VALENCIA. Hace unos meses se hizo viral un vídeo presuntamente terrorífico en el que unos chavales hacían una especie de sesión de espiritismo utilizando unos lápices. La paranoia llegó a tal punto que en México un niño fue sometido a un exorcismo. Al final, se trataba de una promoción de la película La Horca (The Gallows), que este fin de semana llega a nuestras pantallas.
Detrás de las cámaras están Travis Cluff y Chris Lofing, dos viejos amigos a los que hasta ahora era más fácil ver actuar que dirigiendo y que han recurrido al ya manido tema del metraje recuperado para rodar esta película en la que un grupo de jóvenes intenta llevar al teatro una obra que su director original no pudo concluir por motivos desconocidos, hace ya 20 años. Aquello marcó a toda la población, así se los protagonistas deciden rendirle un homenaje. Pero cuando los fenómenos paranormales empiecen a sucederse se darán cuenta de que hubo algo muy difícil de explicar.
En principio, no cabe duda que este tipo de producciones va dirigido a un público muy concreto y que suele disfrutar cada una de estas producciones de sustos y muertos en serie, pero desde La bruja de Blair, intentar sorprender al respetable con el uso de la cámara subjetivo, el metraje recuperado y demás técnicas es cada vez más difícil. El motivo está bien claro: sin un buen guión, todo suena a déjà vu.
Por supuesto, estas películas tienen una serie de pautas que rara vez nadie se atreve a romper. Que no falte la banda de amigos protagonistas, normalmente reclutados por haber hecho papeles en pequeñas producciones o series de televisión para público adolescente. En esta ocasión, los afortunados son Reese Mishler, Pfeifer Brown, Ryan Shoos, Gassidy Gifford y otros ilustres desconocidos por estos lares.
MIEDO O MAREO
La crítica americana no ha sido particularmente benévola con este estreno. Desde los que pedían que "los colgaran bien alto" hasta los que han destacado su carácter realmente terrorífico... por lo mala que es.
El problema de fondo es que el recovered footage puede tener su aquel si sirve a la historia, pero cada vez se utiliza más como un método para ocultar la escasez de medios. Conclusión, más que asustar muchas películas marean. A eso se suma que resulta poco creíble que gente a la que van degollando uno por uno se dedique a hacer selfies o a grabarse para sacarlo en vine.
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