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EL CABECÍCUBO

‘Cartel Land', un film calificado como "Breaking Bad pero real" que no conduce a nada

ÁLVARO GONZÁLEZ. 05/09/2015 El mejor documental de Sundance de este año deja más preguntas que respuestas

Heineman durante el rodaje de 'Cartel Land' en México. FOTO: HANS-MAXIMO MUSIELIK

MADRID. Aparece en The Guardian con un chaleco antibalas de camuflaje, sucio, con la palabra "prensa" escrita en el pecho a bolígrafo. Es Matthew Heineman el autor de Cartel Land un documental estrenado este año sobre los narcotraficantes mexicanos que está cosechando excelentes críticas y fue premiado en Sundance. Dice que nunca había sido reportero de guerra ni nada parecido, pero que "de repente" se vio envuelto en un tiroteo, etc... etc... Es nuestro nuevo héroe audiovisual. Sobre todo porque Newsweek ha calificado su trabajo como "Breaking Bad en la vida real", con todo lo que eso supone como reclamo.

El reportaje gira en torno a José Mireles, líder de un grupo de las llamadas Autodefensas, ciudadanos de Michoacán que hartos de la inoperancia del gobierno de su país, la policía y el ejército, deciden tomarse la justicia por su mano armándose y combatiendo al narco. "Todos tenemos familiares asesinados, secuestrados o violados", cuenta uno de ellos.

Justo antes de que se nos presente a esta organización, han aparecido las imágenes del entierro de un grupo de chavales asesinados por la mafia local porque el patrón para el que trabajaban no había pagado, no se había dejado extorsionar por ellos. Una mujer llorando dice que les gustaría que llegase el Gobierno y señalase algún culpable, pero no lo hace. Y entonces entran en acción las Autodefensas.

José Mireles es su líder, un médico con un buen nivel de vida. Es el líder carismático de este grupo armado "del pueblo". La esencia del documental, sin embargo, es mostrarnos que esta noble iniciativa termina corrompiéndose y actuando, al final, como otro cartel más.

El problema es que la conclusión final, la muy solemne conclusión, ya se ve desde el principio. Mireles en un discurso a un grupo de ciudadanos les dice: "no vayan a saquear las casas de la gente que les cae mal, háganlo bien", cuando les entrega camisetas con el logo del grupo y armas. Lo cual quiere decir que eso ya había tenido que suceder antes con el mismo pretexto.

Cuando estos grupos, al final de la grabación, están ya infiltrados por los mafiosos, se supone que se dedican a eso, no a excederse combatiendo la injusticia, sino a robar directamente ellos y colaborar con los narcotraficantes. Pero otra vez, en las escenas iniciales, cuando el ejército va a desarmar al grupo de autodefensa, un oficial le dice a Mireles que la gente les tiene más miedo a ellos que al narco. O sea que algo pasaba.

Con todo, el momento más interesante en la vida mexicana que ha captado Heineman es un discurso del sucesor de Mireles al pueblo cuando toma posesión, pues el médico ha tenido un accidente de avión, o atentado, quién sabe. Un tal Papá Pitufo conmina a los ciudadanos a tomar las armas y le caen unas respuestas espontáneas que le callan la boca en el acto. La gente le explica que la única legitimidad para ejercer la violencia la tiene el Estado y que si no pueden confiar en él, "están perdidos como ciudadanos". Parece casi un sketch de Monty Python, el guía del pueblo es censurado por el pueblo, por cuatro señores que pasaban por la calle que le responden como ilustrados franceses.

Inicialmente, el proyecto iba a tratar sobre los vigilantes de la frontera del lado americano, en Arizona. Ciudadanos que por su cuenta y riesgo deciden patrullar la divisoria de ambos países para combatir a los cárteles, dicen, pero terminar colaborando con la policía en la detención de inmigrantes irregulares. Un grupo de indeseables de mucho cuidado, posiblemente con graves problemas sociales e incluso mentales, que sumidos en una paranoia apocalíptica deciden salvar el mundo. Pronuncia uno de ellos una perla interesante: "Si no pones dos pitbull en un corral ¿por qué pones dos razas en la misma nación?"

Pero, según cuenta en el diario británico, mientras el director grababa a estos prendas, su padre le envío un vídeo de los aludidos grupos de autodefensa mexicanos. Heineman cruzó la frontera y decidió entonces elaborar una especie de díptico.

Así, cada vez se fue metiendo más en la historia y sintió la responsabilidad de "mostrar la realidad de las personas que estaban detrás de los titulares o de dramatizaciones como la serie Breaking Bad". Para el director, la guerra contra la droga une a México y Estados Unidos y se origina en el consumo de los estadounidenses.

Mientras estaba por México, fue preguntando por los laboratorios de metanfetamina, nadie le decía nada y un día de pronto le llamaron por teléfono, le citaron y pudo ver uno. De ahí obtuvo el valioso testimonio de los narcotraficantes, con el que abre el documental. Un hombre enmascarado dice muy seriamente: "Claro que hacemos daño, lo sabemos. Estamos pobres. Si estuviéramos bien, estaríamos como ustedes viajando por todo el mundo haciendo trabajos limpios y buenos como los de ustedes". El redactor de The Guardian dice que es una acusación a todos los espectadores, "acusándonos por nuestra fortuna".

Como Cartel Land fue premiado como mejor documental en Sundance no le faltan palmeros. No obstante, una crítica en el diario mexicano La Jornada, de Leonardo García, sentencia: "Tierra de cárteles concluye que mientras los estadunidenses sigan consumiendo la droga y haya mexicanos desposeídos, el problema del narcotráfico no tendrá solución. Descubriendo el agua tibia, pues". No se puede añadir nada más.

Y al margen de que es un documental sin noticia, también incurre en otra grave falta. Deja más preguntas que respuestas, algo que se supone que no debe hacer el periodismo. Por ejemplo ¿ha desertado el estado mexicano de Michoacán lo suficiente como para que podamos aceptar, por sentido común, las autodefensas de sus ciudadanos? Cuando se enfrentan estas opiniones, el autor no da ninguna cifra, información o testimonio imparcial que respalde conclusión alguna.

Ocurre lo mismo en los emocionantes tiroteos que graba el director jugándose la vida. Tras ellos, las autodefensas se llevan a ciudadanos delante de sus familias ¿Qué fue de ellos? ¿Eran culpables? Ahí se queda la cosa.

Eso sí, como película de acción, funciona perfectamente. Los planos están bien estudiados y la banda sonora entra siempre en el momento justo para despertarnos sentimientos estériles. En conclusión, cuando hay quien pregunta de qué sirven en una televisión pública un equipo de reporteros que graban documentales menos divertidos y emocionantes que esto, pero que honestamente tratan de explicar qué tienen delante de sus objetivos, aquí tiene la respuesta: servir al derecho a la información de los ciudadanos.

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1 comentario

Nacho Pepe escribió
09/09/2015 09:58

Sundance hace tiempoq ue fue desenmascarado. Un documental de un tipo que vapor ahí con ropa de camuflaje (porque lo del chaleco se puede hasta perdonar pero ¿la gorra? ¡esa gorra!) no debería ni aceptarse a concurso en un festival serio.

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