LONDRES (EP). El príncipe Guillermo de Inglaterra y Kate Middleton son ya formalmente marido y mujer, tras pronunciar sus votos matrimoniales en la Abadía de Westminster en la que este viernes se ha celebrado su boda ante 1.900 invitados y una audiencia estimada en 2.000 millones de espectadores en todo el planeta.
El arzobispo de Canterbury, Rowan Williams, fue el responsable de oficiar el juramento correspondiente a las promesas de matrimonio, en las que la voz de la novia sonó clara, pero con más signos de nerviosismo que las de su ya marido, quien mostró un tono de voz más elevado que el de la joven cuando ambos repetían las palabras pronunciadas por la máxima autoridad de la Iglesia de Inglaterra.
Como estaba previsto, Kate Middleton se decantó por la fórmula que ya había empleado Diana de Gales en 1981 y no incluyó la promesa de "obediencia", sino la de "amar, reconfortar, honrar y cuidar" al esposo.
Una cuestión que los expertos reales consideran adecuada al historial de la pareja y a la modernidad de los tiempos, puesto que Guillermo y Kate Middleton no sólo llevan más de una década de relación, sino que se conocieron en un contexto de igualdad, la Universidad de Saint Andrews en la que ambos cursaron sus estudios superiores y donde, incluso, fueron compañeros de piso.
A continuación, el príncipe puso a la novia el anillo que la convirtió en miembro oficial de la Casa Windsor. Siguiendo la tradición, está hecho de oro galés, procedente de la firma Wartski, que se lo ofreció a la Reina Isabel II en cuando se anunció el compromiso el pasado 16 de noviembre.
De testigos actúan los padres y la hermana y dama de honor de Kate Middleton, Philippa, por una parte; y Carlos de Inglaterra su esposa, la Duquesa de Cornualles, y el Príncipe Enrique, por otra.
FIESTA POR LA NOCHE
Tras todo un larguísimo día de ritos ceremoniales y protocolarios al fin llegó el momento en el que los flamantes esposos, Guillermo y Catalina, se han soltado el pelo y han celebrado con sus amigos y familiares más íntimos su enlace.
Después de casarse y pasear en carruaje por Londres, los novios llegaron al Palacio de Buckingham donde se sometieron a la tradicional sesión de sus primeras fotos oficiales, mientras la Reina Isabel II se comportó como una auténtica anfitriona recibiendo a todos los invitados.
Pero, la hora de los saludos protocolarios pasó y después de un breve descanso en Clarence House, el Príncipe Guillermo y la Princesa Catalina han tomado el camino de vuelta a Buckingham Palace para celebrar, ésta vez sí, una fiesta íntima y familirar con 300 invitados.
Los recién casados también se han cambiado de ropa para estar más cómodos durante la fiesta. Guillermo ha cambiado su uniforme de gala por un esmoquin, como todos los invitados masculinos.
Catalina ha dejado su espectacular vestido de novia de la firma del malogrado Alexander McQueen, por Sarah Burton, para lucir otro de noche también de la misma diseñadora. Para la fiesta nocturna, la joven novia se ha decantado por uno más cómodo, blanco satén, con cintura entallada y falda vaporosa.
La joven pareja estaba acompañada por el padre del novio, el Príncipe Carlos, y su mujer, la Duquesa de Cornualles. Los cuatro salieron juntos de Clarence House en dirección al Palacio de Buckingham.
La Reina Isabel, como buena abuela, ha preferido que sus nietos disfruten con gente de su edad de esta noche tan especial y les ha cedido el palacio para celebrar la fiesta. Tanto ella como su marido han abandonado Londres después del banquete para pasar unos días fuera.
Con el palacio a su disposición, el encargado de organizar la fiesta no podría ser otro que el Príncipe Harry. El hermano del novio ha dispuesto que la música suene hasta altas horas de la mano de muchos de los Dj's más conocidos de Reino Unido. Además, previendo que la fiesta se dilate más allá de la madrugada, dio órdenes para que se sirvieran bocadillos que hagan más llevadera la segura ingesta de las típicas y afamadas ginebras inglesas.
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