Retrato de una admirador de Galdós que, cuando escribía, se preocupaba tanto del contenido como de la estética
MADRID. ¿Rafael Chirbes escribía literatura social? A esta pregunta se puede responder: Qué más da, hacía literatura y punto. Pero resulta que, además, Chirbes era un autor cabreado, un indignado más, que dominaba la palabra y que con ella hacía gran literatura para denunciar poéticamente la corrupción.
Humilde, discreto, aislado del ruido en su casa familiar de Tabernes de Valldigna (Valencia) -donde nació en 1941-, después de haber vivido muchos años en el centro de Madrid y, antes, en Marruecos, París o Barcelona, Rafael Chirbes se ha ido como vivió, en silencio, una tarde del 15 de agosto, en pleno verano y en una España cerrada por vacaciones y casi entera en fiestas.
Reconocido en los últimos años con los premios Nacional de la Narrativa y Francisco Umbral por En la orilla y con los premio Cálamo y Nacional de la Crítica por Crematorio, Rafael Chirbes comenzó haciendo crítica literaria, relatos periodísticos y reseñas gastronómicas o de viajes.
Y fue tras su primera novela, Mimoun (1988), finalista del premio Herralde de novela y un éxito también en Alemania y Francia, cuando comenzó su trazo personal sobre la sociedad española con la trilogía inaugurada con La larga marcha (1996) -que llegaba hasta la Transición- cuando comenzó a ser un autor muy valorado y elogiado.
El éxito con mayúsculas llegó en 2007 con Crematorio, su descripción de la burbuja inmobiliaria, que tuvo su epicentro en Valencia, su tierra, que conocía bien. A partir de ahí, comenzó un gran reconocimiento entre lectores y críticos, una circunstancia que no dejó de sorprender a este hombre tímido y fumador.
Después siguió con En la orilla, que se ganó además la consideración de ser el mejor libro de 2013, a juicio de los lectores.
"La culpa del éxito de la novela la tienen los tiempos que corren, más que el libro. Todo coincide con la desolación del país", decía Chirbes a Efe cuando le dieron el Nacional de Narrativa por la multipremiada En la orilla.
Y es que En la orilla fue una novela dura y amarga que supo conectar con los lectores ávidos de verdad y honestidad ante tanto derrumbe, una sensación que coincidió con el resurgimiento de los movimientos sociales.
Para el jurado se trataba de una novela de "una extraordinaria construcción literaria que, tratando de la realidad de la actualidad, no se limita al realismo, mostrando una riqueza formal y unos recursos poéticos que lo trascienden".
Un éxito que Chirbes siempre achacó más a "un movimiento civil que al libro".
Admirador de Galdós y preocupado a partes iguales por la estética del libro y por su contenido, el escritor valenciano se sentía muy escéptico y descreído de la clase política y decía que podría haber escrito sus libros en cualquier otro lugar de España, no solo en Valencia.
"Podría haberse tratado de la Cataluña de Pujol, la Andalucía de los ERES o el Madrid de Esperanza Aguirre...La clase política ha minado todo por su propia creación, por cómo se formó en este país y cómo ha ido haciendo este país. Son los que nos han traído hasta aquí", decía a Efe el escritor.
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