Ahora nos encontramos con un grave problema, que es doble. Por un lado, la pelota de la deuda sanitaria supera los 10.000 millones de euros, que las autonomías deben a los laboratorios y las farmacias (40%) y a los proveedores de servicios y tecnología, a los que pagan con meses de retraso, causándoles graves problemas. Por otro, como la sanidad se lleva un tercio del Presupuesto de las autonomías, todas buscan tapar sus agujeros recortando también el gasto sanitario. Así, para 2011, las autonomías han recortado el gasto sanitario per cápita en 55,37 euros (-4,11%), dejándolo en 1.288,58 euros, según la FADSP. Los mayores recortes los han hecho Canarias (-12,3%), Cantabria (-8,5%), Extremadura (-7,8%) y La Rioja (-6,6%), aunque los que más se han aireado son los recortes de Cataluña (850 millones en Sanidad), que va a recortar servicios y dejar de hacer 2 hospitales. Otros quieren cobrar las meriendas o van a cerrar quirófanos por las tardes para no pagar horas extras, por ejemplo.
Lo primero que hay que decir es que la sanidad española es buena y barata, según todos los estándares internacionales: el último ranking internacional de calidad del sistema sanitario elaborado por la revista Newsweek sitúa a España en el tercer lugar del mundo, tras Japón y Suiza y empatada con Suecia. Y nos cuesta 2.902 dólares por habitante, menos de la mitad que la de Estados Unidos (7.538) y menos que la sanidad de la mayoría de países europeos, desde Suecia (3.470) a Reino Unido (3.129),pasando por Francia (3.696) o Alemania (3.737). El problema es que nuestro gasto sanitario ha crecido mucho en los últimos años: un 6,6 % interanual en los últimos seis años. Y que desde que la sanidad está transferida a las autonomías (2002), se ha ido acumulando una deuda, debido a que las transferencias desde el Presupuesto han sido cicateras y a que ellos han gastado más de lo previsto.
Estos recortes son a la chita callando y cada autonomía por su cuenta. El PP intentó aprobar en el Senado, el 24 de enero, una moción para resolver la deuda sanitaria y garantizar la financiación del Sistema Nacional de Salud (SNS) y se quedó sólo. El Gobierno trata de obviar el problema, pero antes o después le va a caer encima (y a nosotros). Primero, porque Europa presiona, con la amenaza del copago detrás. Y sobre todo, porque el gasto sanitario va a seguir creciendo, por dos razones: la tecnología sanitaria es cada vez más cara y la población vive cada vez más años, con lo que crecerá el gasto. Basten dos datos. En 2060, un tercio de la población española tendrá más de 65 años (17 millones frente a 8 hoy) y un 14% más de 80 años (8 millones frente a 2 ahora), según un informe de la UE.Y la OCDE estima que el gasto sanitario de los mayores de 65 años es cuatro veces superior a los de menos edad.
España gasta menos en Sanidad que el resto de Europa, pero las previsiones son que el gasto crezca mucho en las próximas décadas, aquí y en los demás países. El periodo crítico, según la UE, será a partir de 2030 y por eso piden medidas ya, con tiempo. Es mejor ponerse las pilas y no esperar a que nos lo impongan, como con las pensiones. Lo más urgente es sanear la sanidad, tapar el agujero de la deuda con un crédito extraordinario. Y a medio plazo, si queremos evitar el copago, hay que hacer un pacto sanitario para gastar menos y gastar mejor, con unos presupuestos realistas. Hay que reducir el gasto farmacéutico, que supone un 22% del gasto sanitario, con medidas para atajar el despilfarro de los medicamentos. Y hay que gestionar mejor la sanidad, desde la política de personal (aumentar horarios, reducir el absentismo y el exceso de contratos temporales, introducir incentivos y despolitizar la gestión) a la política de compras, pasando por reducir la sobreutilización de nuevas tecnologías y tratamientos (según la OMS, un 20-40% del gasto sanitario es ineficiente) y potenciar la atención primaria y la prevención.
Y por encima de todo, hay que pactar con las autonomías un Plan integral de Salud, que unifique servicios, costes y financiación. No es posible que haya 17 políticas sanitarias, que un médico andaluz reciba 45 pacientes al día y uno navarro atienda a 29, que en Valencia haya 2,69 camas por 1.000 habitantes y en Cataluña 4,50, que una embarazada tenga cubierta la atención dental en Extremadura y en el resto de España no, que un pensionista pueda comprar gratis determinado medicamento en cualquier farmacia menos en Galicia... Que el País Vasco o Navarra se gasten 560 euros más en sanidad por habitante (+56%) que Baleares o Madrid.
Hace falta poner orden en la sanidad, antes que lo hagan desde fuera. Y cuanto más tardemos, será peor, ya que los recortes se hacen cada día, los sufrimos todos y empeoran nuestra sanidad. Habrá que esperar a que pasen las elecciones de mayo. Pero no mucho más.
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(*) Javier Gilsanz es periodista y autor del blog Economía a lo claro
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