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Juan Antonio Soto: "Cuando un auditor hace una pregunta ya tiene que conocer las posibles respuestas"

Plaza Privada / MARÍA COSTA. 22/01/2011

VALENCIA. Socio director de la oficina de Ernst & Young en Valencia, observa que la crisis será superada en los mercados internacionales y que a partir de ahora habrá que ser más competitivo, más rápido e innovador porque "estamos obligados a pensar en global". Y le sigue resultando poco realista ver en las películas a ejecutivos guapísimos que siempre están de fiesta...

Forofo del Valencia C.F, al que va a ver con su hijo cada vez que juega en casa, aficionado al senderismo y a la lectura en valenciano, que es la única con la que consigue olvidar el 'abc' de su trabajo al frente de Ernst&Young. Juan Antonio Soto (Castellón, 1963), socio director de la oficina de Ernst & Young en Valencia, observa que la crisis será superada en los mercados internacionales y que a partir de ahora habrá que ser más competitivo, más rápido e innovador porque "estamos obligados a pensar en global". Sigue practicando el ensayo y error de toda la vida, repitiéndose en cada equivocación: "Esto no me va a volver a pasar". Ya no tiene miedo de preguntar y se lleva bien con su escepticismo profesional. Eso sí, le sigue resultando poco realista ver en las películas a ejecutivos guapísimos que siempre están de fiesta.

-¿Con su bola de cristal auditora, que futuro prevé para los valencianos?
-El futuro económico será un éxito si desarrollamos actividades, negocios y productos que podamos vender en el exterior. Éstos tirarán de los negocios internos y volveremos a disfrutar de una situación económica solvente.

-¿Estamos preparados para tanta competencia en inglés o chino?
-Sí, si cambiamos la perspectiva. Hay que superar la burbuja del pasado y volver a mirar a sectores manufactureros de toda la vida donde siempre fuimos punteros.

-Se escucha mucho hablar de innovación, ¿es una moda más o una clave de los mercados?
-Es una clave. Donde habría que implementarla es en procesos productivos y tecnológicos. El mundo es un pañuelo y para superar el nivel de vida de India o China, que cada vez están más cerca de nosotros, tendremos que hacer mejores productos y en menos tiempo que ellos.

-¿Qué innovaría usted?
-Uf, si lo supiera lo haría. De todos modos hay que ser rápidos, tener menores costes y mejor producto. La competitividad es clave. Por ejemplo las prendas que fabrica Inditex puede que no sean de máxima calidad, pero consiguen encontrar moda y en un par de semanas llevarla a sus tiendas.

-¿Los auditores también viven presos del tiempo?
-Sí, de hecho el que obtenga más información y antes que nadie, gana. Al final todo se sabe, pero es mejor ser el primero en saberlo.

-¿En su caso su reloj tiene más horas de las habituales?
-Pues sí, trato de ponerle más horas cada día, pero también de disfrutar e incluso perder el tiempo. El tiempo es el único recurso que no es sustituible y hay que saber gestionarlo.

-¿En cuánto tiempo tienen una empresa auditada?
-Cada vez cuesta menos gracias a los avances tecnológicos. También es verdad que las exigencias del mercado exigen plazos más cortos. Antes el reto era acabarlo en dos meses, ahora en uno, no sé si tendremos que reducir aún más los plazos.

-¿Las redes sociales son prioritarias en su agenda?
-Las de Internet no. Ni estoy en Facebook, ni en Twiter y demás. Soy mediterráneo más que anglosajón y me gusta mirar a los ojos a la gente. Las relaciones humanas deben seguir manteniendo algún aspecto humano.

-¿Entre las fuentes de sus diagnósticos incluimos a Wikipendia?
-No. Me gusta Google como buscador. Hace tiempo llegó un cliente y me preguntó si éramos expertos en nanotecnología. Le dije que no y la sinceridad hizo que ganáramos el cliente, pero inmediatamente busqué en Google.

-¿De Ernst & Young ha hablado Wikileaks?
-Nuestra firma es internacional con clientes de mucho peso, por lo que es fácil que en un entorno económico salgas muchas veces en prensa y se hable de nosotros. En todo caso si hay que explicar algo se hace sin más.

-¿Desde Valencia se ve distante la demanda de la fiscalía de Nueva York contra su empresa?
-Estamos lejos, pero en la misma firma. De lo que yo sé es que hay conceptos técnicos y contables que el auditor confirma y que alguien no está de acuerdo. Por otro lado, cuando la indemnización que le piden a uno por algo que parece que ha hecho mal es una cifra -150 millones de dólare- igual a la cobrada, es que el daño no es muy grave.

-¿Cuál es el 'abc' del auditor?
-Tratar de entender el negocio, a qué se dedica la empresa, por qué consigue ganar dinero, qué ventajas tiene y por qué vende más barato que los demás. Finalmente hay que leer sus cuentas anuales y ver si reflejan de verdad ese éxito.

-¿Hay que ser un poco cotilla?
-Hay que ser muy preguntón y no presumir de saberlo todo. Y más que desconfiado hay que ser escéptico. Es mejor no creerse nada y comprobar la explicación que te dan. Cuando un auditor hace una pregunta ya tiene que tener las posibles respuestas.

-¿Y de valores morales cómo andamos?
-Aunque quede un poco petulante, tenemos muchos. Para ser un auditor no hay que tener demasiadas ambiciones materiales. La corrupción es el resultado de una falta de valores y no hay nadie más peligroso que aquel que no esté dispuesto a ceder por incentivos económicos. Un juez sin ambición económica, que solo quiere casarse y tener hijos, es peligroso para los que quieren saltarse las normas.

-¿Les tientan a menudo?
-Tentaciones, de dinero y poder, es fácil encontrarlas cada día. Si no estás dispuesto a aceptar esas dádivas eres un enemigo complicado.

-¿Sus empleados pasan test de valores?
-Sí. La empresa tiene un código de ética y una normativa interna que conforma una manera de pensar. Por ejemplo como socio de la firma no puedo tener ni una acción de ningún cliente de la firma. Tampoco podría incorporar a mi hija al despacho porque generaría agravios comparativos... Ahora, hay que tener claro que los códigos de conducta por si mismos no sirven para nada, sólo sirve la voluntad de aplicarlos.

-¿Nació auditor o se encontró con uno en su vida?
-Me encontré con la auditoría por casualidad. Estudié Económicas y Empresariales y entre las alternativas laborales que me ofrecieron al acabar la carrera estaba Ernst & Young. Entré y me gustó.

-¿Era un lince con las matemáticas?
-No, pero es verdad que ayudé a mi padre a llevar las cuentas de su pequeño comercio. Pero mis asignaturas preferidas eran el dibujo técnico y la filosofía.

-¿Lo más duro de su primera vez como auditor?
-Cuando empiezas, lo que más miedo te da es preguntar, porque evidencia que no tienes ni idea de por dónde vas. Mi primer jefe me recordó que la experiencia es perder el miedo a preguntar. Esa frase nunca se me olvidó.

-Usted igual audita una azulejera que una piscifactoría, ¿son como los médicos de familia?
-Sí. Es verdad que en algunos aspectos el auditor es como un médico de familia. Lo que hacemos es aplicar las habilidades adquiridas sin necesidad de ser un experto en los sectores que analizamos.

-¿Hay placer en ver cómo las empresas que auditan siguen sus consejos?
-Sin duda es una de las grandes satisfacciones ver cómo los clientes solucionan los problemas.

-En el caso de la Generalitat y RTVV, empresas que también han auditado, ¿aplican ellos sus recomendaciones?
-Nuestros comentarios están ahí, además son públicos, pero después depende de los gestores de las compañías o instituciones seguirlos o no.

-¿Tener famosos como Juan Costa en el staff de su firma, da glamour o clientes?
-Ambos somos de Castellón y coincidimos al entrar en la firma y trabajar en un mismo proyecto. Él se fue a la política y en dos ocasiones volvió a la empresa. Posiblemente da imagen al estar relacionado con el mundo económico e institucional y eso es bueno.

-¿La palabra auditoría sigue provocando temor a las empresas?
-Para las auditadas no, pero sí que da miedo porque a veces se utiliza de forma no ortodoxa.

-¿A qué se refiere?
-Los partidos políticos afirman que sus cuentas están fiscalizadas por el Tribunal de Cuentas,  pero lo que nadie comenta es lo que dice el Tribunal de Cuentas sobre esas auditorías. A los auditores se nos acusa de jugar al juego de Willy, un muñeco que se esconde entre mucha gente y cuya gracia es encontrarlo. A veces es una mala práctica el juego Willy, que consiste en decir lo que tienes que decir para que nadie te acuse de haberlo dicho, pero decirlo de tal manera que no se note mucho que lo dices. Como ciudadano y tras leer el informe del Tribunal de Cuentas sobre los partidos no te queda buen sabor de boca.

-¿Cómo se puede fiscalizar la mano que te da de comer?
-Ese es el quid. Desde el origen de la auditoría han coexistido dos filosofías. Una dice que si auditas la mano que te da de comer al final no vas a ser independiente. Otra, que si creas una agencia estatal para auditar al final puedes ser dependiente y faltarte competitividad.

-¿Y quién audita al auditor?
-Ahí también hay polémica. El quid está entre si el organismo oficial español que nos audita lo hace bien o mal. La profesión quiere ser revisada con criterios técnicos y profesionales, pero nos dan miedo las revisiones basadas en criterios políticos o económicos, que convierten a los revisados en chivos expiatorios.

-¿En sus ratos de ocio dónde se le puede ver?
-Practicando el senderismo cada quince días. Salgo con unos amigos y hablamos de todo menos de trabajo. Por lo demás soy un hombre tranquilo, muy aficionado al fútbol y al Valencia al que voy a ver con mi hijo cada vez que juega, y casero.

-¿Lo último que ha leído?
-...y que no he conseguido acabar: la "Revolución imparable" de Juan Costa. Bueno, también he vuelto a leer en valenciano, que es mi lengua materna, y con la que desconecto con obras como el 'Llibre dels Feits' de Jaume I y episodios de 'Tirant Lo Blanch'.

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