VALENCIA. José Salinas (Valencia, 1952) es un viajero al que le mueve su pasión es conocer, no por consumir. Bucear en las diferentes culturas y en sus gentes lo lleva realizando desde los 12 años cuando sus padres le enviaron un verano a un campamento francés. Ha viajado por todo el mundo y durante seis años fue consejero económico adjunto de la Embajada de España en Singapur, hasta que volvió a Valencia y por un proceso de head hunting fue seleccionado para dirigir Turismo Valencia "Convention Bureau" en 1991.
Le interesa el mundo, las cuestiones internacionales, los idiomas y las artes. En 2010, el Palacio de Congresos de Valencia que dirige fue considerado el mejor del mundo. Sus cuentas saneadas le permiten plantearse una ampliación. Sigue viajando. Lo próximo, Londres y algún rincón de Asia. Le encanta leer. Julio Verne fue uno de sus referentes. "El mundo no se acaba y menos en tu imaginación".
-¿Sabe que el primer José Salinas.com que aparece en Internet se dedica a la magia?
-Sí, lo he visto, pero no me he planteado por ahora tener una página web. Además, con las alertas de Google me he encontrado cosas sorprendentes, como otro José Salinas que se dedica a la lucha libre.
-¿Qué le gusta más la lucha o la magia?
-La magia y la prestidigitación, no me gusta el juego. Será difícil encontrarme en un casino a no ser por su belleza como el de Venecia.
-Internet no, pero ¿y las redes sociales?
-Soy poco aficionado a las redes sociales, aunque las utilizo. A la hora de socializarme prefiero la presencia física. No obstante conceptualmente me gusta estar en la vanguardia y saber las posibilidades que ofrece la web y cómo utilizarlas.
-Entonces, ¿prefiere la filosofía a la tecnología?
-Sin duda. Me interesa más el fondo que la forma. Para mí un ordenador es un instrumento para conseguir un fin. Cómo estar informado y saber qué pasa cada día.
-¿Dirigir el Palacio de Congresos era su sueño o le cayó del cielo?
-No cayó del cielo. Era un proyecto que se suscitó con la creación de Turismo Valencia para impulsar el turismo de reuniones y en el que me involucré desde el principio.
-¿Tenemos mejores turistas que hace diez años?
-Sí. Se puede comprobar. Hace diez años el perfil del turista que llegaba a Valencia era bajo. Fue todo un reto empezar de cero.
-¿Por qué se cansó de hablar malayo y volvió a Valencia?
-Se había acabado un ciclo. Ayudé a establecer la primera representación oficial de España en el ámbito económico y comercial, pero por cuestiones familiares y porque tenía varias propuestas sobre la mesa entendí que se había cerrado una etapa y comenzaba otra.
-¿Qué palabra sigue sin olvidar?
-Tida'Apa, que es como decir Hakuna matata o "no pasa nada". Cuando surgen dificultades, los malayos la pronuncian habitualmente. Es curioso que muchas palabras en castellano proceden del malayo como orangután, que significa "el hombre de la selva".
-¿Se considera un hombre de suerte o hecho a sí mismo?
-Lo segundo sin duda. Desde muy joven combiné estudios y trabajo. Estudié derecho, económicas y relaciones internacionales, inglés, francés... Trabajé en el departamento jurídico de una empresa aseguradora y me fui pagando los estudios. Fue duro, pero aprendí. La suerte, excepto la lotería, no existe. No conozco a nadie que haya llegado lejos sin esfuerzo.
-¿Cuánto de político hay ya en usted?
-No me considero político, soy más bien técnico. Sin olvidar que todo alto funcionario acaba teniendo un consejo de administración, que es el que define la filosofía de la organización.
-Por cierto, enhorabuena por haber conseguido para Valencia el mejor Palacio de Congresos del mundo, ¿es caro conseguir ser el número uno?
-Esto es fruto del esfuerzo y del trabajo del equipo del Palacio de Congresos de Valencia. Es una valoración que hacen los usuarios y clientes de los palacios inscritos en la asociación mundial, donde hay más de 200 recintos de congresos.
-¿En Valencia hay suficiente oferta para la demanda de turismo congresual, o es al revés?
-Hay un cierto equilibrio. Es cierto que hay que tener una cierta oferta para generar demanda. Lo que hay que hacer es ajustarla. Los espacios existentes en Valencia permiten, a diferencia de hace diez años, realizar congresos internacionales. Esto nos lleva a colocarnos entre las primeras capitales europeas, no capitales de nación, en ese ámbito. Si tienes más espacios puedes ofertarlos al mercado y tener mayor proyección.
-¿Esa es la causa de por la que pretenden ampliar el Palacio de Congresos?
-Sí. La propuesta de ampliación, que todavía está en estudio, está basada en un análisis donde lo primero que destaca es que, como cualquier empresa, queremos proyectarnos hacia delante. Valencia hoy compite en una liga europea. Para poder seguir compitiendo sería bueno contar con más espacios para ofrecer más eventos y satisfacer más demanda. Como siempre ha hecho, la ampliación se realizaría con cargo a sus recursos.
-¿En época de crisis no es una inversión demasiado llamativa?
-Es obvio que la actividad del Palacio de Congresos que deriva del mundo de la empresa no ha crecido con los mismos parámetros que en años precedentes, pero hemos mantenido el mismo nivel de actividad congresual y hemos cerrado el ejercicio de 2010 con porcentajes positivos. En doce años de vida, el Palacio ha generado en la ciudad un impacto económico cercano a los 700 millones de euros, costó 30 millones, por lo que ha impactado en la ciudad más de veinte veces lo que costó. Para tener más clientes y que la ciudad reciba más dividendo social se planteará la posibilidad de una pequeña ampliación y se costeará con cargo a sus recursos. Esta no es una institución que reciba subvenciones públicas. Nuestros ingresos son cien por cien de mercado. No recibimos ningún ingreso del sector público, salvo que sea cliente. Tenemos un ebitda del +12% que nos permite financiar inversiones.
-Por cierto ¿en qué medida perjudicará al turismo datos como el rechazo de AVE de transportar bolsas de golf?
-Espero que el puerto de Valencia no haga lo mismo. Un medio de transporte lo que tiene son clientes y tarde o temprano tiene que adaptarse a ellos. Esperemos que el golf no se resienta y si no es posible en tren que vengan en coche.
-¿Cree que Valencia es el puerto de Madrid, o Madrid el de Valencia a la hora de cerrar negocios?
-Ambas cosas. Lo bueno de Valencia es que hemos avanzado. Tenemos un magnífico puerto comercial, con una actividad de crucero impensable, vamos a tener 450.000 cruceristas en 2011, y una fachada de agua que posibilita ser una estación náutica de referencia. Ser referente es ser más competitivo.
-Ahora que Valencia va a ser el puerto base de Iberocruceros, ¿seremos una ciudad más glamourosa?
-Puede ayudar a que el tráfico de cruceros consuma en nuestra ciudad y nos permita ser todavía más referente. No es malo ser una ciudad más cosmopolita. En este caso es un valor positivo visto desde fuera.
-Como viajero empedernido, ¿con qué cultura se siente más identificado?
-En todas partes he encontrado cosas interesantes. Me atrae el dinamismo de los países emergentes como en Asia que miran hacia delante y no siempre miran lo mismo. También me atrae descubrir democracias antiguas que la preservan desde hace 300 años.
-¿Por qué parte de mundo recomienda hacer un crucero?
-Hay muchos. Por ejemplo, por la costa oeste de EE UU y Canadá, hasta Alaska. Recorrer los fiordos noruegos, o viajar por el Pacífico austral y por las islas dibujadas por Gauguin... El crucero está creciendo en el ámbito turístico porque los armadores han conseguido hacer buques cada vez más grandes que generan economía de escala y precios competitivos.
-¡Es un privilegiado! ¿Qué se siente más, el señor de palacio o Willy Fog?
-Si uno hace aquello con lo que disfruta y en su vida personal tiene cierto equilibrio, todo fluye. Creo que la felicidad está en nosotros mismos. A mí siempre me ha encantado viajar y lo sigo haciendo con mi mujer y mis dos hijos o sólo por trabajo. Viajar es una cuestión más que de recursos de actitud personal. He invertido mis ahorros en viajar porque me encanta ver, por ejemplo, los farallones de la costa en Irlanda del Norte o percibir lo que dicen sintió Stendhal en Florencia, del que cuentan que ante tanta belleza se desmayó. Ver las puestas del sol en la Albufera no cuesta dinero. El turista va a consumir, el viajero va a descubrir y experimentar. Eso te lleva a encontrarte de pronto en el barco de un malayo en mitad del mar sin gasolina por lo que te tienes que tirar al agua y nadar. Es legítimo tener un apartamento en la playa, pero en mi caso va a ser que no.
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