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CRÍTICA DE 'ASPE SUENA'

Algo hemos estado haciendo mal

EUGENIO VIÑAS. 01/08/2015 La primera jornada de conciertos en la localidad alicantina sirve como espuela para una reflexión que podía surgir en cualquier otro festival

ASPE (ALICANTE). Algo hemos estado haciendo mal cuando somos incapaces clavar las rodillas en el suelo y pedir clemencia ante la disolución de Standstill como banda irrepetible en el panorama musical español. De hecho, ¿cuánto tiempo le queda al rock en España? ¿Cuánto más ha de durar la quimera de un sonido lo suficientemente fiel y crudo a un estilo lo suficientemente transcendente y puro en todo el universo con aroma a nuestro día a día? No mucho, al parecer, si tenemos en cuenta lo mucho que prospera cualquier aspecto de verbena pueril como ese 'producto' en el que ha derivado Sinodie a lo largo de los últimos festivales (que es de lo que se vive)

La primera jornada en un festival tan concreto y pequeño como el Aspe Suena sirvió para evidenciar que algo hemos estado haciendo mal durante mucho tiempo como para generar, sin la menor vergüenza, una indiferencia ante el sonido redondo, pletórico y glorioso en la 'nevera' que arropa al bajo de Ricky Falkner como un consorte más de Standstill frente a la efectividad festivalera que brinda Sinodie (así se refería Loquillo a ellos cuando por algún motivo entendió que era rentable hablar de ellos) en cualquier 'bolo' de su interminable, previsible, inocua y, sin ánimo de peso, 'gira' (sic).

Es problemático, es sintomático, es peligroso y tremendamente simbólico que el constante reclamo a las palmas, al cachondeo por el cachondeo, a la aceptación por la masa y el calor -por no decir lo contrario, al silencio por el silencio, haya elevado aspectos tan poco celebrables de la creatividad musical que seamos incapaces de provocarnos una nausea ante la posibilidad de que discos como Vivalaguerra o Adelante Bonaparte pasen desapercibidos para el gran público.

No son pocos los motivos que nos han llevado a distorsionar la realidad entre la música decidida, elaborada, tan amena como nutritiva, profunda, divertida y multicapa que han creado bandas de dudoso conocimiento general como Standstill, The Unfinished Sympathy, Delorean, Airbag, Nueva Vulcano, Half Foot Outside o Templeton, entre tantas otras, entre muchísimas otras, y que a fuerza de hacer algo muy mal entre todos han sido capaces de diluirse en la nada, sin un calado transcendental en la historia más reciente de la música hecha aquí, en corto, en el ámbito que debe filtrar y mejorar una cadena de placer por transmisión que parece perderse hacia la nada. Nada que es menos que nunca jamás y que resulta, que resuelve, que es ya sin duda una sociedad como fruto cuestionable. Desdeñable, vaya, contra la que revelarse de e hecho. 

Porque esta no es la crónica o la crítica de ningún concierto o festival, sino de los aplausos sordos, del sí porque sí ante un postureo que agrava una situación política, artística, creativa, social, general, ¿generacional?, a resolver. Cuestionable, al menos. 

Algo hemos estado haciendo mal todos, rematadamente mal todos, muy mal, cuando somos incapaces de callarnos en primera fila a la espera de la siguiente piedra arrojada por alguien como Standstill, una banda que ya ha anunciado su repliegue, consciente de una profundidad mucho menos ajustada a la necesidad de quien le debería haber escuchado que quien finalmente les ha escuchado, quien no ha tenido ocasión de gozar un de un filtro para aceptar que aquello que sucedía a través de la voz de Enric Montefusco era necesario de poner en valor. 

El error puede haber estado, por parte de tantos, en la desidia a la hora de señalar a aquellos que repetían ritmos vergonzosamente infantiles, patéticamente plagiados desde hace tres o cuatro décadas, que se disfrazaban sobre el escenario de cocodrilo, que aprovechaban un posicionamiento previo para especular hacia ningún lugar, que generaban un entendimiento de oyente, patético, denunciable y confusamente aceptado y que crean una ira que los carteles de festivales, de tantos festivales, solo son capaces de repetir. Por aclamación, por compra compulsiva, por motivos comerciales, pero sobre todo poco denunciados, nada señalados, ajenos al menor criterio, difuminados frente a la crónica siempre agradecida de blogs que se alimentan de acreditaciones de prensa, de no tener la menor intención de informar, sino de autocomplacerse y ser un cajón de reflexiones personales frente a las ideas críticas más obvias, han degenerado en una actual situación en la que lo mismo da un paripé de flotadores y recursos efectistas (infantiles, lamentables, de verbena) que a cualquier ayuntamiento parecen justificarle el presupuesto juvenil en fiestas de la localidad.

Sea como fuere, es como es. Un escenario acrítico, lamentable y de candente verano tras verano en el que nadie alza una voz frente al jolgorio vacuo de bandas a olvidar que por repetición de un patrón nunca cuestionado se replican fin de semana tras fin de semana sin ser expuestos al menor juicio. Y ahí va el completo, el sujeto de la cultura musical que sucede, a la deriva, sin ninguna voz al rescate, aceptando cualquier solución musical problemáticamente sencilla como el menor de los demanes económicos en la causa de la solución por replica y por fiesta veraniego-municipal.

Cuánto bien hubiera hecho algo de criterio sobre la pseudosolución repetida de un cartel que viene reprimiéndose diez años sin la menor refección. Enhorabuena a los agraciados. Desgraciados.

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