NUEVA YORK. En estos momentos, no hay duda de que gran parte de la sociedad se ha vuelto insensible a este tipo de historias. De todos modos, muchos estadounidenses consideran que los banqueros de Wall Street son delincuentes. Eso es lamentable, entre otras razones, porque estas acusaciones son muy diferentes.
Tomemos, por ejemplo, la infausta denuncia de Securities and Exchange (SEC) contra Goldman Sachs de la primavera pasada, que se resolvió con un acuerdo. Al igual que en esta demanda contra Bear Stearns, SEC vs. Goldman provocó la publicación de correos electrónicos donde los banqueros se enorgullecían de todo el dinero que estaban haciendo gracias a las pérdidas de sus clientes e incluso sugerían albergar la intención de venderles activos tóxicos. Pero nada de eso era claramente fraudulento: sólo éticamente cuestionable. La estupidez es legal, y si los inversores tienen la información precisa para tomar sus propias decisiones pero igualmente compran basura, entonces no tienen a nadie más a quien culpar.
Por ello, la nueva demanda contra Bear Stearns es diferente. En primer lugar, la aseguradora y entonces cliente Ambac alega que Bear no cumplió con las cláusulas de los bonos que garantizaba. En segundo lugar, había en marcha un supuesto sistema de doble comisión, lo que constituiría un fraude claro. La buena noticia es que debería ser relativamente fácil probar estas dos acusaciones, a menos que la evidencia haya sido destruída. Si resulta que estas acusaciones tienen mérito, se debería producir una investigación penal. Cualquier banquero o trader asociado con este comportamiento ha de perder su licencia y enfrentarse a la posibilidad de pasar un tiempo en la cárcel.
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