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‘Yo, Claudio'. La 'primera' serie de HBO fue producida por la BBC

TERESA DÍEZ RECIO. 05/09/2015 La mítica serie de BBC adoptó rasgos considerados transgresores que se adelantaron a su época. Precisamente los pilares distintivos de las series de HBO

VALENCIA. El Consell tiene razón. Cualquier ciudadano debería tener siempre a su disposición un buen videoclub. Dado que la mítica emisora local valenciana Valvipri tuvo que cerrar hace treinta años por no pagar derechos por las emisiones, habrá que recurrir a los cauces habituales para visionar joyas imprescindibles como Yo, Claudio mediante el alquiler o la compra, en soporte físico o por internet. Por fortuna, las televisiones más importantes del mundo han sabido darle el valor que merece a las diversas ofertas a la carta disponibles a través de la ventana online, de manera que aunque en su entorno offline esas televisiones se encontrasen ante un apagón, o simplemente estuvieran dedicadas a otros menesteres, las obras audiovisuales se mantendrían accesibles para el público de cada territorio, incluso el valenciano. En España precisamente, Filmin nos ofrece año tras año Yo, Claudio, independientemente de lo que emita Telecinco, Antena 3, Canal Plus, o el Experimento 9 de octubre.

Tras la aparente sobriedad del drama histórico Yo, Claudio emitido en España dos años después de su estreno en Gran Bretaña en 1976, se atisba en realidad uno de los mejores culebrones producidos hasta la fecha, que cuenta además con los ingredientes habituales de las series de HBO. Como explicaba Concepción Cascajosa en su archiconocido análisis sobre "la búsqueda de la diferencia como indicador de calidad en los dramas del canal HBO", el prestigioso canal de cable logró posicionarse en el competitivo mercado norteamericano gracias a la apuesta por producciones basadas en obras de autores consagrados y en la inclusión de contenidos hasta entonces tabú, entre otros aspectos.

Ocurre lo mismo con Yo Claudio. Basada en el éxito de ventas del historiador Robert Graves, comienza en su primera secuencia con la danza de unas esclavas africanas desnudas. La embriagadora escena que hoy pasaría totalmente desapercibida levantó enormes críticas, entre otras, por parte del público británico más tradicionalista. La ficción dejaba claro desde el primer frame que se trataba de algo totalmente inédito en la historia de la televisión.

Diálogos entre mujeres, por ejemplo, sobre la preferencia de Tiberio por el sexo anal, como cuando años después lo harían los personajes femeninos de Sexo en Nueva York, considerándose entonces como novedoso y transgresor para crítica y público; o truculentas escenas que provocan consternación, como cuando Calígula, el Ramsay Bolton de la serie interpretado por el escalofriante John Hurt, mata a su hermana con la que mantiene una relación incestuosa y se come a su propio hijo nonato con el recurso visual de no mostrar realmente la situación hasta que no vemos su cara babeando sangre, precedido de un grito agónico en off de su hermana-amante. Decenas de situaciones inéditas para la época que todavía hoy tendrían cabida en obras como Juego de Tronos.

En la cultura seriéfila se ha hecho popular la teoría de que con Los Soprano hay un antes y un después en la historia de la series. Sin embargo Yo, Claudio es un ejemplo más que evidente de que en etapas anteriores otros hits provocaron una evolución en el devenir de la ficción por televisión.

En segundo lugar se podría considerar a Yo, Claudio como la primera serie política de la historia. Las peleas familiares que llegan hasta el parricidio por gobernar un Imperio Romano repleto de corrupción son la principal fuente de conflictos en la narración y contrastan con los ideales republicanos de su protagonista Claudio. En ese ambiente los personajes superan en ambición a los más ilustres protagonistas de cualquier ficción política. Las ansias de poder de un Frank Underwood, por ejemplo, parecerían las de un corderillo frente a las aspiraciones por controlar todo el Imperio romano de Livia, la temida abuela de Claudio y esposa del Emperador Augusto. O la primera escena de House of Cards de Netflix con Underwood rematando a un perrito atropellado, aquí no se consideraría más que parte de los juegos infantiles de un Calígula niño. Porque hay más probabilidades de morir envenenado durante una cena en el palacio del Emperador que recibir un tiro en las calles del Baltimore de The wire.

Cla-Cla-Cla-Claudio, interpretado por el sublime Sir Derek Jacobi, pasó de ser el idiota de Claudio según su madre, al pobre tío Claudio, hasta proclamarse Emperador obligado por la Guardia Pretoriana que le sacó de detrás de una cortina tras el asesinato de Calígula. Su estrategia de pasar desapercibido entre tanta víbora enmascarando desde niño su inteligencia gracias al aspecto que le deparaban su cojera y su tartamudez, le sirvió en la ficción para situarse como el mejor testigo y narrador en off de los acontecimientos históricos novelados. Otro aspecto, el narrativo, en el que Yo, Claudio se diferencia del resto de series de su época, tal y como se plantearon también en su estrategia las primeras obras de HBO.

El pasado mes de agosto fallecía Herbert Wise, director de esta joya de la corona británica que desde el 2013 está esperando su vuelta a las pantallas de televisión con un remake de la mano precisamente de ¿quién si no?... de la mismísima HBO. Hace dos años la cadena de cable compró los derechos de los libros de Robert Graves con la promesa de sacar a la luz una nueva versión, aunque desde entonces no ha habido novedades. Una suerte de compra porque con la llegada de Netflix al mercado y sus algoritmos basados en clonar los éxitos de su videoclub, con toda seguridad Yo, Claudio habría estado entre sus ambiciosos proyectos, dado su éxito mundial vigente aún. Una gran superproducción sin duda, aunque sin el mismo savoir faire de la prestigiosa cadena de cable. Terminar en manos de HBO como remake. Como dijo Robert Graves cuando vio la versión de la BBC: seguro que "a Claudio le habría gustado".

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