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LA CUARTA PARED

Los personajes secundarios de los clásicos teatrales asumen el protagonismo

BEGOÑA DONAT. 08/07/2015 Las hijas menores de Sancho Panza y Bernarda Alba y el compañero de farra de Enrique IV se arrogan roles principales

VALENCIA. A los actores secundarios del mundo no les hace falta empuñar arma blanca alguna para asumir, más tarde que nunca, el protagonismo. Donde hay carisma hay recompensa, por mucho Simpson que se entrometa. Hay papeles de reparto que terminan mereciendo un proyecto en el que asumir el eje de la acción. En el audiovisual resulta obvio. En el cine, los minions de Gru, la desmemoriada Dolly de Buscando a Nemo (Andrew Stanton, Lee Unkrich, 2003), el pirata del Caribe Jack Sparrow o el gato con botas de Shrek... En televisión, la serie Better Call Saul, centrada en el abogado de Breaking Bad, Aída, desgajada de Siete vidas, o Frasier, spin off de Cheers. Este desplazamiento del protagonismo no es tan común, en cambio, en el teatro, aunque los dramaturgos actuales dirigen su mirada hacia roles de acompañamiento en obras clásicas para pergeñar nuevos montajes.

Así lo ha hecho Rosel Murillo con el personaje de la hija menor de Bernarda Alba, Adela. Esta segunda oportunidad brindada al personaje creado por Federico García Lorca es la pieza con la que debuta la joven compañía bilbaína Barluk Teatro, y que el próximo viernes, 10 de julio, ha sido programada en la muestra de teatro novel escènia de Foios.

"Elegí a Adela porque de todas las hermanas es la única a la que se le corta el camino. Hay personajes en la literatura a los que los dramaturgos necesitan matar porque se hacen dueños de toda la trama. Es el caso de Adela, y también de Mercucio, en Romeo y Julieta", opina la dramaturga.

DEL CORSÉ AL VAQUERO

El montaje hace hincapié en la personalidad arrolladora de la veinteañera, en su rebelión contra el luto sofocante impuesto por su madre. Y la eleva al rango de abanderada de la lucha por la igualdad de género. "Es la más fuerte y valiente de las cinco hermanas, ese caballo encerrado en la cuadra dando coces queriendo correr, queriendo salir. Quería poder hablar a las chicas de ahora desde este tipo de mujer", argumenta Murillo.

La obra, de hecho, arranca con una frase que afila la lanza rota por el autor granadino a favor de la liberación de la mujer, subrayando el rol que ha jugado el vestuario como modo de extorsión: "Nos han librado del corsé y nos han puesto los vaqueros, que son más fáciles de quitar".

Rosel Murillo considera que a través de este personaje, Lorca plantea al espectador que hay otra posibilidad de ser mujer. "No hay que estar encerrada entre cuatro paredes, se puede cambiar y evolucionar. Adela es un ejemplo de ruptura con las normas impuestas por una sociedad machista que nos ha intentado controlar y nos ha impedido una expresión libre", se explaya la creadora.

Un momento de la obra 'Adela'. FOTO: ERNESTO SERRANO.

La dramaturga debutante no sintió la presión de emular a Lorca, quizás porque no se ha comparado ni ha querido imitar su escritura. "Por supuesto tienes que cuidar su obra y te enfrentas a un texto muy grande, pero pienso en él como un maestro, como un hombre de teatro que quería que su obra estuviera viva. Es un orgullo para mí y una tranquilidad haber tomado a Lorca y no a otro".

Más apurado fue hacer carne a Pepe el Romano, un mito sexual nunca invocado en escena. La obra se centra en la relación clandestina entre Adela y el novio de su hermana mayor, Angustias, catalizadora de la tragedia, y de ahí la necesidad de corporeizar a este personaje que siempre se nos ha hurtado en las tablas.

"Adela necesitaba un contrapunto, y esa fuerza antagónica es Pepe el Romano. El argumento trata de dos personas que no se llegan a entender. Es una lucha de dos. No obstante, la presión recae más en el actor que lo interpreta, porque ha de cumplir las fantasías de mucha gente. Algo así como el reto que se le planteó a Jamie Dornan en la adaptación al cine de Cincuenta sombras de Grey".

Parece que el actor Víctor Agra lo ha conseguido, porque comparte Rosel Murillo que escuchó a una señora decir al salir del Teatro Fernán Gómez que ya podía morirse, porque por fin le había visto la cara a Pepe el Romano.

LAS HEROÍNAS DE EL QUIJOTE

Otro tanto ha hecho Ainhoa Amestoy con la pequeña de Sancho Panza, Mari Sancha. En Sanchica, princesa de Barataria, programada el 19 de julio en el Festival de Almagro, asume el protagonismo la hija del escudero de El Quijote. Por orden de su madre, la adolescente se enrola en un viaje iniciático en pos de su padre y el ingenioso hidalgo, y al paso le saldrán todo un surtido de mujeres fascinantes: Dorotea, Marcela, Maritornes, Dulcinea y Luscinda, entre otras féminas "pintadas por Cervantes con trazos lúcidos, sugerentes, bravos, modernos, enternecedores y divertidos", adelanta la autora.

La escenografía cuenta con la firma del recientemente fallecido Andrea D´Odorico y la narración corre a cargo de dos juglaresas del siglo XXI, Lidia Navarro y la misma Ainhoa, que relatan cómo Sanchica "a través de las experiencias que le cuentan las otras mujeres, madura y descubre cuáles son sus deseos en la vida y qué son las cosas que verdaderamente merecen la pena; descubre por ejemplo la importancia de la libertad -termino tan importante en el universo de Quijote".

Un momento de la obra 'Sanchica princesa de Barataria'.

No es la única experiencia de Amestoy con secundarios laureados con un montaje propio. A la dramaturga y actriz le propusieron interpretar un monólogo de Gemma Grau sobre el personaje de Ofelia, y ella misma ha escrito un texto sobre las mujeres de la Odisea homérica, titulado Soy Ulises, estoy llegando.

"Ya decía mi bisabuelo Eugenio D'Ors: "Todo lo que no es tradición es plagio". La literatura universal tiene tanta riqueza que las obras de Homero, Eurípides, Shakespeare, Goethe, Lorca o Calderón inevitablemente despiertan la imaginación de cualquier creador -y más si es un enamorado de la literatura, como es mi caso -explicita la hija de Ignacio Amestoy-. Son una base firme sobre la que trabajar, gozar y "volar". Y una fuente inagotable de sugerencias, que con el paso del tiempo cobra nuevos enfoques".

GORDO, BORRACHO Y VIVIDOR

Esta querencia por la sublimación de los secundarios en el teatro tiene a su precursor en el personaje de John Falstaff. Y por su mismo autor, Shakespeare. Este soldado de origen noble, gordo, borracho y vividor hizo su aparición en la tragedia Enrique IV, dividida por el bardo inglés en dos entregas. Su papel era el de compañero de juergas del príncipe Hal, que cuando es coronado reniega de los bajos fondos y, por extensión, de su compinche de farra.

Shakespeare le otorgaría protagonismo en la comedia Las alegres comadres de Windsor. Y lo mentaría en Enrique V, donde la dueña de la taberna La cabeza del jabalí, frecuentada por el soldado y bebedor irredento, Mistress Quickly, describe su muerte.

Tomarían el relevo en su reivindicación como personaje icónico otros autores. William Kenrick publicó en 1766 Las bodas de Falstaff, secuela cómica de la segunda parte de Enrique IV. Ambroise Thomas provocó su encuentro con Shakespeare e Isabel I en la ópera cómica El sueño de una noche de verano en 1850. Y Ralph Vaughan Williams, Otto Nicolai y Verdi se inspiraron en Las alegres comadres de Windsor para sus óperas respectivas, Sir John in Love, Die lustigen Weiber von Windsor y Falstaff. Orson Welles lo encarnaría en Campanadas a medianoche y Arthur C. Clarke lo convertiría en robot en la saga Rama.

El último creador en prendarse del hedonista gordinflón ha sido Andrés Lima, que en 2011 estrenó Falstaff en el Centro Dramático Nacional como director, coadaptador junto a Marc Rosich, e intérprete. Entonces, afirmaba que era un personaje "tan grande como Jesucristo, que ejemplifica al ser humano mondo y lirondo, en toda su redondez".

La vigencia de Falstaff en 'Las alegres casadas', de Andrés Lima.

Cuatro años después, el fundador de la compañía Animalario reincide en el personaje con una adaptación de Las alegres comadres de Windsor titulada Las alegres casadas. La pieza visita Almagro el próximo 17 de julio, y el 28, el Festival de Olite.

"Me siento identificado con Falstaff -se justifica Lima-. Es un personaje hedonista y epicúreo, para el que el dinero es siempre secundario, pero también una manera de afrontar la vida como se puede. Es la capacidad de sorpresa y de aventura y de tomarse las cosas con sentido del humor. Y por otro lado es un desclasado, un hombre que procede de la nobleza pero está siempre mezclado con los marginales".

Tras retomar el retrato del personaje, el dramaturgo ha llegado a la conclusión de que Shakespeare, que en un principio fraguó a Falstaff para burlarse de un conocido, terminó cogiéndole cariño y lo convirtió en un alter ego: "Falstaff tiene una manera de ver la vida sin complejos y con una moral muy abierta, que choca con el puritanismo de la época isabelina. Y a Shakespeare, los puritanos le cerraban el teatro cada dos por tres. El personaje simboliza toda una manera de ponerse en contra del absurdo de los nobles, de los reyes y de la Guerra de las Dos Rosas". 

Andrés Lima considera que la coincidencia de secundarios promocionados en el teatro actual "no es tanto una reivindicación de estos personajes como que el teatro clásico vive adaptaciones y la gente pone su mirada en sitios donde antes no se había puesto".

Su adaptación de Las comadres de Windsor es severa. Trama y texto son clásicos, y puesta en escena, vestuario y música, contemporáneos. La escenografía presenta lugares metafóricos, espacios que se identifican por las letras. De este modo, cuando los personajes visitan, por ejemplo, el bar y el bosque, las ubicaciones se identifican a través de gigantescos carteles.

La reiteración en el que Lima considera "rey de los bufones" es coherente con su inclinación por los personajes secundarios, si bien considera relativas las jerarquías en el teatro. "Los criados en el teatro del Siglo de Oro español tienen prácticamente el mismo protagonismo que los señores, pero vivimos en una sociedad donde el capital es el que decide. Cuando el dinero cambie de sitio, cambiarán también los protagonistas".

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