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VALENCIA. La cátedra también se equivoca. De manera casi unánime, las voces más autorizadas habían sentenciado que este maratón de duelos entre el Barça y el Madrid consolidaría la supremacía del equipo de Guardiola y agravaría la sequía en el Bernabéu. Esta noche se disputa la tercera entrega del serial, y los catalanes aún no conocen la victoria mientras que Florentino se ha dado el gusto de volver a levantar un trofeo, experiencia que tenía casi olvidada.

Por sorprendente y por inesperado, el desarrollo de estos choques directos entre las dos superpotencias ha contribuido a ensalzar la figura de Mourinho y a cuestionar la hegemonía barcelonista. Incluso los más fanáticos ya se atreven a pronosticar el final de un ciclo y el ocaso del dominio blaugrana. Tampoco es para tanto, pero no es menos cierto que algunas luces de alarma se han encendido por las Ramblas.

Cuando se inició esta espiral de enfrentamientos, el Barcelona partía desde un plano de absoluta superioridad, era el campeón que ponía en juego su corona ante un aspirante cualificado. El Real Madrid ha aprovechado su oportunidad y ha inoculado el miedo en su ancestral rival: el Barça ya no se siente seguro de sí mismo y flaquea en algunos aspectos.

Los golpes recibidos le han hecho daño, y aunque ha podido mantenerse en pie, se ha tambaleado y ha estado a punto de irse a la lona. Este cambio en la decoración ha modificado también el guión de los discursos. Guardiola, harto de soportar provocaciones, ha entrado en el juego de contestar a Mourinho e ironizar sobre las circunstancias que han crispado los dos enfrentamientos anteriores, da igual que sea la designación del colegiado que la altura de la hierba.

El portugués se ha salido con la suya una vez más. Mourinho es un maestro en dominar la escena y estaba deseando que el técnico barcelonista abandonara su elegante actitud de distanciamiento para no ensuciarse en el barriobajero zafarrancho de declaraciones. Al final Guardiola ha entrado al trapo. Quizás, lo ha hecho a conciencia y calculando los efectos de esa nueva postura, ha bajado a la arena y ha aceptado el desafío.

De esa manera, traslada a sus jugadores un mensaje subliminal de motivación con el fin de que recuperen el instinto primitivo que se les ha dormido entre tanto toquecito de balón. El Barça ha intentado poner el fútbol más exquisito, mientras el Madrid se ha lanzado al abordaje sin miramientos, le ha asaltado a las bravas y se ha llevado el botín. La segunda parte de la serie empieza a escribirse hoy, quizás haya cambio de papeles entre los protagonistas. Seguro que el árbitro tendrá trabajo.