercados que alguna responsabilidad tienen, que cambian de criterio y que no hay quien les entienda. Que ahora ponen a caldo a los endeudados y años atrás miraban con recelo a los que se resistían a endeudarse. Algo así como "ni contigo ni sin ti tienen mis males remedio..."

Gila solía vestir con algo rojo, como gesto de pasión y quizá de sufrimiento. Rojo provocador, como citando al adversario a la embestida. Aunque a estos de los mercados no conviene provocarlos, no son como esos toros lineales que van al rojo con lealtad, más bien van derrotando a todos los lados amenazando a lo que se mueve y a lo que se queda quieto.

Gila lo explicaría bastante mejor que alguno de los que están tomando decisiones e invocando a lobos y bisontes para que se vuelvan al monte. Pero no vuelven, o no lo hacen sin presa.

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