VALENCIA. Así se resume la visita del Valencia a Pamplona donde perdió por la mínima. Había pánico a la derrota entre los locales, sabedores del resto de resultados de la jornada en la que casi todos los involucrados en la lucha por la permanencia habían cosechado importantes victorias, algunas tan inesperadas como las del Zaragoza en el Bernabéu o la Real Sociedad ante el Barcelona. Por tanto, los hombres de Osasuna no tenían otra opción de sacar el partido adelante como fuera, les daba igual el camino, el fin, más que nunca, justificaba los medios. Y así fue, un remate lejano dio en la espalda de Stankevicius y equivocó al portero valencianista.
La suerte estaba echada. Ni el Valencia está para proezas ni los navarros iban a ponérselo fácil. Ese gol era un tesoro aunque hubiera llegado de carambola, un churro sí, pero de valor incalculable. El equipo de Emery salió al partido reservón, dispuesto a controlarlo desde su incuestionable superioridad, pero sin asumir excesivos riesgos. Ese planteamiento tan conservador estaba justificado ante la presumible avalancha de juego ofensivo del rival y la presión añadida de la grada, tan animosa siempre.
Pero no hubo tal abordaje, el miedo a cometer un fallo dio paso a un recital de fútbol especulativo, ambos equipos eran presa de sus miedos, así que actuaban encorsetados con la certeza de que el partido sería para el que se adelantara en el marcador.
Sometidos al juicio popular por el espantoso ridículo ante el Real Madrid, los de Mestalla pensaban que con el paso del tiempo, Osasuna cedería en el ímpetu, perdería fuerza, acusaría los nervios de su situación y sería presa más fácil. El equipo de Emery empezaba a estirarse y a avisar con sus incursiones por las bandas aunque siempre carentes de remate. Cuando el Valencia daba la sensación de haberse decidido a dar un paso al frente, se presentó la fatalidad con un tanto en contra esperpéntico.
Los intentos por evitar la derrota no sólo resultaron baldíos sino que mostraron algunas de las limitaciones estructurales del equipo. Todo estaba perdido. Este tropiezo complica el panorama y enrarece el ambiente, aunque el Valencia sigue dependiendo de sí mismo para acabar tercero. Si no se produce una inmediata reacción, será por poco tiempo.
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