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Los 100 elegidos de Társilo Piles

EL BROKER ENMASCARADO. 21/04/2011 "Confieso que la democratización del Valencia CF SAD es un asunto apasionante. No por ser accionista, abonado y aficionado del club che sino por mi propia vinculación profesional a los mercados de valores..."

VALENCIA. Es una especie de querer y no poder. Una búsqueda constante de soluciones adaptadas a la realidad del económica, patrimonial y social del club que ha llevado a investigar cada artículo, cada párrafo, cada coma, de la Ley del Mercados de Valores.

En muchos momentos me ha recordado este tránsito legal al iniciado en su día por Nueva Rumasa. Que se me entienda bien. Que no estoy comparando el Valencia CF SAD con la empresa de la familia Ruiz Mateos. Solo que hay ciertos paralelismos en sus actuaciones que les han llevado a exprimir todos los recovecos de la legislación del mercado de valores en su propio interés. Algo que, por cierto, me parece perfectamente legítimo.

El camino. Descartada la colocación en bolsa (un verdadero trago de transparencia a través del registro de un folleto de admisión en el correspondiente organismo supervisor) en cualquiera de sus versiones, mercado secundario oficial (bolsa) o sistema multilateral de negociación (MAB para empresas en expansión). Un paso destinado solo a unas pocas compañías con capacidades suficientemente demostradas (los gestores del club no han demostrado tenerlas, todavía).

Los siguientes pasos de la democratización se centraron en la realización de una oferta pública de venta sin admisión a negociación en ningún mercado. Pero, oh sorpresa, al hablar antes de pensar, se dieron cuenta que recolocación de acciones dirigida al público en general debe atenerse otra vez más a la Ley del Mercado de Valores. Y la consecuencia práctica es su materialización a través de un folleto de oferta pública registrado, también, en la CNMV. Descartada, como ya se encargó de acreditar la APAVCF.

Pero las leyes siempre ofrecen alternativas. Nunca pensé que se atreverían, pero dado que el Valencia CF SAD y la Fundación VCF (ofertante de las acciones) no querían registrar ningún tipo de documentación en la CNMV, reconvertirían algo público, una oferta pública de venta de acciones del Valencia CF SAD dirigida a cualquier inversor, en algo privado, restringido a 2,5 millones de euros sin poderse sobrepasar esta cantidad en los siguientes 12 meses.

Tratar de convencernos de que esto es la ansiada democratización del club es una quimera. Una broma de mal gusto. Incomprensible para una participación de control sostenida con deuda respalda por la Generalitat.

No entiendo por qué no exploraron otras alternativas contenidas en el articulo 30 bis de la propia Ley del Mercado de Valores. Puestos a reconvertir la oferta de pública de acciones en privada (y asumir ese coste frente a la afición), sin necesidad de filtro por la CNMV, por lo menos no deberían haber limitado la misma a 44.247 acciones.

En vez de basar su venta en la letra e.) de dicho artículo de la LMV, limitada a 2,5 millones de euros, podrían haber optado por una oferta de valores dirigida exclusivamente a inversores cualificados (letra a.). Es cierto que muchos aficionados hubieran tenido problemas para encajar en la definición que la propia LMV da de este tipo de inversores, pero al menos la colocación no habría estado limitada a este importe tan exiguo.

Los vendedores, la Fundación VCF, podrían haberse decantado por realizar una oferta de valores dirigida a inversores que adquieran valores por un mínimo de 50.000 euros por inversor, para cada oferta separada (letra c.). Este tipo de oferta, seguramente calificada por algunos como exclusiva para ricos, hubiera conseguido una mayor democratización entendida ésta como un menor número de acciones en posesión de la Fundación VCF después de la venta. Pero tampoco fue la opción elegida. Incomprensiblemente, el señor Piles solo quería vender 2,5 millones de euros.

Otra posibilidad, la que más me gustaba a mí, es la de los elegidos. Los 100 elegidos por el señor Piles. En este caso, la Fundación VCF podría haber optado por ejecutar la oferta de valores pero dirigida a menos de 100 personas físicas o jurídicas sin incluir los inversores cualificados ni importe mínimo de suscripción a 50.000 euros (letra b.). Una especie de afortunados con posibilidad de comprar sin limitación cualquier número de acciones, desde una hasta el paquete total de la Fundación VCF, pero restringida a 100 inversores, 100 elegidos.

¿Se imaginan ustedes al Consejo del Valencia CF SAD, a la Fundación VCF, al acreedor principal Bankia y, por qué no, a la propia Generalitat confeccionando la lista de asistentes a esta operación de venta? Momentazo, uno más en el devenir de nuestra institución.

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