VALENCIA. Todavía resuenan los ecos de la final de la Copa del Rey cuando Mestalla vuelve a erigirse en el centro de atención futbolístico. El Valencia recibe al campeón, el Real Madrid regresa al vestuario visitante con la resaca a cuestas y el trofeo abollado, que también tiene su ironía estar 18 años sin recibirla de manos de Su Majestad para que luego se te caiga y la atropelle el autobús.
Habrá pasillo, por tanto, en los prolegómenos, y a más de uno se le revuelven las tripas con este protocolario homenaje dictado por la costumbre y la buena educación deportiva. Puede que sea el único momento agradable que le espera a la escuadra de Mourinho en la tarde del sábado, ni la grada ni el equipo de Emery está por la labor de que que repita triunfo.
Para el valencianismo, un Valencia-Real Madrid es por tradición algo más que un partido, sobre todo en tiempos recientes, aunque la rivalidad hunde sus raíces décadas atrás, por mucho que algunos se han esforzado en contar la historia como les interesa siempre: es decir, arrimando el ascua a su sardina.
Para colmo, algún iluminado pensó que el árbitro idóneo para dirigir la contienda debía ser el mismo que ya estuvo en el mismo duelo de la primera vuelta. El vasco Pérez Lasa repite actuación y hay que cruzar los dedos para que esté más acertado que en el Bernabéu, donde expulsó injustamente a David Albelda. Aquella decisión equivocada rompió un partido que hasta entonces andaba muy igualado, un agravio más que añadir a la lista, demasiado extensa, por cierto, de injusticias.
El valencianismo anda deseoso de derrotar al rival más detestado en Mestalla por un sinfín de razones, el recuerdo de ese precedente estimula todavía más el afán de revancha. Esta vez no veremos a Shakira en el palco donde había codazos para atrapar un canapé en el descanso de la finalísima y la atmósfera será más normal, la clásica de un duelo en la cumbre, sin helicópteros sobrevolando el estadio y cordones policiales en los aledaños. Los avispados acaparadores de entradas se han tomado un descanso -no habrá reventa- y muchos vips también.
La pasión, eso sí, está garantizada. El Valencia afronta el choque en un momento dulce, de máxima plenitud, sus prestaciones se han disparado. La cita llega en el mejor momento para sus intereses, Unai Emery lo sabe aunque se muestra cauto. Para Mourinho la cita supone un fastidio, le obliga a afrontar un partido muy exigente después de la excitación acumulada ante el Barça en la final y con la mirada puesta en las semifinales de la Champions.
Por ello, no tiene otro remedio que refrescar la alineación, prescindir de los habituales, recuperarlos para la competición europea y recurrir a la segunda línea de su plantilla. Se trata de jugadores magníficos pero poco utilizados, con el cartel de suplentes que asumen de forma resignada.
Si el Valencia impone su estilo y no se confía por la previsible falta de cartel del contrario, dispone de una excelente oportunidad para llevarse un triunfo resonante. El Real Madrid ganó en Mestalla la Copa del Rey entre muestras de euforia desbordantes, pero en el mismo escenario puede perder de forma definitiva la liga tres días después. Así de voraz es el fútbol, sin tiempo para la complacencia.
Avui tots els culés som valencianistes!!!! amunt València, i a guanyar el partit!!!. La copa es va suïcidar quan va veure que era a Madrid i no a BCN.
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