Para captar y adentrarse en ese mundo imaginario de las leyendas bretonas no hay nada como aventurarse a través de los bosques y matorrales de espinos de esta Bretaña celta con el mar siempre presente y un interior, "el país de los árboles", enigmático y misterioso.
El bosque de Broceilande, a sólo unos kilómetros de Rennes, la capital bretona, constituye el punto de partida para profundizar en las leyendas artúricas. Broceilande es el nombre mítico del actual bosque de Paimpont, un vestigio de la masa forestal que cubría el corazón de esta península en la Edad Media.
Fue en este sombrío bosque donde los caballeros de la Mesa Redonda encontraron un decorado perfecto a la medida de su destino: la búsqueda del Santo Grial, escondido en los bosques de la pequeña Bretaña.
Así lo atestiguan algunos libros del siglo XII, guardados en la Abadía de Paimpont -el corazón del bosque-, que también recogen las andanzas de Merlín, el amigo y consejero del Rey Arturo, y el huésped más famoso de este bosque que también "esconde" su tumba, siempre abarrotada de turistas, y la "fuente de la eterna juventud".
Merlín, enamorado del hada Viviana, la "dama del Lago" en el castillo de Comper, pasó a la historia mucho antes de que Walt Disney le catapultara hacia el estrellato en el siglo XX.
Ya hablaban de él y sus poderes mágicos las leyendas enraizadas en las continuas guerras libradas en el siglo VI por los celtas y los invasores sajones que sugerían la unidad entre Bretaña la Grande, la actual Inglaterra, y la Pequeña, entonces llamada Armónica.
TIERRAS DEL REY ARTURO
Hoy, los seguidores de los relatos del Rey Arturo y de Merlín tienen en el Centro del Mundo Imaginario Artúrico un "filón" a explotar. Situado en el castillo de Comper, está dirigido por un grupo de investigadores y artistas enamorados de este bosque del que se tiene noticia desde hace mil años.
En su interior se ofrece una exposición interactiva de todos los personajes de la leyenda -descubriendo a un mago Merlín más salvaje y loco- y de la rica mitología celta.
Luego hay que adentrarse en este bosque de 7.000 hectáreas para admirar algunos de sus árboles milenarios. Robles y hayas se siguen imponiendo a los numerosos pinos que han crecido sobre todo a raíz del incendio de 1990 -un castaño de oro recuerda esa tragedia natural junto a otros árboles negros quemados-, pero uno de esos ejemplares milenarios destaca por encima de todo: el roble de Guillotin, llamado así porque en su interior se refugió un sacerdote con ese nombre durante la Revolución Francesa.
"Hoy los niños piden permiso a este árbol -comenta Nicolas Mazzalira, director del centro- para visitar el parque, mientras que los mayores vienen aquí a encontrarse espiritualmente y sanarse de alguna enfermedad".
Después de la impresión que nos deja este ejemplar, con sus 20 metros de altura y sus 9,65 metros de circunferencia, el itinerario del bosque conduce al Valle sin Retorno.
La leyenda cuenta que fue aquí donde Morgana, hermanastra del rey Arturo y alumna de Merlín, se vengó del Caballero Goyomard al sentirse traicionada por él y abandonada por Lancelot, aprisionando para siempre a los amantes infieles en este valle. Dos grandes rocas unidas-los amantes transformados en piedra- recuerdan la historia, mientras se divisa una bonita vista del "lago de las hadas".
Tras abandonar Broceliande y poniendo rumbo sur en la ruta, hay que hacer una parada en Josselin, calificada como "ciudad de arte" en Bretaña e imponente con su castillo de losRohan y su coqueto casco viejo, antes de llegar a Carnac.
Es en esta franja muy próxima a la costa donde los alineamientos de megalitos siguen constituyendo una incógnita para los estudiosos de la arquitectura sagrada y funeraria.
Hay más de 3.000 megalitos, que se esparcen de este a oeste, llegados a nuestros días y, aunque los antiguos pensaban que se trataba de "una obra del diablo", sus características han llevado a pensar que debían ser lugares ceremoniales. Hipótesis y discusiones no faltan en este asunto.
Desde Carnac vale la pena darse una vuelta por la "Costa Salvaje" de Quiberon, un espectacular paisaje que se ha librado de las construcciones en su vertiente oeste gracias a un proyecto del gobierno que intenta recuperar el espacio natural y su flora.
GAITA Y FOLKLORE
En esta península también es muy recomendable presenciar un concierto de algún "bagad" ("tropa" en bretón), el grupo musical típico de la región con sus instrumentos clásicos: gaita escocesa, bombarda, caja clara y percusión.
Sus actuaciones son espectaculares y los bretones las celebran al compás de sus bailes tradicionales y más modernos, repletos siempre de intensidad y emoción. El resto de Bretaña guarda muchas más leyendas. Al norte, en los Monts d'Arrée, "el reino del Ankou y la tierra de los "korrigans", todas giran alrededor de la muerte con las marismas de Yeun Ellez, anegadas por un lago artificial, donde se dice que se encuentran las "puertas del infierno".
Muy cerca, ya en el departamento de Finisterre, Huelgoat ofrece un espectacular paisaje geológico y prehistórico de piedras gigantes (una de ellas, la más famosa, "la piedra que tiembla" pesa 137 toneladas y los turistas intentan moverla con poco éxito) junto al Río de la Plata, llamado así por la proximidad de unas minas ya abandonadas.
En este espectacular paraje se oculta entre las rocas la gruta del Diablo, otra fuente inagotable de cuentos, a la que se puede acceder por unas escaleras que parecen llevarnos al mismo infierno.
La ruta en torno a las leyendas bretonas puede concluir en la bahía de Douarnenez. Aquí, junto al "fin del mundo" francés junto a la Punta del Raz, se sitúa la leyenda de una poderosa ciudad llamada Ys, hoy sumergida, que dominaba toda la Galia siendo gobernada por Gradlon, el Rey de Cornualles.
Protegida del mar por un dique con compuertas, cuyas llaves sólo tenía el rey, quedó inundada cuando su hija Dahut, convertida en amante del diablo, robó las llaves causando el desastre y su desaparición. Los románticos de hoy todavía piensan en esta "ciudad fantasma" que para ellos fue la más espectacular del norte de Francia.
En la actualidad, la Punta del Raz es visitada todos los años por 850.000 turistas. Viendo alguno de sus atardeceres frente a la isla de Sein, poblada por 120 habitantes, y el faro de La Vieille que emerge del mar, no resulta nada extraño que Flaubert y Victor Hugo loaran en sus escritos a esta bella esquina de la costa atlántica francesa.
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