VALENCIA. Cada obra es como una ventana a un mundo onírico. En cierto modo, las grandes fotografías de Antonio Girbés (Tavernes de la Valldigna, 1952) que ha reunido en El Almudín de Valencia no son los Refugios que se mencionan en el título, sino las puertas a esos refugios. Los refugios están dentro y sólo se accede a ellos si el espectador se atreve a dar el salto.
Por primera vez en su carrera Girbés expone en este espacio valenciano y lo hace de la mano de grandes arquitecturas del mundo. Refugios-Delirious City se compone de dieciocho fotografías-esculturas de lugares reconocibles como La Lonja de Valencia, el Palacio de Bellas Artes de México o el Metropolitan de Nueva York, pero que en manos de Girbés adquieren un nuevo sentido.
Todas estas obras suponen una invitación para dejarse seducir por la belleza del patrimonio histórico y artístico a modo de "refugio" frente a esta "época terrible" en la que cada uno necesita un tipo de protección, subrayó el artista durante la presentación de la exposición.
Junto a él, el comisario Javier Molins, y la coordinadora del Área de Cultura en el Ayuntamiento de Valencia, Glòria Tello, en el que fue su primer acto como titular en el cargo. La exposición se podrá contemplar hasta el próximo 25 de octubre y posteriormente viajará a la Abadía de San Giorgio Maggiore de Venecia para la próxima Bienal de Arquitectura.
IMÁGENES QUE SE EXPERIMENTAN COMO PINTURAS
Tal y como cuenta Molins en el catálogo, decía el crítico de arte Arthur Lubow en un artículo en el New York Times que hay dos tipos de fotógrafos: el cazador fotoperiodista y el que crea imágenes que pueden ser experimentadas como las pinturas. Girbés se encuadra en este segundo tipo. Algunos llegan a esa categoría a través de la composición. Otros, de la perfección técnica.
En su caso, sus obras surgen de ambas cosas. Son la suma y manipulación de numerosas fotografías originales, más de 100 en algunos casos, que a la manera de los eslabones de una cadena de adn recomponen las grandes construcciones arquitectónicas que homenajea, distorsionándolas de tal manera que adquieren otro significado. Son como mosaicos integrados por piezas que "conforman un todo indisociable, de gran perfección técnica y enorme definición", destacó Molins.
Desde lo abstracto a la figuración, pasando por lo aterrador o amenazador de un cielo plomizo o la sencilla belleza de la naturaleza, las ciudades delirantes de Girbés se convierten en vías de escapatoria mentales a otros mundos que, como dijo Paul Éluard, están en éste. Tan cerca, tan lejos como traspasar la puerta del Almudín. La ubicación de la exposición en un edificio medieval, su instalación justo debajo de pinturas góticas, dan una nueva dimensión a las imágenes y unen al conjunto, espacio y contenido, convirtiéndolo en una suerte de máquina del tiempo.
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