VALENCIA. La vida en Valencia se agitará el próximo miércoles. Se calcula el desembarco de casi 50.000 aficionados del Barça y del Real Madrid a partes iguales con motivo de la final de la Copa del Rey. La mayoría llegarán por carretera o en ferrocarril. Ese mismo día, buena parte de la ciudadanía valenciana abandonará su residencia habitual con motivo del inicio de las vacaciones de Semana Santa y Pascua.
La operación de entrada y de salida masiva formará un contraste curioso: unos huyen del acontecimiento y otros vienen a hacerse los dueños de las calles. La fiesta está asegurada. Las medidas de seguridad serán excepcionales, el grueso de las aficiones finalistas estará separado para evitar incidentes. Los madridistas ocuparán la zona sur del campo de Mestalla, es decir el Gol Gran. En el cauce del río se habilitará un espacio lúdico para ellos, tal y cómo sucedió en 2009 con los hinchas del Athletic de Bilbao.
Los incondicionales del Barça repiten emplazamiento, como sucedió hace un par de años y se les destina en la zona de la Universidad Politécnica. El partido supondrá una considerable inyección de ingresos para el sector de servicios. Los hoteles, bares, y restaurantes van a encontrarse con una actividad extraordinaria.
Desde 1990, ambos finalistas no se disputan el título que entrega Don Juan Carlos, entonces también se jugó un miércoles de abril en Valencia. El triunfo se lo llevó el Barça por 2-0, un éxito que cambió la historia porque la continuidad de Cruyff como entrenador blaugrana estaba seriamente amenazada. Ahora las tornas han cambiado, el Real Madrid acude a la cita con la necesidad imperiosa de romper la hegemonía insultante de los catalanes.
La cátedra apuesta con prudencia por el Barcelona, la disputa de un título en un solo encuentro equilibra las fuerzas y acaba con los teóricos favoritismos. El fútbol desplegado por los de Guardiola enamora, pero los del Bernabéu precisan invertir la situación, y esta es una ocasión inmejorable para dar un golpe de mano. Ambas entidades van a protagonizar una serie nunca vista de duelos directos: liga, final copera y semifinal europea en apenas veinte días.
El bombardeo informativo está garantizado, quienes se declaren neutrales en esta madre de todas las batallas futbolísticas que se refugien donde puedan. No va a ser sencillo salir indemne de este atracón, las víctimas colaterales serán numerosas. Al menos, el valencianismo también se siente protagonista en este mano a mano, por un lado pone el campo para la final, y por otro, comparece en el escenario con motivo del duelo liguero que se jugará en Mestalla tres días después ante el Real Madrid, con la esperanza de hincar el diente al conjunto de Mourinho y el deseo de no verse obligado a hacer el pasillo al campeón.
Con esta final, Mestalla se erige en el escenario que más finales ha acogido, al margen de los dos principales estadios de la capital de España. Se trata de la novena ocasión en que el título de copa se dirime en el feudo del Valencia. La primera ocasión tuvo lugar en 1926 cuando el Barça batió por 3-2 al Atlético de Madrid. Tres años después, el Espanyol superó por la mínima al Real Madrid en un choque que pasó a los anales como "la final del agua" debido a la tromba de agua que dejó el terreno de juego impracticable.
El partido estuvo a punto de suspenderse, pero el gobernador civil obligó a que se jugara debido a los altercados de cariz político que se habían vivido en la ciudad. Pocos días antes del estallido de la guerra civil, en junio de 1936, Mestalla fue el escenario de la primera final Barça-Madrid de la historia, el triunfo se lo llevó el once merengue por 2-1. Aquel fue el último partido de fútbol jugado en España durante la II República y antes del estallido bélico, también supuso la retirada del legendario Ricardo Zamora. Más de medio siglo hubo de transcurrir hasta que la final volviera a Valencia, en la última década del siglo XX.
En los noventa, el Madrid conquistó su último título copero hasta ahora, fue en 1993 ante el Zaragoza, mientras que Barça en dos ocasiones y el Espanyol en una, completan el cuadro de campeones. Los amantes de la liturgia futbolística coinciden en que la final de Copa es el partido más bonito de cada temporada, sobre todo para quién la gana.
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