VALENCIA. Hay pocas dudas de que vivimos en una sociedad que sigue manteniendo un buen número de comportamientos discriminatorios respecto a las mujeres. Sin embargo, esta situación coexiste con otra en la que a cualquier situación de desigualdad se le atribuye un componente de discriminación. Tan acostumbrados estamos a valorar los comportamientos sociales como propios de un modelo patriarcal o machista que de manera inmediata se equipara una con la otra. Y sin embargo son muy diferentes.
Uno de los terrenos en donde se pueden citar mayor número de confusiones al respecto es el mercado laboral, en donde la presencia de menos mujeres que hombres en puestos directivos, por ejemplo, es asimilada automáticamente con una situación de discriminación respecto a ellas. Por no hablar del ejemplo más repetido: el de la desigualdad salarial.
La escasez de directivas
En el primer caso, el que las mujeres sean la mitad de la población, lleva a muchos a considerar que cualquier proporción de directivas por debajo de ese porcentaje es fruto de la discriminación. Sin embargo, la comparación está realizada sobre conjuntos no homogéneos. Las mujeres son, efectivamente, la mitad de la población, pero su presencia en el mercado laboral es inferior a esa proporción. Por tanto, parece lógico que el número de las mismas en puestos ejecutivos sea menor también.
En España, por ejemplo, dentro de la población situada entre 16 y 64 años, la tasa de actividad femenina es más baja que la masculina. Mientras cuatro de cada cinco hombres está empleado o buscando empleo, en el caso de las mujeres la proporción es de dos de cada tres (67.43%). Lo cual supone que un tercio de la población femenina de esos grupos de edad está fuera del mercado laboral frente a sólo un 20% de la masculina. Más hombres que mujeres trabajando, o buscando empleo, implica mayor presencia de los mismos en casi todos los empleos.
En contra de lo que pueda pensarse, esta situación de menos mujeres que hombres activos respecto al empleo no es específica de los grupos de mayor edad. A pesar del enorme esfuerzo realizado en políticas de igualdad, la diferencia se mantiene entre las generaciones más jóvenes. Así, mientras entre los varones la tasa de actividad se mantiene por encima del 90% entre los 30 a los 49 años, en el caso de las mujeres alcanza su máximo entre los 25-29 con un 84,37% y a partir de esa edad va descendiendo con rapidez en los sucesivos grupos de edad, cayendo por debajo del 70% (66,66%) a partir de los 50 años.
Pero además, la presencia total de mujeres es modesta dentro de los niveles de donde pueden surgir los ejecutivos. Según la Encuesta de Población Activa (EPA), más del 70% de aquellos que están ocupados dentro de la clasificación de empleador y más del 66% de los que forman la de empleados por cuenta propia (autónomos) son varones. Ante este panorama general, la desigual presencia de ambos géneros en los puestos de dirección de las grandes empresas no parece que sea explicable por la existencia de comportamientos discriminatorios, al menos en esos niveles del empleo, sino a la menor presencia de mujeres en esos segmentos laborales.
También podría ser que ambos factores fueran relevantes si se desea defender que la discriminación histórica es la que ha llevado a que la tasa de actividad femenina en España sea inferior. Pero en tal caso habría que demostrar que más de un cuarto de siglo de acelerado cambio social no es suficiente para equiparar el número de mujeres que quieren trabajar no con las de, por ejemplo, las sociedades del norte de Europa, que están a la cabeza dentro de la Unión Europea de los 27.
Distintos empleos distintos salarios
No hay demasiada información acerca de si el ejemplo de las mujeres ejecutivas es generalizable al conjunto del mercado laboral español de forma que si las mujeres están menos presentes en las ocupaciones mejor retribuidas sea la razón de la diferencia salarial media y no que a igual trabajo reciban menos salario.
Sabemos bien que la crisis económica ha acentuado la brecha salarial entre hombres y mujeres ya que éstas cobran un 24% menos. La desigualdad de la distribución salarial entre géneros se constata también en el salario mínimo interprofesional (SMI). Porque frente a un 15 % de mujeres con ingresos menores o iguales al mismo en 2009, sólo el 5,6% de los hombres se encontraban en esa situación.
Pero esas cifras medias no demuestran por sí mismas lo que la mayoría de la población deduciría de manera intuitiva: que las mujeres están siendo discriminadas salarialmente. Porque es posible que el tipo de contratos en un caso y otro sea diferente (el porcentaje de contratos a tiempo parcial es cinco veces superior en las mujeres), como pudiera ser igualmente distinto el tipo de trabajos en donde se emplean mayoritariamente uno y otro sexo. Sin realizar comparaciones homogéneas, las conclusiones pueden ser atractivas, incluso políticamente sugestivas, pero erróneas. Y lo que es peor: falsas.
En esa dirección apuntan los resultados de un amplio grupo de investigaciones e informes sobre la situación de Estados Unidos. En el gigante americano, la diferencia salarial también existe, pero estos estudios han demostrado que gran parte de ella -incluso toda, según alguno de ellos-, puede ser explicada por factores completamente diferentes a la discriminación. Hasta el punto de que ésta carece de relevancia alguna a la hora de explicar las diferencias de salario percibidas por uno y otro género.
El factor más importante para explicar la desigualdad salarial en aquel país es la mayor presencia de hombres en los empleos mejor retribuidos. Por ejemplo, es casi absoluta en empleos considerados peligrosos, en lo cuales el mercado está dispuesto a pagar salarios mucho mas elevados. De esta forma, la presencia de mujeres en las 10 profesiones más peligrosas según la Oficina Estadounidense de Estadísticas Laborales es mínima.
Probablemente la situación en España no sea diferente. Estas profesiones son: pescadores de alta mar, leñadores, pilotos de aviación, agricultores y ganaderos, techadores, trabajo con hierro y acero, recolectores de materiales reciclables, instalación y reparación de maquinaria industrial, obreros de la construcción y camioneros. Lo mismo sucede en los trabajos en lugares insalubres o aislados en donde también el salario es elevado.
Pero estos estudios demuestran que los varones trabajan más horas que las mujeres. La media de horas trabajadas a la semana por un varón con contrato a tiempo completo estadounidense es 6 horas más, un 15%, que una mujer con ese mismo tipo de contrato. Una situación similar a la que se da en trabajos que requieren trabajar el fin de semana o por la noche. De esta forma, aunque el número de horas de la jornada laboral sea el mismo que en otras ocupaciones y el tipo de contrato también, como en esas franjas horarias el salario pagado es superior, el resultado es que los ingresos salariales serán mayores. Y al ser la mayor parte de los ocupados varones, ello afecta al resultado general.
Por supuesto, todos estos datos y conclusiones son cuestionables y, por supuesto, matizables. Pero al menos abren la puerta a un debate cuando menos políticamente incorrecto. Y usted, ¿qué opina?
Me parece un buen articulo,el cual se nota se han documentado. En mi aportacion particular,dire que el lugar donde trabajo yo,no hacen ninguna diferencia entre hombres y mujeres.La unica diferencia de salario que tenenemos los tarabajadores,la marca el puesto que desempeñamos,nunca el sexo. Cordiales saludos a todos.
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