VALENCIA. Cuando uno llega a Le ParK, lo primero que llama su atención es que no hay fronteras artificiales que delimiten el parque. Le ParK no parece un parque, y sin embargo, es el parque absoluto; uno en el que en un solo espacio, se reúnen todas las formas que podría adquirir un parque. Situado en una isla privada cercana a Borneo y con el tamaño de una megalópolis, su creación responde a los deseos de un millonario ruso de nombre Kalt y a la ambición científica de un misterioso arquitecto moldavo que apenas se deja ver, conocido como Licht. Este inmenso recinto es la evolución de otros parques que ya han procurado a sus visitantes pasatiempos de lo más novedoso; desde aquel destinado a emular el trabajo fabril en los suburbios del norte de Moscú, hasta ese otro en el que el visitante puede sentirse residente de un gueto por unas horas.
Sin embargo, pese a existir cierto parentesco con ellos, la propuesta de Le ParK va mucho más allá. Tanto, que podría decirse que ha escapado a los límites del entretenimiento. Porque en Le ParK, restringido a un centenar de visitantes pudientes por día, de lo que se trata es de exponer la naturaleza humana que habitualmente se reprime, y hacer de este reverso poco bronceado y húmedo, un entorno por el que poder pasearse sin reparos.
Dicho todo esto, la duda persiste. ¿Qué es Le ParK? ¿Por qué se dice de él que es "sorprendente, horrible, indignante, maravilloso, capitalista, totalitario, impío, desquiciante, ciclópeo, innoble, americano, utópico, delirante, místico, asqueroso, elocuente, ultramoderno, inquietante, impresionante, vulgar, nihilista, estúpido, mágico, profético, extraordinario, abyecto, actual"? Hemos dicho que en Le ParK se manifiestan todos los tipos de parque que podamos imaginar, lo que no hemos dicho es que lo hacen de un modo no compartimentado y carente de limitaciones de cualquier tipo.
Repasemos sus atracciones. El Cabaret de las Utopías Perdidas, por ejemplo, permite vivir virtualmente la ejecución de un atentado o el desarrollo de una revolución en un país pobre bajo el yugo de un dictador. Crear células clandestinas, redactar panfletos, confeccionar bombas; todo para que la inmersión del visitante sea total. En Reptilarium Inc., por otra parte, el terrario tropical se fusiona con las oficinas de una modernísima startup tecnológica.
Así, a través de las paredes de cristal, el espectador contemplará con asombro como camino de la fotocopiadora, un auténtico profesional -no un figurante-, es atacado por una anaconda sin previo aviso y constreñido hasta la muerte, mientras sus compañeros, demasiado ocupados y acostumbrados a la situación como para socorrerle, no disminuyen en absoluto su muy elevada productividad. Por supuesto, los espeluznantes gritos del desgraciado serán registrados minuciosamente y almacenados para su reproducción en el Conservatorio de Gritos, una vastísima fonoteca donde es posible admirar los infinitos matices del sufrimiento humano.
Suena terrible. Afortunadamente, Le ParK es solo la brillante monstruosidad de ficción creada por el eminente pensador francés Bruce Bégout (Talence, 1967), quien como Banksy y el resto de artistas que han diseñado el recientemente revelado Dismaland, ha querido llevar más allá el concepto de parque, haciendo uso de él para configurar un paisaje hostil y desagradable, amenazante y perturbador. Post-entretenimiento, al fin y al cabo. Un espacio donde el disfrute es solo una parte del espectáculo.
Publicado en nuestro país por Editorial Siberia, no es arriesgado asegurar que se trata de uno de los mejores títulos que vieron la luz en todo el año pasado. Incluso, dejándonos llevar por la euforia de un modo irreflexivo -pero honesto-, podríamos decir que es uno de los mejores libros de los últimos diez años. El talento de Bégout como escritor solo es equiparable a su lucidez como filósofo. La historia, a modo de supuesto reportaje, avanza a través de pequeños flashes, casi anotaciones, que van desentrañando los aspectos más y menos conocidos del parque. ¿Será cierto que los prisioneros no son actores sino reclusos de verdad? ¿Qué ocurre en las zonas restringidas de la isla? ¿En qué consiste el factor E? ¿Qué es exactamente la prodigiosa Wunderkammer? De no tenerlo al alcance de la mano ahora mismo, correría a por un ejemplar de Le ParK a la librería más cercana.
NEUROARQUITECTURAS POSIBLES
"Llevo toda la vida persiguiendo el mismo objetivo: la reversibilidad absoluta de la ciudad y de la mente". Esta misteriosa y mesiánica sentencia resume una de las máximas aspiraciones del cerebro tras la construcción de Le ParK. Licht, que en alemán significa luz, busca "vulnerar los límites de lo concebible" hasta llevar la arquitectura a otro estadio, perseguir con ella objetivos que nada tienen que ver con los habituales.
Le ParK no pretende provocar algo tan elemental -aunque efectivo-, como las cosquillas en el estómago de una montaña rusa. Tampoco quiere ofrecer un aprovechamiento del ocio banal e insípido como el que procura disparar con una escopeta trucada a unas botellas. En Le ParK, la ingenuidad no es una alternativa. Se puede ser resistente al mensaje que exhibe sin pudor, pero uno no puede ignorarlo. Porque lo que se muestra en el horrífico pasacalles que describe Bégout en un momento de la historia, sin ir más lejos, no son más que aspectos comunes y aceptados de la vida. Eso sí, dispuestos en un contexto que no es el habitual, lo cual hace de la experiencia algo incómodo e incluso repulsivo.
Algo parecido debe ocurrir en Dismaland, que bien podría ser un peldaño en la escalera hacia un real Le ParK. Porque tras la decadencia característica del parque de Banksy, tras la crítica, tras la reinterpretación, la parodia, la violación, la caricaturización, la exposición, la reflexión o el sacrilegio, hay algo que no debe escapársenos. Dismaland también es post-entretenimiento. No por nada el referente que se ha escogido para llevar a cabo la instalación es un parque. ¿Qué emociones experimenta quien cruza sus puertas, qué sensaciones se llevará a casa? Bravo por Banksy, Escif, y todos los artistas que han participado en el proyecto. Somos prácticamente esos que hasta hace no mucho disfrutaban en zoológicos humanos.
¿Quién quiere verse en el espejo tan de cerca?
Me ha encantado el artículo. Me parece un libro fascinante y una recomendación de gran actualidad. Y la comparación con la ironía de Banksy está muy bien traída... Me ha recordado mucho a una de las grandes obras editadas en 2014, creo, de una editorial valenciana maravillosa: Media Vaca, y su Buffalo Bill Romance http://www.mediavaca.com/index.php/es/colecciones/grandes-y-pequenos/256-buffalo-bill-romance hablan de esas exposiciones universales de principios del XX en las que, las miserias humanas, eran una atracción más. Con la obra de Media Vaca cerraríamos un círculo virtuoso: la crítica más despiadada a través de la reflexión y el arte, de lo que estamos haciendo. Enhorabuena.
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