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VALENCIA. Con la humildad por bandera. Sin perder el norte de la coherencia y con un conmovedor nivel de compromiso humano y profesional, la plantilla del Levante UD está asombrando a propios y extraños. La temporada anterior ascendió contra el pronóstico general y la lógica aparente de los presupuestos superiores. El secreto de aquel éxito es el mismo que se aplica ahora para competir entre los más grandes. En primera división tenía todos los números para perder la categoría, mantenerse era poco menos que un milagro. Una vez más, el grupo que comanda Luis García Plaza desafía a quienes no daban un euro por su suerte y está dando una lección de superación y entrega encomiables.

Durante años, la entidad "granota" se empeñó en lograr el éxito por el camino equivocado, buscó atajos para llegar antes y acabó por estrellarse. Sus dirigentes de entonces se empeñaron en utilizar el club como un tablero de juegos de mesa sobre el que movían las fichas a su antojo. Aquel capricho personal derivó en una disyuntiva peligrosa que puso al Levante contra las cuerdas, su supervivencia estuvo amenazada.

Entonces, desde la sensatez y el sacrificio, un grupo de entusiastas tomó el relevo a la desesperada. No tenían nada que ganar, sólo les movía la identificación con el club de sus amores. La administración concursal se hizo inevitable, pero la entidad salió del atolladero.

Cuando nadie se lo esperaba, ni siquiera el más acérrimo de sus seguidores, el conjunto levantinista ha saneado su economía, estabilizado su vida institucional, desterrado los usos y costumbres de un pasado errático y apostado por el único camino que le garantiza un futuro sin amenazas. Asegurar la continuidad en la primera división lo antes posible es el objetivo prioritario y a este paso se puede lograr en breve. A partir de ahí, los actuales dirigentes deben seguir por esta línea y no olvidar su pasado reciente aunque puedan aparecer en el horizonte cantos de sirena y tentaciones nada recomendables.