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LOS RECUERDOS NO PUEDEN ESPERAR

20 minutos y pico
con Naomi Campbell

RAFA CERVERA. 06/09/2015 Con 24 años, la 'Diosa de Ébano' bajó a la Tierra y se dignó a ofrecer algunas entrevistas para presentar su disco 'Babywoman'

VALENCIA. Hubo una época, y no ha pasado tanto tiempo, en la que podías entrevistar a un personaje famoso justamente porque su popularidad residía en haber hecho algo interesante o importante en algún momento de su vida. Aceptaban ser entrevistados no por ser la imagen de un refresco o de un perfume, sino porque estrenaban una obra -un disco, un libro, una película...-  o habían participado en alguna, y se paseaban por el mundo para hablar de ello.

Incluso cuando la obra en cuestión era una patata, merecía la pena vivir la experiencia porque estaba rodeada de ese espejismo que es el acceder a lo rara vez accesible. Entonces no lo parecían, pero observadas desde un presente en el que la fama ya no ofrece misterios ni recompensas a sus observadores, aquellas eran ocasiones especiales, rodeadas por calificativos -‘mágicas', ‘míticas'- que, a fuerza de ser usados porque sí, a veces no significan nada.

AMPLIANDO CURRÍCULO

A finales de 1994, la Naomi Campbell publicaba casi a la vez, su primer álbum y su primera novela. El disco, Babywoman, era flojo tirando a insustancial pero estaba plagado de nombres importantes. La novela, Top model, solo con leer las dos primera páginas ya podías imaginarte todo lo que iba a ocurrir  durante el resto de libro. Un detalle de agradecer porque  te ahorrabas uno de esos  textos huecos con aspiraciones a best seller para gente que quiere leer si tener que pensar mucho.

La discográfica Sony trajo a Naomi a Madrid para que hablara del disco, y aprovechando la coyuntura, su editorial, intentó que hablara también de la novela. Al final, la top model habló de lo que le salió de las narices, porque esa fama de caprichosa que le ha acompañado desde que le dijo al planeta Tierra "hola, qué tal", no es en absoluto injustificada. Cuando vino a Madrid para promocionar Babywoman -y la novela un poquito-, Campbell era una de las mujeres más fotografiadas y deseadas del mundo. Solo tenía 24 años.

La cita para hablar con ella fue en el Hotel Meliá cercano a la Castellana. La esperamos en una suite varios miembros de su discográfica, un fotógrafo y un servidor de ustedes; la entrevista saldría en Tentaciones titulada Campbell hasta en la sopa, frase que no era mía pero que me hubiera encantado que lo fuera. Como estaba escrito, Naomi llegó con retraso.

El primer avistamiento de su escultural persona lo tuve mientras daba vueltas por el pasillo del hotel matando el tiempo. Pasó junto a mí, rodeada por un pequeño séquito y me sonrió con profesional encanto. En persona era más espectacular aún que en las fotografías. Sexy, bella, exótica, todos esos calificativos que de tanto a fuerza de aplicárselos a la misma persona acaban quedándose huecos. Aunque siempre habrá algún campeón o campeona que suelte lo de "diosa de ébano".

CÓMO HACER UNA ENTREVISTA COMO SI ESTUVIERAS VIENDO LA TELE EN CASA

Naomi llegó sonriente pero -según supimos todos después- con pocas ganas de nada. El primero que lo notó fue el fotógrafo. Posó para él a regañadientes; cinco minutos y fuera. Con él se mostró seca y borde únicamente porque estaba allí para hacerle fotos. Una vez superado el trance de la minisesión, Naomi entró en la habitación, se quitó los zapatos y se tumbó de costado, como Cleopatra en su trono, extendiendo unas piernas perfectas que contrastaban con el color hueso de la tapicería del sofá.

Durante la charla -20 minutos- mantuvo una cordial sonrisa que intercambiaba con miradas de cervatillo acosado cuando la responsabilidad de la respuesta parecía agobiarle. No hablamos de nada excesivamente sesudo, y quizá en otro momento hubiera estado dispuesta a un debate filosófico, pero ese día estaba desganada y las preguntas se la traían al pairo, aunque ella hiciera el esfuerzo de aparentar lo contrario. Ahí es cuando te dabas cuenta de que la postura elegida para la entrevista era una especie de táctica disuasoria. Unas piernas de piel brillante enfundadas en medias de fina malla; una falda negra que acababa a la altura de los muslos. Y muy a pesar de todo eso, el álbum en cuestión estaba destinado al olvido.

VINO A HABLAR DE SU DISCO PERO EN REALIDAD NO TENÍA GANAS DE HACERLO

Durante esos 20 minutos (estoy seguro de que si reviso la cinta de la grabación descubriré que fueron menos por lo poco que se extendía en sus respuestas), recordó los nervios que la invadieron cuando se vio por primera vez en un estudio de grabación. Como sus productores eran un encanto, la mimaron hasta que se quedó tranquila. Tim Simenon - de Bomb The Bass-, Youth y P.M. Dawn formaban parte del equipo que dio forma a ese disco, que según nos recuerda hoy la taimada Wikipedia, fue un desastre comercial en todas partes excepto Japón, que ya se sabe que los nipones son muy propensos a entusiasmarse mucho cuando algo les entusiasma.

En Babywoman, Naomi cantaba un tema de Gavin Friday, I want to live, maravilloso en su versión original, inane en la versión campbelliana. La elección no se debía a que la modelo fuese fan de Virgin Prunes, el grupo al que perteneció Friday en los años ochenta; se debía a que Bono, de U2, está casado con la hermana de Friday y en aquel momento, o hasta hacía bien poco, Naomi había mantenido una relación con Adam Clayton, bajista del cuarteto irlandés. Pero preguntarle por Friday, también era inútil. Con la mirada casi te invitaba a que respondieras tú mientras te lanzaba una sonrisa inocente a modo de agradecimiento.

LA FAMA CUANDO ERA LO QUE HOY YA NO ES

Naomi dejó claro que cantar molaba porque siendo modelo ganaba mucho dinero pero no podía expresar "muchas cosas más". Se conoce que las expresó tan a fondo durante la grabación que llegó vacía a sus comparecencias con la prensa. "Escuchando el álbum, la gente descubrirá que mis sentimientos son como los de los demás", decía. "No es lo mismo que te imaginen viendo tus fotos que escuchando lo que cantas". Ojo porque este pensamiento dice muchísimo acerca de la capacidad empática de los japoneses.

Naomi, que me confesó que había hecho un disco de pop con algo de ambiente de rock, era consciente de que no la iban a tomar en serio porque se supone que una modelo no puede grabar un disco interesante. Tiene razón; esa vena condescendiente han tenido que sufrirla maniquís de la alta costura como Karen Elson, aunque los discos que ha registrado Elson superan con creces al de Naomi e incluso al de muchos otros músicos y músicas que llevan años haciendo eso mismo, porque tienen alma y surgen de la imperiosa necesidad de comunicar algo.

Que no se me olvide poner que Naomi dijo que ella no se sentía especialmente sexy. El hecho de que se sentara así, ladeada y horizontal, enseñando pierna y apurando el límite de la pequeña falda, debía ser pues una vieja costumbre familiar. También contó que tenía planes para presentar el disco en directo, aunque lo cierto es que ni siquiera el entusiasmo nipón logró que esto se materializara.

Me fui de la suite del Meliá cavilando si podría extraer declaraciones interesantes de la cinta. Sobre todo, me fui encantado por haber estado con Naomi Campbell, una hazaña que sabía que algún día podría contar y convertir en historia. 20 minutos con una celebridad por derecho propio que, en los tiempos de Paris Hilton y Kim Kardashian, se me antoja incluso más fascinante que entonces a pesar de que no tenía nada que contar, o al menos así lo pareció ese día.

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