VALENCIA. El Valencia fue el invitado que le amargó la fiesta al Deportivo. Se trataba de un acontecimiento histórico, el club coruñés que tres años antes jugaba en segunda, se podía proclamar campeón por primera vez en su historia.
La liga al alcance de la mano con todo a favor, jugaba en casa y ante un rival sin aspiraciones. Los nervios traicionaron a los gallegos en cuya plantilla estaban los valencianos Voro, Nando y Claudio. El marcador no se movía, los valencianistas creaban más peligro. El destino fue generoso con el "Súperdepor" y el árbitro, López Nieto, pitó un penalti en el último minuto a favor de los locales.
El pánico se apoderó de los especialistas que renunciaron a ejecutar el máximo castigo, ninguno de ellos quiso asumir la responsabilidad. Miroslav Djukic olvidó la advertencia de su esposa, lo último que le dijo cuando salió de casa en la víspera, camino de la concentración: "Si hay un penalti, no lo tires tú", el serbio dio un paso al frente. Le faltaba el aire, estaba congestionado, la mirada delataba que se asomaba al abismo. Estaba condenado al fallo.
González vivió el minuto de gloria de su vida. Una carambola le permitió jugar ese partido porque el titular, Sempere, había sido expulsado en la jornada anterior. El portero suplente ya había detenido un penalti en ese encuentro en Mestalla ante el Valladolid, pero nada que ver con la escena dramática de Riazor.
Aquel empate le dio la cuarta liga consecutiva al Barça, la última del célebre "dream-team". El Valencia quedó marcado como el malo de la película, sus jugadores fueron insultados y perseguidos hasta que se refugiaron en los vestuarios. El autobús que los trasladó al hotel fue apedreado, en el interior, todo el mundo se echó al suelo para evitar ser alcanzado.
Fue el inicio de una guerra que disparó la animadversión mutua. Ambos equipos se cruzaron un año después en la célebre final copera del agua que concluyó con victoria en dos actos para los deportivistas. Fue una especie de reparación histórica, aunque en Riazor tardaron en superar ese trauma. El recuerdo permanece, aunque el rencor se ha minimizado. Djukic terminó jugando en el Valencia y ganando varios títulos y el Deportivo pudo finalmente conquistar una liga. Ahora, lucha por la permanencia.
Al Valencia se le recriminó que jugara estimulado económicamente por el Barcelona, una práctica tan antigua como extendida en el fútbol español. No hay club que no haya primado a un tercero por ganar y algunos, hasta por lo contrario. Aquel verano, el Valencia jugó y ganó el trofeo Joan Gamper, el Barça participó gratis en el Naranja, y a Paco Roig, por entonces presidente, le impuso su colega Josep Lluís Núñez la insignia de oro y brillantes del club blaugrana en agradecimiento al excelente comportamiento en aquella decisiva jornada. Más claro, agua. Los jugadores del Valencia nunca lo reconocieron públicamente, pero en un área de servicio de la autopista hubo una reunión para cobrar lo estipulado.
Esta vez todo parece diferente: hay varios equipos afectados en la zona de descenso, el Valencia ha decidido viajar y regresar el mismo día del partido para evitar roces. También en Coruña han aprendido la lección y han preferido mantener un tono sosegado y evitar provocaciones que estimulen el amor propio de sus rivales. El Valencia regresa al lugar de aquel crimen con los deberes hechos y sin ganas de hacer sangre, pero obligado a mantener una imagen digna. La historia continúa.
esta todo claro, unos p....vendidos.
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