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LA PANTALLA GLOBAL

Bisset: "Hollywood es un lugar complicado y un club esencialmente masculino"

EDUARDO GUILLOT. 26/06/2015 Charlamos con la veterana actriz aprovechando su paso por el festival de cine de Moscú

MOSCÚ. Los concursos de camisetas mojadas no los inventaron en las discotecas de extrarradio. La leyenda cuenta que la culpa es de una mediocre película titulada Abismo (The Deep, Peter Yates, 1977) y rodada en las Bermudas, en la que Jacqueline Bisset protagonizaba varias inmersiones submarinas vistiendo una prenda que dejaba poco margen para la imaginación del espectador. Cuando se estrenó, la revista Newsweek dijo que era "la actriz más hermosa de todos los tiempos", aunque ella afirma que nunca se lo creyó, y que eso la ayudó a mantener su salud mental. Lo comenta durante una conversación que tiene lugar en el Festival de Cine de Moscú, donde se encuentra en calidad de jurado.

Nacida en Surrey (Inglaterra), en 1944, Jacqueline Bisset no ha querido pasar nunca por las manos del cirujano plástico, por lo que conserva una serena belleza natural que todavía impresiona, como se pudo comprobar en Welcome to New York (2014), su última película estrenada en España, donde trabajó a las órdenes del controvertido Abel Ferrara. "Me gustó la experiencia", asegura. "La primera vez que nos vimos me di cuenta de que hay algo animal en él; es duro, como sus películas. Es muy apasionado en su trabajo, honesto y crudo, siempre dice lo que piensa. No sabía lo que me iba a costar entender su proceso de trabajo, ya que potencia mucho el lado creativo de los actores y no había guión. Bueno, sí lo teníamos, pero se lo saltaba constantemente. Si le preguntas algo, no te contesta, así que tienes que apañártelas, y puede ir de cero a cien en un segundo. Su relación con su director de fotografía es muy especial. Se gritan constantemente. Han trabajado juntos infinidad de veces, parecen muy buenos amigos, pero no hacen más que gritarse. Así que una vez entiendes que esos gritos no son algo personal, que te afecte, los ignoras, aunque de vez en cuando te sigan sorprendiendo. Es  un tipo inusual, profundamente inteligente. Nunca había trabajado con un director así. Y fue un placer compartir la película con Gérard Depardieu, con quien tampoco había coincidido todavía".

ROMAN POLANSKI Y GEORGE CUKOR

Ferrara no ha sido el primer director peculiar con el que se ha topado la actriz. Tras una fugaz aparición en El knack... y cómo conseguirlo (The Knack ...and How to Get It, Richard Lester, 1965), su debut oficial en la gran pantalla se produjo en Callejón sin salida (Cul-de-sac, 1966), a las órdenes de Roman Polanski. "Fue duro. Y yo era una niña, no sabía lo que debía hacer. Estaba fascinada por la experiencia, pero aún no tenía técnica interpretativa. Era un papel pequeño, pero me pidió algo muy difícil. Al final de un día de rodaje hacía frío y todo el mundo estaba muy cansado. De repente, Roman me dijo que quería que me riera estúpidamente. Yo no supe hacerlo, me sentí aterrada. De hecho, todo el mundo se sintió incómodo y hubo que cortar. Françoise Dorléac, la protagonista, me ayudó mucho. Me dijo que la acompañara a dar un paseo y me enseñaría a hacerlo. Estuvimos practicando con las vocales, para ver cuál era la más adecuada, y me mostró diferentes tipos de risa. Era gracioso, porque ella iba toda maquillada, con su largo cabello, y yo era como un perrito caminando tras ella. Fue estupenda, estuvimos una hora trabajando y me enseñó el ritmo interno de la risa. A la mañana siguiente, yo estaba preparada con mis diferentes tipos de carcajada, pero Roman no mencionaba el tema y empecé a ponerme nerviosa, hasta que fui y le pregunté si íbamos a rodar la escena. Me contestó: "No, no, limítate a coger la radio y encenderla" (risas). La verdad es que fue un alivio, pero al mismo tiempo deseaba hacerlo, porque había aprendido algo y quería mostrarlo. Roman era muy experimentado, aunque yo en aquel momento no lo sabía, porque no tenía con quien comparar, pero a medida que fui trabajando con otros directores me di cuenta de que está a otro nivel".

Su aprendizaje interpretativo su fue puliendo con la práctica. "Y yendo al cine", añade. "Cuando viajé por primera vez a Estados Unidos y conocí a George Cukor, me dijo: ‘Ve a verlo todo. Las películas buenas y las malas'. Entonces no lo entendí, ver malas películas me parecía una tortura, pero tenía razón, al final lo comprendí. Siempre he estado dispuesta a aprender. Creo que es mi mejor cualidad como persona. Soy muy curiosa y bastante obediente, así que cuando hay algo que no me gusta, no lo rechazo de inmediato, sino que cuento hasta diez, lo analizo e intento aprender algo. Eso me ha permitido crecer".

Con Cukor hizo Ricas y famosas (Rich and Famous, 1981), la última película del veterano cineasta, en la que también participó por primera y única vez como coproductora. "El proyecto llevaba cinco años sin lograr completar la financiación. Yo no tenía la intención de ser productora, pero sí quería conseguir mejores papeles. Empezamos a rodar con Robert Mulligan, pero cuatro días después de comenzar hubo una huelga del personal técnico del estudio y tuvimos que volver a casa. Luego, Mulligan tenía una agenda muy apretada y el jefe de la MGM sugirió a George Cukor para reemplazarle".

"Yo tenía un mal recuerdo de Cukor", prosigue Bisset. "Había sido maleducada con él por culpa de las circunstancias y el se había sentido muy ofendido con mi comportamiento muchos años antes. Cuando llegué a Estados Unidos en 1967, me inscribí en la escuela de la 20th Century Fox y me puse a hacer pruebas de cámara, que eran responsabilidad de George Cukor. Yo no sabía que era un director famoso, conocía a los cineastas europeos, pero no a los americanos. Entonces mi agente me dijo que había una película en la que me querían hacer una prueba y fui a hacerla. Al parecer, Cukor se pasó ese día buscándome, muy enfadado, diciendo que estaba allí para él y me había ido a otro sitio. Todo se paralizó y me mandaron de vuelta a Inglaterra, caí en desgracia por insultar al famoso Cukor. Yo era muy inocente, pero fue terrible".

"No sabía si en 1980, cuando empezamos a trabajar en Ricas y famosas, quedaban rescoldos de aquello. Y a nivel social las cosas fluyeron bien, pero en el set de rodaje fue complicado trabajar con él. Yo tenía muchas ganas de hacer la película, porque me permitiría dar un giro a mi carrera. Era un papel estupendo, y Cukor amaba los personajes, pero mi relación con mi socio, el productor principal, tampoco era fluida, porque estaba celoso del trato que yo recibía, y al final se mezclaron demasiadas cosas. Fue un poco una pesadilla. La relación a tres no funcionó, estaba envenenada, aunque creo que la película salió bastante bien. Está un poco fuera de su tiempo, de hecho había una adaptación previa de la misma obra de teatro, Vieja amistad (Old Acquaintance, Vincent Sherman, 1943), con Bette Davis haciendo mi personaje. Cuando me enteré no quise verla, y de hecho no lo hice hasta el año pasado. Son bastante diferentes".

ASUNTOS DE MUJERES

Para hacer la película que deseaba, tuvo que invertir en ella. Jacqueline Bisset, como muchas otras actrices, se ha encontrado con dificultades únicamente por el hecho de ser mujer. "Sentía que no me entendían, que no sabían muy bien qué hacer conmigo. Pero no era un caso aislado. Las actrices francesas o italianas no suelen funcionar en las películas americanas, los directores no son capaces de capturar esa cualidad europea. Era muy feliz por aprender y trabajar, pero había un desajuste evidente. En Ricas y famosas me sentí en mi propio espacio, aunque después de la película no volví a la producción, porque es muy duro a nivel psicológico. Aprendes mucho sobre el ser humano. Hollywood es un lugar complicado. Y un club mayoritariamente masculino. Llegado cierto punto, me di cuenta de que estaba en peligro entre gente tan implacable".

Con los directores europeos, las cosas siempre fueron diferentes. Por ejemplo, con François Truffaut, con quien hizo La noche americana (La nuit américaine, 1973). "Rodando en Francia me sentí mucho mejor. Truffaut era uno de los directores con los que deseaba trabajar, conocía su carrera y me halagó mucho que contara conmigo. Fue una buena época, porque eso me llevó a hacer Cómo destruir al más famoso agente secreto del mundo (Le magnifique, Philippe de Broca, 1973), con Jean-Paul Belmondo, luego a un papel en Asesinato en el Orient Express (Murder on the Orient Express, 1974), con Sydney Lumet, y a tener la posibilidad de trabajar con otros directores interesantes. Pero después llegó Abismo y me sentí bastante frustrada".

Una película clave en su carrera, aunque desde luego, no la mejor. "Oh, sí, fue un gran éxito, pero no el que buscaba", explica la actriz. "De hecho, fue negativo para mí. El director era estupendo, ya habíamos trabajado juntos en Bullitt (1968) y lo pasé de maravilla rodando, pero luego vino todo el asunto publicitario con el tema de las camisetas mojadas... Fue espantoso, era exactamente lo que trataba de evitar. La situación se hizo abrumadora durante unos años, hasta que pude salir de ella con Ricas y famosas. También hice algunas cosas interesantes en televisión, como Ana Karenina (Anna Karenina, Simon Langton, 1985)".

La extensa filmografía de Jacqueline Bisset ronda los cien títulos, circunstancia a la que no ha sido ajena su facilidad para trabajar tanto en inglés, su idioma natal, como en francés, el de su madre. "No me resulta difícil pasar de uno a otro, pero es complicado actuar en otra lengua. Mi francés es bastante bueno, pero cuando hablas tu idioma escoges mejor las palabras, mientras que si trabajas un guión en otra lengua tienes que practicar mucho más para que te salga de manera natural. Es difícil. Hice La ceremonia (La cérémonie, 1995) en francés con Claude Chabrol y lo encontré extremadamente complicado, porque en Francia suelen ponerse a hablar todos a la vez y se crea un galimatías ininteligible que no puedo seguir y me hace sentir fuera de la conversación. Gérard Depardieu tenía muchos diálogos en inglés en Welcome to New York, y no fue nada sencillo".

Historia viva del cine, Bisset ha tenido que lidiar con quienes pensaron que no podía ser guapa e inteligente a la vez, pero también ha rodado a las órdenes de algunos directores míticos. Además de los ya citados, la lista incluye al legendario John Huston, con quien hizo El juez de la horca (The Life and Times of Judge Roy Bean, 1972) y Bajo el volcán (Under the Vulcano, 1984). "Teníamos previsto hacer otra película juntos, pero el proyecto nunca se concretó. Era un hombre muy interesante. La verdad es que he trabajado con muchos directores de fuerte personalidad: Huston, Cukor, Polanski, Ferrara... Con Mario Monicelli tenía la sensación de que debía sacar músculo cuando me daba órdenes. Siempre ha habido a mi alrededor mucha autoridad masculina. A veces tienes que acatar la órdenes y decir: ‘¡Sí, señor!' No es recomendable resistirse, sino usar tus propios recursos. Yo soy muy independiente, aunque tuve un padre bastante estricto. Cuando eres joven, crees que el director sabe más del personaje que tú misma, aunque al final llega un momento en que no es así, y tú sabes más que él, pero así y todo tienes que seguir sus deseos y encontrar el punto intermedio. La resistencia no suele ser productiva", concluye.

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