VALENCIA. Las procesiones religiosas son puro teatro. La escenificación de los episodios bíblicos en plena calle, los atavíos bien coloristas, bien lúgubres, de los cófrades, el transporte de las imágenes en andas y la música litúrgica han sido empleados en su conjunto como recurso evangelizador por parte de la Iglesia católica. Lo curioso es su incorporación extemporánea en las tablas y a cargo de autores ateos. Así sucede en la obra valenciana que ha sido la revelación de la temporada, Nosotros no nos mataremos con pistolas, programada en el Teatro Talia del 2 al 13 de septiembre. También en Carmen, la ópera andaluza de Salvador Távora, que viene haciendo sonar sus cornetas y tambores desde hace 18 años. O en el teatro ritual de la veterana compañía jerezana La Zaranda, Premio Nacional de Teatro 2010, cuya trayectoria de 35 años, está marcado por la estética de la Semana Santa.
A SANTO DE QUÉ
Pero, ¿en qué se basa la fascinación que estos ritos ancestrales ejercen en los creadores escénicos contemporáneos? En opinión del director valenciano Víctor Sánchez Rodríguez, "tiene que ver con el zeitgeist, el espíritu del tiempo. Existe una atracción por las fiestas populares que eternamente se representan a sí mismas. El gusto está en lo previsible". Ese elemento de inmutabilidad fue lo que le atrajo para incorporar la procesión de la Virgen del Carmen en la trama de Nosotros no nos mataremos con pistolas, pieza que ha ido creciendo en el boca a boca hasta ganar el Premio del público al Mejor Espectáculo en el Festival Escenia de Foios y recalar en julio en el Festival Frinje de Madrid.
El dramaturgo empezó a escribir la obra en Barcelona, después de que le asaltara la nostalgia al escuchar en la radio la música de la procesión de la patrona de los pescadores. El acicate fue la imagen de una persona no católica que llora al escuchar la melodía de esta tradición fluvial y terrestre programada año tras año cada 15 de julio.
"Puede ser un infierno cuando lo vives día a día, pero para seres errantes que van de aquí para allá o han ido a buscar una vida mejor o a buscar su sueño, es curativo volver a los orígenes y ver cómo resuenan en ti", subraya Sánchez Rodríguez.
Según su percepción, este apego a las raíces es de corte mediterráneo. Su generación, la de los nacidos en la década de los ochenta, comparte la sensación de viajar con la patria grabada a fuego recogida por Constantino Cavafis en los versos de su poema La ciudad: "No hallarás otra tierra ni otro mar. La ciudad irá en ti siempre. Volverás a las mismas calles. Y en los mismos suburbios llegará tu vejez; en la misma casa encanecerás. Pues la ciudad es siempre la misma".
Sus referentes son el mal de Ulises, el eterno retorno, pasados por el filtro del exilio reciente por cuestiones económicas. "En Valencia hemos vivido unos años atroces y vulgares por culpa del gobierno del Partido Popular y la sangría que han hecho en esta tierra con la urbanización, el robo y la prostitución de la cultura. Hay una cosa de alarma, de dónde estamos los que nos hemos ido. Y el resultado es que puedes perder tu memoria, donde has nacido y tienes a tu gente enterrada y parte de tu historia".
Ese desasosiego sobrevuela así mismo el corto de Elena López Riera Pueblo, seleccionado en la pasada Quincena de Realizadores del Festival de Cannes. La pieza fílmica ahonda en la desubicación de un joven estudiante español que regresa de París a casa durante Semana Santa. "Esta festividad siempre me ha fascinado porque forma parte, como muchas otras tradiciones religiosas españolas, de una infancia, del lugar donde has crecido. La Semana Santa de mi pueblo siempre ha provocado en mí una sensación de distancia y de cercanía muy perturbadoras", se justifica la directora de Orihuela, que ha impartido clases de cine y literatura comparada en la Universidad de Ginebra durante los últimos años.
"A veces nos vamos de nuestro lugar de origen para alejarnos de aquello que somos, de donde venimos y al volver nos damos cuenta de que por muy lejos que vayamos, ese lugar siempre estará con nosotros", razona.
El cortometraje incorpora secuencias de las procesiones de la localidad alicantina con formato documental alternadas en el deambular nocturno del personaje protagonista, un alter ego masculino de la Doctora en Comunicación Audiovisual por la Universitat de València.
"Creo que la fascinación de autores alejados de la religión por algunos ritos litúrgicos puede venir de esa tensión inexplicable entre lo racional y lo sentimental, además de que la Semana Santa demuestra unas dosis fascinantes de puesta en escena de lo sublime, de lo pasional, de lo sentío...".
ANDALUCÍA ES OTRO CANTAR
Precisamente esa puesta en escena tremendista y solemne de los pasos de Semana Santa en Andalucía, su rica imaginería han nutrido la versión que el dramaturgo sevillano Salvador Távora estrenó en 1996 del mito de Carmen que Mérimée recogió en 1845. Desde entonces, la pieza suma más de 1.000 representaciones y sobrepasa el millón de espectadores en todo el mundo. La pieza, que funde el baile y cante flamenco, la música en directo de la Banda de Cornetas y Tambores de las Tres Caídas de Triana y la presencia en el escenario de un caballo de alta escuela, cuenta con un premio Max al espectáculo con mayor proyección internacional en 1998.
El montaje destila una visión del mito de la cigarrera progresista y pro feminista, que bebe de los relatos de la bisabuela centenaria de Távora, apegados a su oficio en la Fábrica de Tabacos de Sevilla, y de las notas de Vicente Lleó que el dramaturgo leyó en su publicación Sevilla; 1790-1868. Imágenes de una sociedad: "Carmen es el prototipo de una nueva clase, un proletariado femenino formado por mujeres independientes no sujetas a la autoridad de un varón. Y de la misma manera que el proletariado masculino provoca una mezcla de atracción y repulsión porque encarna un formidable potencial destructor, revolucionario, el femenino, la cigarrera, encierra, (además) una carga erótica no menos destructora del orden establecido, de las buenas costumbres".
La adaptación musical troca la partitura de Bizet por sones arraigados en la tradición andaluza. Así, el montaje se relata a través de martinetes, deblas y tonás interpretadas por la Banda de Cornetas y Tambores Cristo de las Tres Caídas de la Esperanza de Triana de Sevilla. La agrupación musical se formó en 1980 por parte de un grupo de cófrades que "querían acompañar a su Cristo en la madrugá del Viernes Santo".
De esta conjunción de sonidos y referentes "nace el atrevimiento de poner en pie, en una ópera de cantes y bailes andaluces alejados de convencionalismos y buscando las raíces del mito y su más cercano universo musical -se explaya Távora-, una Carmen más ligada a la persona y a las narraciones de mi bisabuela, a la de sus recuerdos y a la de los documentos, que a aquella otra surgida de la destreza literaria de Mérirnée, versionada mil veces con la mirada fría y solamente artística de los que, desde sus culturas y sintiendo Andalucía únicamente como un tema, y no como un compromiso, nos ven como observadores y nunca como parte de los que, como Carmen, y las mujeres y hombres de Andalucía del trabajo y de su clase, nos seguimos sintiendo machacados por el frívolo folclorismo surgido del mito".
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