VALENCIA. El Valencia necesita un punto para asegurar su tercera plaza en la clasificación y lograr el objetivo deseado: ser equipo Champions con todas las de la ley. Al Levante UD también le hace falta un punto si quiere hacer realidad su gran sueño: asegurar matemáticamente su permanencia en primera división. ¿Qué pasará el domingo en Mestalla? A tenor de lo dicho por los protagonistas, nadie piensa en empatar ni en simular una combatividad postiza.
Un derbi obliga a que los contendientes se empleen a fondo y den cumplida satisfacción a sus respectivas hinchadas. Sin embargo, la realidad se impone, el derbi de Valencia carece de solera, no existen pleitos desde los tiempos del cuplé, y ambos clubes han vivido realidades diferentes, apenas han tenido contacto. Eso sí, los granotas sueñan con vencer al Valencia en Mestalla y tocarle la moral a una afición que les ha mirado tradicionalmente con indiferencia, y considera a su vecino ciudadano como un pariente pobre, por el que incluso ha sentido un paternal sentido de protección, lo cual irrita profundamente a las orgullosas huestes blaugranas.
Sin roce ni hay cariño ni rivalidad. Pero el Valencia y el Levante no se han cruzado con frecuencia tal y como sucede en otras ciudades. Sevilla es el paradigma de la pasión cainita. Un ejemplo: la afición bética obligó a su equipo a perder un partido en casa ante el Sporting para que ese resultado hundiera en segunda a los sevillistas. La imagen era surrealista: el campo verdiblanco animando a los visitantes y festejando sus goles. Tremendo.
Aquí, ni por asomo se ha visto algo parecido. Como mucho, los levantinistas recuerdan como afrenta aquel gol fantasma de Mista concedido por el árbitro sin tener la certidumbre de que el balón había entrado, y el gol de Mata en posición dudosa que le dio la victoria a los valencianistas esta temporada en el "Ciutat de València". Así que a falta de afrentas históricas, ni otros agravios similares, la competencia entre ambas entidades es más ficticia que real.
Los medios de comunicación hacen lo que pueden pero nadie puede inventarse una realidad inexistente. Salvo que el paso del tiempo consolide esta rivalidad y se cree un caldo de cultivo necesario, este derbi aún no es ese partido que produce conmociones en otras ciudades y es capaz de separar en bando irreconciliables a amigos y familiares mientras se libra la contienda.
A nivel institucional, la relación también es almibarada. Besos y abrazos. El Valencia le cedió al club de Orriols algunos futbolistas a principio de temporada porque no entraban en los planes de Unai Emery. El Levante ha sobrevivido a una etapa crítica y cualquier ayuda es bien recibida. Sin embargo, aunque los responsables del club de Mestalla están instalados en la supremacía y miran hacia el futuro confiados su dominio por aplastante superioridad, los gestores del otro club de la ciudad buscan recuperar parte de una afición dispersa y desencantada, luchan con imaginación por insuflar un nuevo estilo y convertir esta militancia en atractiva.
Mientras el Valencia resuelve las múltiples incógnitas de su futuro, en la acera de enfrente se aplican en un plan que relance a la entidad, la ponga de moda y sepulte las etiquetas rancias del pasado. Esa batalla sorda se está librando aunque algunos no se enteren. Y si en Mestalla no sienten inquietud por los progresos del Levante, en el cuartel general granota no paran de idear planes para equilibrar la balanza. De momento, el derbi revitalizará la pasión futbolística en la ciudad.
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