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LOS RECUERDOS NO PUEDE ESPERAR

La movida valenciana
según un 'nerd' de la época

RAFA CERVERA. 18/07/2015

VALENCIA. Cuando se habla de la movida, me cuesta trabajo discernir exactamente de qué movida se habla. Para mí existen dos. Está la versión con la que me identifico,  esa que sucedió espontáneamente cuando a nadie se le había ocurrido todavía llamarla así. La otra, con la que siento que tengo mucho menos que ver, el fenómeno oficial, es eso que deja de ser underground para convertirse en algo popular, en detrimento de su significado original. Pasó con el punk británico y con el grunge estadounidense.

Pasó con la movida madrileña y también con su versión valenciana. A cualquiera que haya estado involucrado desde el principio en cualquiera de estos asuntos, este tipo de terminología siempre le producirá algo de dentera. Cuando en 1992 les pregunté a Dave Grohl y Krist Novoselic de Nirvana qué era exactamente el grunge, me dijeron que esa palabra la habían usado siempre para describir la mugre que se adhería a la cortina de la ducha.

MODERNIDAD VERSUS TRADICIÓN

Los albores de la movida local, tal como yo los viví, significaban estar escuchando música nueva en una tienda como Harmony; y también conocer allí a gente que tocaba en grupos como La Morgue o La Banda de Gaal. Significaba compartir preciada información con los amigos con los que mantenía afinidades musicales, intercambiarnos discos, descubrírnoslos unos a otros. Explorar con ellos el barrio del Carmen en busca de vestigios de esa modernidad que iluminaba semanalmente las portadas del NME y el Melody Maker -ambos semanarios podían conseguirse habitualmente en el irreductible Kiosco Moderno de la Plaza del Ayuntamiento, y qué placer  daba ir a comprarlas en un establecimiento con semejante nombre-.

Esa ansiada modernidad rara vez era tridimensional. Podías acariciarla en dichas revistas o en las portadas de ciertos discos, y también, a veces, en publicaciones españolas como Vibraciones, Star o Disco Express. Podías escucharla en tu tocadiscos o en el de un amigo; o, si tenías la edad suficiente, en algún local con un disc jockey conectado con lo nuevo, como eran los casos de Juan Santamaría y Emilio Ruiz.

Pero en 1979 o 1980 no veías por Valencia a nadie vestido como The Clash, no había imitadoras de Siouxsie ni siquiera de los Pegamoides. Solo los esforzados atuendos de David Dúplex, de La Morgue, y las gafas loureedianas y el look gris marengo industrial a lo Joy Division de José Luis Macías y Remi Carreres marcaban esa diferencia estética que rompía -o al menos lo intentaba- con la tendencia progre -pana, suéters de cuello cine, fulares, barbas, melenas y un discurso político que no dejaba pasar el aire-, que era la antítesis de todo lo que podía atraerle a un adolescente enamorado de la moda juvenil.

LLUEVEN NEW ROMANTICS

Lo que supongo que la mayoría de la gente identifica ahora mismo con movida valenciana es algo que simplemente empezó a pasar en 1981, o al menos, ahí fue cuando yo tuve noción de ello. Ese verano tuvo lugar el despegue de Glamour, con la maqueta de Imágenes sonando en Barraca, por cortesía de Carlos Simó, cada fin de semana. El look new romantic, que se mimetizaba muy bien con lo que hacía por aquel entonces Francis Montesinos, iba apoderándose de la noche. Los propietarios del pub Teléfono, situado en el Carmen, trasladaron el negocio a una zona alejada del circuito nocturno, cerca de la Estación del Norte, a la que acabamos refiriéndonos coloquialmente como pelayo, por su cercanía con dicha calle.

En cuestión de semanas comenzaron a abrir bares similares; la discoteca Metrópolis, situada junto a  Pyjamarama, se convirtió en otro punto clave. Fue así como pelayo se llenó de nuevos románticos y aspirantes a serlo, algo que, teniendo en cuenta la similitud de ciertos modelitos con los atuendos falleros, tampoco resultaba tan descabellado.

PYJAMARAMA, EL BAR

Desde su inauguración, Pyjamarama fue el cuartel general de Glamour, congregando en su espacio a otros músicos y gente variopinta. Por su interior transitaban el productor discográfico Esteban Leivas -productor y tutor de Glamour- Los Tomates Eléctricos, la gente de Dalilas -que cambiaron el nombre por el de Esgrima- con el inclasificable Hilario Cortell al frente, Segunda Sección, Europa -más tarde Última Emoción-, Miguel F. Jim, -alias Proceso Inverso-, el locutor Arturo Blay... En la barra se vendían  las primeras casetes de La N.O.R.M.A. -recopilatorios de maquetas de grupos noveles valencianos donde se dieron a  conocer Rafa Villalba y Los Inhumanos, entre otros- y allí se puede decir que empecé a fabricar Estricnina, el fanzine con el que debuté como escriba musical en 1982.

En otros puntos de la ciudad pasaban más cosas, -Seguridad Social, que entonces eran punk, ya andaban liándola y Sade se perfilaban como uno de los mejores acontecimientos pop que podían sucederle a esta ciudad- pero mi mundo entonces giraba en torno a Glamour y Pyjamarama.

DÚPLEX, LA MALVARROSA Y EL DETECTOR DE HIPPIES RECICLADOS

No mucho antes de todo aquello recuerdo asistir a un ensayo de unos primerizos Betty Troupe en la casa del batería que tenían entonces, Pedro Aparicio. Flora Illueca, su única vocalista en aquel momento, tenía un loable gusto musical y estaba al tanto de los nuevos grupos extranjeros, que cada vez se difundían con mayor rapidez gracias al reforzado circuito de pubs - a destacar Dúplex, con interiorismo e imagen de Mariscal, situado en la Plaza de Cánovas- y discotecas, donde sonaban los últimos maxis de Spandau Ballet, Visage, Adam & The Ants, Soft Cell, Duran Duran, Animal Magnet. 

Siempre se ha dicho que Valencia era muy moderna entonces, y sí, lo era, pero por inercia, por esa capacidad hedonista que tenemos aquí para incorporar a nuestras vidas todo aquello que da placer. Era una manera poco intelectual de aproximarse a la música, es decir, un planteamiento completamente opuesto al mío. Era sorprendente descubrir canciones y grupos en una pista de baile, pero mi escuela había sido la prensa musical, la española y la extranjera. Imagino que el de Flora, en cierto modo también era así, lo mismo que los de Macías y Remi o los Tomates.

Por lo demás, lo que predominaba en la naciente escena local era el viejo concepto del rock, pasado por el tamiz de la Malvarrosa, esa manera de entender la música que tenía que ver más con Crosby Stills Nash & Young o Eagles que con Sex Pistols. Incluso con los pelos cardados y ropa a la última, era difícil que algunos hippies reciclados dieran el pego.

YO FUI UN 'NERD' ANTES DE TIEMPO

Mi movida valenciana fue esa y tuvo lugar entre la primavera de 1981 y el verano de 1983. Es cierto que también viví de cerca aunque ocasionalmente, lo que ocurría en Madrid. Eso me ayudó a relativizar lo que pasaba en mi ciudad, que ya se sabe cómo somos de chovinistas los valencianos. Después me fui a la mili y cuando regresé, el término movida ya estaba casi homologado a nivel nacional. En cualquier caso, lo que ocurría ya no formaba parte de mi mundo privado así que lo viví de otro modo, supongo que como el resto, aprovechando ese contexto de libertad y agitación, pasándolo lo mejor posible, bebiendo, drogándome, tiñéndome el pelo; pero con la conciencia de que aquello se había convertido en una fiesta de puertas abiertas que en muchos aspectos poco tenía ya que ver conmigo.

Hay quien piensa que la llamada movida valenciana fue más importante que la madrileña —también hay quien coloca las fechas finales de ambas según le conviene para poder decir que él o ella también estuvo allí; hay quien incluso está dispuestos a estirarla  hasta 1990 y conectarla con la ruta del bakalao—, pero los efectos del centralismo ayudaron a colocar en segundo plano lo que se cocía aquí. No puedo discrepar más. Aquí hubo algunos grandes grupos, algunos éxitos pop que hicieron historia, algunas bandas que hubieran dado mucho de sí de haber sobrevivido al momento o as sí mismas, y, sobre todo, una gran euforia. Ese sentimiento festivo y esas canciones populares son lo que queda en el imaginario colectivo. Lo demás es alimento exclusivo para estrafalarios como yo.

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3 comentarios

Nieves escribió
19/07/2015 21:38

Perdona pero desde Capsa, y Cristhofer, la modernidad llego a esta ciudad y por no hablar del Golem , o el Cala en el Perellonet

ramon espacio escribió
18/07/2015 11:51

Disientom en eso de que en el 79 .80, no habia gente punk en valencia. Esistia un grupo de corta vida y peor suerte llamado Absenta, donde individuos como el lobo,luis garcia, el cuello, o manolo rubio ya lucian collares de perro y pwkos naranja,

PaquitoA escribió
18/07/2015 11:02

Cuando se hizo el concierto homenaje a David Bowie hace unos meses pensé que allí estábamos todos los que fuimos modernos cuando conocíamos la música original de Hawaii 5-0 porque ya estamos en esas edades del cinco. Algunos no llegamos a ser Nerds pero sí gastábamos nuestras escasas pesetas semanales en el Pyja o Harmony Sí, yo también fui modernete ... ¡y compré Estricnina en su momento!

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