PARÍS (EP/CHANCE). El Castillo de Clos Lucé, erigido en la bella localidad francesa de Amboise, fue la última morada de Leonardo da Vinci. Aquí vivió el gran genio italiano los tres últimos años de su vida, acompañado de sus tres cuadros favoritos -La Gioconda, el San Juan Bautista y la Santa Ana- y aquí se erige hoy la casa-museo y parque que llevan su nombre, un lugar "mágico" donde el visitante puede "respirar" la atmósfera de la vida diaria de Leonardo, para muchos la figura clave del Renacimiento, y sorprenderse con las cuarenta máquinas concebidas por su ingenio que construyó IBM en el siglo XX con materiales de la época. Viendo también sus planos y sus dibujos el visitante comprueba como el aeroplano, el automóvil, el helicóptero, el carro de asalto, la ametralladora, el paracaídas o el puente giratorio ya estaban en la cabeza del genial Leonardo con cuatro siglos de antelación.
Pero es que además algunos de estos ingenios e inventos pueden también ser admirados a tamaño más real mediante un recorrido por el bucólico parque -ideado y documentado por Jean Saint Bris, su director- que rodea al castillo. Leonardo da Vinci lo imaginó todo observando la naturaleza y es en este espacio verde con estanques, arboledas y un restaurante temático del Renacimiento donde se presentan estas creaciones de Leonardo, todo un genio visionario interesado por la mecánica, la hidráulica, la óptica, la ingeniería civil y militar, la marina y la aeronáutica.
Tras el paseo una buena recomendación es acercarse al Restaurante del Priorato ("Auberge du Prieuré") sin abandonar el parque, donde se pueden degustar en un ambiente histórico platos elaborados al estilo del siglo XVI disfrutando con música del Renacimiento interpretada en directo.
En el interior del castillo se recorren varias estancias de la casa donde vivió Leonardo desde 1516 a 1519. Su habitación privada, desde donde Leonardo podía contemplar el gran palacio de su amigo, el Rey Francisco I, estancia en la que falleció a los 67 años de edad el 2 de mayo de 1519; el oratorio, una bonita y coqueta capilla construida por el rey Carlos VIII que destaca por su Virgen de la Luz, pintada por el taller de Leonardo da Vinci; el gabinete de trabajo del ingeniero, la gran sala y la cocina que llama la atención por su monumental chimenea -donde casi pueden "olerse" las nuevas especias que se introdujeron en la cocina del Renacimiento- y por su mobiliario original del siglo XVI. Para terminar el visitante puede fantasear con la misteriosa entrada del pasadizo subterráneo que, según la tradición oral, enlazaba el castillo de Francisco I con Clos Lucé.
Invitado por Francisco I, Leonardo da Vinci se instaló en este castillo que acabó siendo donado al maestro nacido en la Toscana por el soberano galo. Se cuenta que el rey sólo le pidió a cambio "el placer de oírle conversar". Leonardo, que tenía asignado un sueldo anual de 700 escudos de oro, trabajó en Clos Lucé como ingeniero, arquitecto y también curiosamente como escenógrafo, pues estaba encargado de organizar para la corte las fiestas más fastuosas de toda Francia. Y parece ser que lo hacía muy bien. El rey francés consideraba a Leonardo como el hombre que tenía en el mundo "los mayores conocimientos de escultura, pintura y escultura" y fue para él en cierto modo un "padre" que acabó siendo enterrado en el Castillo de Amboise, su residencia real. Hoy esa tumba, localizada en la bonita capilla exterior del palacio, es centro de peregrinación de los admiradores del gran genio del Renacimiento.
El castillo de Clos Lucé, declarado monumento histórico francés, es propiedad de la familia Saint Bris desde hace dos siglos. En los años sesenta, Hubert Saint Bris inició la restauración del castillo hasta su muerte en 1979 y su obra ha sido continuada por Jean Saint Bris, quien ha logrado que este destino sea uno de los preferidos de los visitantes que se acercan al Valle del Loira en Francia.
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