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VALENCIA (CRUZ SIERRA). Ayer murió en Valencia el periodista Emili Gisbert, un clásico del periodismo valenciano con quien algunos tuvimos la fortuna de compartir largas horas en alguna de las muchas redacciones que pisó y no menos prolongados y siempre desternillantes momentos de ocio (qué veladas, aquellas en el Congo...).

Es difícil expresar la forma de ser de Emili, unos de los contados periodistas que pueden recibir de forma apropiada -y sin caer en el tópico- el calificativo de periodista ‘de raza', de los que llevan grabado a fuego en la piel el sentido de la información y de la noticia por encima de cualquier otra consideración, ya sea política, sindical, personal... o simplemente laboral. La portada, lo primero. Luego todo lo demás.

Alegre, vividor, bullanguero (¿se pueden imaginar el estruendo de una traca dentro de una redacción? Los que trabajamos con él en 'Diario 16 Valencia' no lo imaginamos, simplemente lo vivimos cada año por Fallas a su cuenta), Emili Gisbert saturaba el cargado espacio de las redacciones de eslóganes, arengas y proclamas de todo color, aunque siempre fiel a su republicanismo rampante. Irreverenete, irónico, seductor... vehemente hasta la médula pero sobre todo profesional, era capaz de liberar su genio por un adjetivo dentro de un titular.

Su enfermedad lo apartó anticipadamente del periodismo dejando un pesado vacío entre sus compañeros -"camaradas", decía- de oficio. Los que tuvimos el privilegio de mantener en el tiempo su amistad no pudimos dejar de observar con ternura su creciente mal humor causado por ese alejamiento al que apenas se había resignado.

Hasta siempre, Gisbert.