VALENCIA. La especialización de las librerías tiene mucho que ver con su identidad, su estilo, ubicación, el trato con el público y sus trabajadores, incluso la imagen a grandes rasgos que proyecta y lo que puede aportar al entorno donde se localiza, pues establece un compromiso con la sociedad, con el lector, el transeúnte o el visitante desde el momento en que abre sus puertas.
A menudo nos seduce el paisaje libresco de unas paredes llenas de estanterías abarrotadas, pero no basta con apilar libros para que estos se vendan tal cual; como en cualquier tipo de comercio la cuestión de la difusión y venta no es sencilla. Bien sabe el librero que su profesión conlleva cierta sabiduría en consonancia con el compromiso al que nos referíamos. Saber de marketing dentro y fuera de la tienda, tener presencia en redes sociales, un buen escaparate físico y virtual, son solo algunos de los múltiples retos diarios, además de lidiar con adaptarse a otras nuevas tecnologías y los nuevos hábitos del consumidor habitual u ocasional.
La venta por Internet, directa a la editorial o a distribuidora, a la par que el auge del libro digital y las tablets cada vez más ligeros y con memoria suficiente para almacenar miles de títulos, parecen haber propiciado un languidecimiento de la industria editorial, que ha reaccionado tratando de reinventarse en ocasiones de forma desafortunada, otras con éxito abrumador o moderado, pero el justo para subsistir. El caso es que es un ámbito en el que los cambios se suceden rápido y predomina la fusión de conceptos.
En su recomendable ensayo Librerías, finalista del Premio Anagrama de Ensayo 2013, Jordi Carrión abordaba con maestría algunas de estas y otras cuestiones a través de un viaje por muy diversas librerías del mundo desde Guatemala, París, Londres, Praga, Estados Unidos o México. En éste llegaba a la conclusión de que para que se salve el negocio librero la panacea no es convertir a todas las librerías en simultáneamente cafés, restaurantes y tiendas de objetos de regalo que combinan o incorporar títulos literarios con tazas y pósters.
Los artículos de regalo o recuerdo de un lugar, del edificio, de una obra de arte, son típicos en las tiendas de los museos pero lo que primero hubo y aún predomina en dichas tiendas son los libros, motivo por el cual queremos aproximarnos al terreno de las librerías de museos, pues han sufrido mucho con la crisis pero también se han reinventado como han podido y a menudo hacen honor al vínculo que existe entre ellas y el arte, al escoger publicaciones que llegan a ser piezas, obras con ilustraciones de artistas estupendos, para grandes y pequeños, ediciones seriadas, que contienen obra gráfica como un extra o son libros intervenidos. Todo depende, en este caso, del criterio y el gusto del librero y a la vez lo que se le ofrezca desde distribuidoras, editoriales y sellos independientes que conozcan la librería y piensen que pueden encajar en ella, siendo determinante el tipo de público que la frecuenta ante la toma de tales decisiones.
REFERENCIAS DEL 'CAP I CASAL'
En Valencia ha habido un caso paradigmático durante los últimos años que es el de la Librería Dadá dentro del Museo Valenciano de la Ilustración y la Modernidad (MuVIM). Dirigida por su dueña, la librera Inma Pérez Burches, amante de los libros y empresaria a partes iguales, se ha convertido en un ejemplo de buen hacer con una gestión impecable y un abanico de posibilidades en coherencia con su situación. Como otras librerías de la ciudad, por ejemplo la estupenda Bartleby en Ruzafa, lleva a cabo presentaciones de libros y eventos relacionados con el mundo del arte, la poesía y la literatura dentro de su espacio. Sin embargo la particularidad de ser una librería ubicada dentro de un museo, próxima al hall y a la cafetería, la hacen lidiar con pros y contras continuamente.
Está el visitante que confunde la caja de la librería con un puesto de información del museo, por apropiadamente delimitados que estén los espacios, el impertinente turista que exige a la librera que le indique dónde están los baños, el que accede creyendo que lo único que contiene una librería así son catálogos de las exposiciones o el que piensa que es una biblioteca y consulta todo lo que encuentra a su paso sin intención de comprar nada. Aunque este último no es una rara avis si no que se desplaza por toda clase de librerías, no necesariamente las de los museos.
Si Dadá fue galardonada en 2014 con el Premio Generalitat Valenciana a la librería más innovadora es porque demuestra que ha sabido aguantar el tirón estoicamente y agudizando el ingenio, creciendo adaptándose a los cambios de estos tiempos convulsos. Mantiene sus redes sociales completamente al día, activas y a disposición del lector que puede interactuar con la dueña en todo momento, además de percatarse de los últimos lanzamientos, los libros nuevos que han llegado, los eventos que se van a organizar, así como proponer cosas, acercarse y encargar los títulos que no encuentre en otros sitios hasta allí. Pues Inma, Historiadora del arte además de librera, tiene una formación amplia y completa, ecléctica, además de tanta experiencia que conoce bien los entresijos del mundo de la edición independiente y es capaz de adivinar la forma más rápida y segura de hacer llegar a nuestras manos el ansiado libro.
Definitivamente no son unos grandes almacenes, la librería pequeña y cercana tiene un encanto y una viveza a la que todos sucumbimos una vez probamos ese trato, jamás las grandes superficies podrán sustituirlas en ese sentido, tal vez ese sea uno de los secretos para su supervivencia. Pero este no es el trato habitual en las librerías de museo si no más bien en el de las de barrio. Mientras que el comercio de barrio personaliza el trato con los clientes, lectores, consumidores, el de las grandes superficies es cada vez más estandarizado, veloz y frío, quizás más rentable en cuanto a cantidad de ventas pero no de calidad y eso se ha notado en las librerías de algunos museos, ese giro hacia la tienda despersonalizada donde el dependiente no sabe de qué va lo que te está vendiendo ni le interesa. No conoce el nombre del autor más que por haberlo introducido nueve veces en el ordenador de la caja pero para él no significa nada.
Durante la última etapa del anterior equipo directivo del Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM) la falta de fondos en la librería de que dispone el museo (casi solo se vendían catálogos viejos de exposiciones pasadas y saldos) así como el trato distante habían enfriado la relación de los visitantes del museo con su tienda. Sí, era una tienda de museo más que una librería y no un mix de ambas cosas ni tan siquiera, pues había más camisetas y objetos con el logo del centro de arte que publicaciones interesantes, desde luego nada novedoso. Por fin, hace unos meses, salió a concurso y este septiembre hemos recibido con alegría la noticia de que Inma Pérez Burches, la misma gerente de Dadá, se hará cargo a partir de ahora de la gestión de la librería del IVAM, así que esperamos en términos generales recibir ese cálido trato y encontrar esa cuidada selección de títulos al día que convierta a la librería en obligado lugar de paso para el visitante del museo.
Otros museos de la Comunitat directamente ni disponen de tienda, como el Espai d'Art Contemporani de Castelló (EACC) que únicamente ofrece en recepción la posibilidad de adquirir sus catálogos, aunque cuando tiene presencia en ferias, por ejemplo en su stand de la feria internacional de arte contemporáneo ARCO en Madrid durante finales de febrero y comienzos de marzo, sí lleva un histórico de sus publicaciones para ponerlas a la venta o disposición del público para consulta, poniendo de relieve el hecho de que tales publicaciones, en su mayoría catálogos y libros de artista, quieren ser adquiridos y que su visibilidad es importante para que los lectores nos aproximemos a ellos, pues si no conocemos de su existencia difícilmente podríamos si quiera encargarlos vía internet.
Volviendo a la ciudad de Valencia la Fundación Bancaja tuvo en su día una buena librería que hoy flojea por falta de novedades aunque conserva sorpresas que uno puede encontrar a precio de saldo o con rebaja excepcional. No nos referimos a los clásicos Taschen a mitad de precio si no a libros que tienen por ejemplo intervenciones de Carmen Calvo y otros artistas, piezas que valen la pena y no se hallan a bote pronto en otro lugar. Hay que rebuscar y separar el grano de la paja, existe gente que adora comprar camisetas, tazas, pins, gorras, imanes para la nevera y hasta bandejas para transportar los cafés con la imagen de un cuadro de la colección de turno pero para los que buscamos libros lleva su tiempo ahondar en las librerías de museos. Al menos aquí hay variedad.
MÁS ALLÁ DE VALENCIA
No cabría aquí hablar de todas las existentes pero sí hemos querido hacer una selección de destacables por una u otra cuestión. La Central del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (MNCARS), la de Callao en Madrid también y las de Barcelona funcionan genial. La tienda del museo Guggenheim Bilbao ha renovado diseño recientemente, a manos de los alumnos de la Escuela de Diseño Kunsthal de Irún. Está especializada en arte del siglo XX y en su colección. La del Museo del Prado, abierta al público desde 2007, se encuentra ubicada en la ampliación del centro y el espacio y mobiliario son obra del arquitecto Rafael Moneo, o sea, el diseño y la imagen del espacio que contiene la librería importa muchísimo. La del Prado tiene una extensa oferta de libros de arte y ensayo de estética, además de los típicos catálogos de las exposiciones.
En otras ciudades como París vemos multiplicada la oferta, la demanda y los metros cuadrados de superficie, teniendo el diseño la misma importancia. Sin duda la librería del Pompidou es una de las mejores librerías de museo del mundo, acogedora, cómoda, abarrotada de opciones increíbles, golosas, multilingües, auténticas joyas librescas además de curiosidades varias como objetos de edición limitada y juguetes relacionados con el mundo del arte para acercarlo a los niños. Efectivamente la librería de un centro de arte es mucho más que una simple librería pero se puede crecer y ampliar horizontes, claro. En abril de este año 2015 se hacía público que la cadena Laie, con fuerte presencia en Barcelona donde naciera allá por 1979, amplía a 17 los espacios que gestiona tras ganar el concurso del Centro Pompidou y del Arte Ruso en Málaga, un negocio seguro, seguro porque lo saben gestionar bien, en los últimos tiempos Laie se ha convertido en un pequeño emporio libresco digno de admiración.
El Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB), el Picasso, Cosmocaixa, el Caixafòrum, el Museo Nacional de Arte Contemporáneo de Cataluña (MNAC) y el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (Macba), además de las librerías ubicadas en el Park Güell, La Pedrera, la Sagrada Familia y el recinto modernista del hospital de Sant Pau también pertenecen a Laie. Y por si fuera poco, aunque discretamente, en el Caixafòrum de Madrid, el de Zaragoza, la Alhambra de Granada y en la Catedral de Santiago de Compostela los libros que se venden los gestiona esta misma empresa que toma las buenas costumbres del pequeño comercio, como decíamos, y las traslada al negocio extendido sin tratar de engrandecer su logo, su marca, huyendo de estereotipar u homogenizar, esperemos que manteniendo ese espíritu por mucho tiempo y que sea contagioso.
Actualmente no hay comentarios para esta noticia.
Si quieres dejarnos un comentario rellena el siguiente formulario con tu nombre, tu dirección de correo electrónico y tu comentario.
Tu email nunca será publicado o compartido. Los campos con * son obligatorios. Los comentarios deben ser aprobados por el administrador antes de ser publicados.