VALENCIA. La moda es caprichosa y no entiende de política. Tampoco lee la prensa. Por eso, ajena a la actualidad y a las noticias que nos hablan de cambios sociales, la lucha por acabar con las diferencias entre clases y aquellos privilegiados que terminan entre rejas, la moda ha decidido fijarse en la burguesía y convertir el estilo de sus mujeres en un referente para la nueva temporada.
El mundo se acaba y nosotros nos enamoramos... de la mujer burguesa.
EL CONTRADICTORIO ENCANTO DE LA BURGUESÍA
Desde siempre, la mujer burguesa ha generado un cóctel de sentimientos tan contradictorios entre sí que resulta increíble que una única mujer sea capaz de provocarlos todos. Atracción y rechazo. Tedio y fascinación. Amor y odio. Predecibles y misteriosas. La burguesa es una constante contradicción que ha inspirado en sus creaciones a escritores, directores de cine y, por supuesto, a los diseñadores de moda. Para estos últimos, es uno de sus referentes femeninos favoritos constituyendo una fuente de inagotable inspiración.
En una entrevista, Yves Saint Laurent en sus comienzos afirmó que odiaba a las burguesas, no solamente por su actitud intransigente y forma de pensar, sino también -no sabemos si principalmente-, por su forma de vestir. Otra contradicción más, ya que justamente fue Saint Laurent quien liberando a las mujeres burguesas de sus ataduras, las acabó convirtiendo en un referente de estilo que aún hoy ha llegado hasta nuestros días.
Cada otoño-invierno la moda recupera algunos de los elementos que forman parte del armario de la perfecta burguesa. La blusa de seda, el tweed, las botas de montar, la falda a la rodilla, el vestido camisero, el terciopelo, los abrigos de corte recto, los guantes de piel... Sin embargo, la fascinación que la burguesa genera en los diseñadores de moda no se limita a sus prendas de corte impecable, los ricos tejidos o los complementos lujosos. El magnetismo de su imagen va más allá de lo que se ve a simple vista y ese es justamente el secreto de su atractivo.
La sensualidad de estas mujeres queda retenida por vestidos rectos que ocultan las formas, que no se ciñen al cuerpo y mantienen el misterio de la piel que nunca muestran; su sexualidad permanece escondida tras colores neutros y proporciones austeras. La mujer burguesa tienen una elegancia y feminidad no buscadas que no necesitan nada que las subrayen para hacerlas evidentes y atractivas. Su juego es dejar intuir bajo su apariencia perfecta el deseo de romper con las reglas establecidas que se suponen implícitas a su condición social. Ese transfondo psicológico, el lado oscuro oculto tras una imagen de "mujer respetable", son los que alimentan la imaginación de los diseñadores de moda para crear las prendas que la ayuden tanto a disimular sus deseos de romper con los convencionalismos, como a liberarse de ellos.
REFERENTES DE ALTURA
El cine es, sin duda, el que ha retratado mejor a las elegantes mujeres burguesas. Lo hemos visto en numerosas películas, algunas de ellas obras maestras, donde el estilo de sus protagonistas femeninas ha traspasado las pantallas para llegar a las pasarelas.
Catherine Deneuve dió vida en Belle de Jour a una acomodada parisina cuyo aspecto angelical escondía una doble vida que se alejaba de los convencionalismos de su clase. El fuego bajo el aspecto glacial de "el témpano" Deneuve.
El vestuario diseñado por el gran Yves Saint Laurent elevó -aún más- a la actriz como icono de estilo y convirtió su armario en el film en una sucesión de piezas atemporales que definen a la perfección el estilo elegante de la mujer burguesa. Posiblemente sea uno de los vestuarios de cine más copiados y revisitados por los diseñadores de moda.
Las gabardinas, los abrigos rectos, los guantes altos de piel, los dos piezas de chaqueta y falda, son algunas de las prendas que forman ese fondo de armario y que esta temporad son tendencia. Otro ejemplo, los zapatos de tacón carrete y hebilla propuestos por varias firmas para este invierno, como Miu Miu o Chanel se inspiran en el mítico modelo Belle, diseñado por Roger Vivier especialmente para el film.
Pero hay más burguesas de cine, como Fanny Ardant en La mujer de al lado, Stéphane Audran en La mujer infiel, Romy Schneider en Boccaccio 70 o La piscine o Anouk Aimé en La Dolce Vita, por citar solamente algunas. Si buscamos un ejemplo reciente no se me ocurre otro mejor que Io sono l'amore donde Tilda Swinton vestida por Jil Sander, Hermès y Prada interpreta a la perfección a una infeliz burguesa de Milán.
En los años 70 la burguesía se renueva y se aleja, aunque solamente sea en apariencia, de su imagen más seria y conservadora. Las burguesas se mudan a la Rive Gauche y visten de Yves Saint Laurent, algunas tienen la suerte además de ser colaboradoras e íntimas amigas del diseñador, como Loulou de la Falaise, de origen aristocrático o Betty Catroux, hija de una dama de la alta sociedad y un diplomático. Esa nueva burguesía juega a saltarse por medio de la moda los códigos que rigen la alta sociedad a la que pertenecen. Su modo de vestir surge del cóctel de combinar una rica educación artística y la capacidad de apreciar el lujo, con elementos vulgares que rozan el mal gusto o que pertenecen a clases más humildes creando así un estilo único e irreverente.
Huyen de la ostentación, de los logos y de los detalles demasiado evidentes. Firmas como Céline, Prada o Louis Vuitton coinciden en sus diseños con esa filosofía de elegante sencillez y de prendas lujosas que buscan pasar desapercibidas.
ABURGUESADAS Y A LA ÚLTIMA
Esta temporada la moda reinterpreta una vez más el estilo de la mujer burguesa.
La firma francesa Carven lo hace con blusas estampadas, pantalones de talle alto a la cintura y abrigos en jacquard. Los vestidos con altísimos guantes de piel, los dos piezas en neopreno color pastel, el tweed y los zapatos con hebillas son las señas de identidad de la mujer propuesta por Miuccia Prada para este invierno, una burguesa elegante que juega a aparentar una atractiva falsa inocencia. Miu Miu, la otra firma de la diseñadora italiana, viste a la nueva burguesa con abrigos a cuadros con detalles en piel, gabardinas en piel de pitón, falditas que marcan la silueta combinadas con blusas y llamativos complementos.
También los cuadros y los trajes de chaqueta en lana y tweed con falda por debajo de la rodilla visten a la mujer imaginada por Karl Lagerfeld para Chanel, toda una dama del distrito VII de Paris.
La versión más dulce y recatada la encontramos en Nina Ricci, Rochas y Chloé que apuestan por vestidos con escote corazón, estampado de golondrinas y faldas por debajo de la rodilla, respectivamente.
En Dries Van Noten, en cambio, encontramos la versión más artística de la burguesía, bien podría ser una coleccionista de arte algo excéntrica que viste con elementos de gran riqueza como el cashmere, la piel, los brocados o el terciopelo bordado en prendas exóticas y algo masculinas combinadas con delicados vestidos y blusas. En esta misma línea, inspirada por una mujer burguesa más joven y bohemia se encuentran las colecciones de Gucci, Fendi o Louis Vuitton.
Todas ellas, además de su más que solvente economía, tienen en común la riqueza de los tejidos de sus prendas, la apuesta por los detalles que no evidencian de forma llamativa su privilegiada posición, el deseo de huir de los logos, la sencillez de las líneas y una irresistible sensualidad elegante y alejada de cualquier obviedad.
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