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TENDENCIAS ESCÉNICAS

El teatro denuncia la inacción de Occidente frente a la homofobia

BEGOÑA DONAT. 24/06/2015 Repaso a montajes activistas en vísperas del Día del Orgullo LGTB

VALENCIA. Se llaman Walid, Nasser, Abdul, Bissam, Haithan... Conocemos sus nombres, pero en la página del fotoperiodista Bradley Secker sólo acertamos a entrever sus rostros. El británico los entrevistó en los campos de refugiados de Siria, adonde huyeron procedentes de Irak, temerosos de los asesinatos en masa de gays. Pero no del Irak de Saddam Hussein, sino en del liberado, donde los extremistas islámicos secuestran, atormentan y eliminan a los miembros de la comunidad LGBT, mientras las democracias occidentales miran hacia otro lado.

Los testimonios fueron subidos a los escenarios del Fringe de Edimburgo por el director Douglas Rintoul, que se hizo eco de las torturas de los asilados en una pieza de teatro documental llamada Elegy. Tras su paso por el prestigioso festival escocés, el monólogo se repuso en Londres en Theatre503, y recientemente ha sido galardonado con un premio de la Royal National Theatre Foundation Playwright.

Su versión en castellano llega el próximo 28 de junio a Las Naves de Valencia. El motor del proyecto fue Andrés Requejo, actor y traductor del texto original, que encargó a Carlos Alonso Callero su dirección. "La motivación era darle voz a una realidad lejana que se convierte en universal", justifica el director.

Sobre el somero escenario, un actor, una silla y una bolsa de plástico. El montaje, que no tiene una estructura lineal, bucea en la memoria de una víctima de persecución y tortura. Al arrancar evoca el relato de la historia de amor imposible entre un hombre y su mejor amigo, para evolucionar hasta convertirse en un poético tributo a las víctimas de los asesinatos homófobos en Irak.

"Ojalá Elegy sirviera para que un solo refugiado perseguido por su orientación sexual o por el color de su piel fuera acogido en España -desea el director de este montaElegyje-. Pero me temo que eso depende de los políticos de las altas esferas y esos ni valoran la cultura ni suelen ir al teatro. Esperamos un cambio en España en las próximas elecciones. No olvidemos que los que nos gobiernan ahora lucharon por quitar derechos al colectivo LGBT".

Según información recabada por la Comisión Española de Ayuda al Refugiadp, en la actualidad, la homosexualidad está aún penada en 83 países y se castiga con la muerte en Irán, Arabia Saudí, Yemen, Mauritania, Sudán, Nigeria y Somalia. "La orientación sexual fue incluida de forma expresa en España como motivo para el reconocimiento de la condición de refugiado en el artículo 3 de la Ley de Asilo aprobada en 2009, una ventaja con la que sí cuenta España pero que no se corresponde en la práctica y aplicación", denuncian desde la organización.

Entre los obstáculos que la CEAR detecta en la protección internacional del colectivo LGBT se encuentra la ocultación de la preferencia sexual en origen por temor a represalias, lo que lleva a "suscitar dudas en la credibilidad del solicitante", explica la secretaria general de la Comisión, Estrella Galán.

Hay ocasiones en las que las autoridades deniegan el asilo alegando que el solicitante podría haber optado por huir a otra zona de su país, como si la homofobia se limitara a ciertas zonas del territorio, o que podía haber pedido refugio en otro estado diferente de España, como si los países en tránsito fueran más seguros.

Otro argumento para no admitir la petición es que el perseguido debería haber ocultado su condición. "El llamado requisito de la discreción es contrario a la Convención de Ginebra sobre el Estatuto de los Refugiados, a la normativa europea y a la legislación española en materia de asilo, y supone una vulneración del derecho a vivir libremente en función de la preferencia sexual y de la identidad de género", esgrimen desde la ONG.

LOS AMANTES DE IRÁN Voces en el silencio

Se llamaban Mahmud y Ayaz, igual que el sultán afgano y el esclavo que a principios del siglo XI protagonizaron el único relato de amor homosexual de la literatura sufí. La orientación sexual de sus homónimos en el siglo XXI también trascenderá sus vidas, pero como ejemplo de atrocidad para las generaciones presentes y venideras. Los cuerpos sin vida de Mahmud Asgari y Ayaz Marhoni ocuparon las portadas de la prensa internacional en julio de 2005. La pareja de adolescentes había sido ahorcada públicamente en Mashhad, al noroeste de Irán, sentenciados a muerte por violación, si bien numerosas fuentes proclaman la acusación como una coartada de las autoridades persas para encubrir el verdadero fundamento de esta pena ejemplarizante: la represión contra la homosexualidad.

La lectura de la noticia impactó al escritor José Manuel Lucía Megías, pero no tanto por el horror de las imágenes, sino por la inacción de Occidente. El suceso inspiró un poemario, Y se llamaban Mahmud y Ayaz, y sus versos, una obra de teatro, Voces en el silencio, representada en el Teatro Fernán Gómez de Madrid.

"Lo que traslada la función es nuestro silencio frente a la barbarie. Más que denunciar lo que sucede en países como Yemen, Irán e Irak, esta obra reproduce la dinámica por la que un hecho luctuoso publicado en los medios se desdibuja al día siguiente, relevado por una nueva ignominia, hasta caer en el olvido", lamenta el director de la obra, Carlos Jiménez.

La pieza se divide en dos partes. La primera es un alegato contra la homofobia en cualquier tiempo o lugar, con menciones al triángulo rosa con el que se marcaba a los gays en los campos de concentración durante el nazismo y a la modificación durante el franquismo de la Ley de vagos y maleantes republicana para castigar la homosexualidad.

En la segunda, una actriz hace las veces de cuentacuentos, y su relato deriva en el crimen cometido contra la pareja protagonista.

"En Occidente, los derechos humanos están supeditados a los intereses de la economía, así que la reivindicación sólo es posible a través del teatro y de la literatura. Con la materialización cultural de las muertes de Mahmud y Ayaz, este atentado contra los derechos humanos no quedará en el olvido, pues permanecerán en el imaginario colectivo", confía el director.  

Carlos Jiménez lamenta que los contenidos de artes escénicas que tienen eco entre el colectivo LGBT sean los de carácter festivo. "Dentro del contexto del Día del Orgullo Gay se programan comedias. La celebración de esta jornada tiene un sesgo más lúdico que reivindicativo. Hay mucho que avanzar en el tratamiento de las lacras sociales", se duele el dramaturgo.

El director de Elegy, Carlos Alonso Callero, justifica la generalización de esa tendencia despreocupada en la influencia anglosajona, el cabaret "y unos arquetipos un poco encorsetados sobre el homosexual lúdico- festivo". En su opinión, el teatro, "además de entretener, debe remover la conciencia del público. Debe hacer las preguntas exactas y concretas al espectador. No puede ser panfletario. Tiene que preguntar, no contestar".

El director personaliza en un icono recientemente fallecido de la lucha por los derechos del colectivo LGTB el revulsivo del cambio en España: "Nuestra herencia dejó a mucha gente encerrada en los armarios y en una doble vida, debido a la persecución del régimen, lo que hizo aflorar con más fuerza una actitud de lucha cuando llegó la democracia a España, similar a la que produjo Harvey Milk en San Francisco. Pedro Zerolo fue y es nuestro Harvey Milk".

LA MONJA DE LA FALSA SONRISA 

Se llamaba Jeannine Deckers, aunque sus fans en los sesenta la conocían como Sor Sonrisa. Fue una monja belga de la orden Dominica que en 1963 se encaramó al número 1 de las listas de ventas en EE.UU, por encima de Elvis Presley y The Beatles, con su canción Dominique. El disco vendió tres millones de copias. La religiosa fue entrevistada en el programa de Ed Sullivan en 1964, y Debbie Reynolds protagonizó un edulcorado biopic titulado Dominique (Henry Koster, 1966). Sin embargo, esta sobredosis de almíbar distaba mucho de la angustia vital en la que zozobraba la monja cantante, a la que forzaban a simular una felicidad inexistente.

En 1967 colgaba el hábito para irse a vivir con su novia, también religiosa, junto a la que fundó una escuela para niños autistas. La hermana pródiga publicó otro disco bajo el nombre de Luc Dominique, porque su sello, Philips, tenía los derechos de su alias artístico. Pero en esta ocasión, la Iglesia torció el gesto, porque su otrora sonriente novicia criticaba el conservadurismo de la Iglesia Católica clamando por el uso de anticonceptivos en el tema La Pilule d'or.

A finales de los setenta, el gobierno belga le exigió una suma desorbitada, 600.000 dólares, por impuestos con recargo de su one-hit-wonder, pero los enjundiosos dividendos habían sido cedidos en un 95% a la discográfica y el resto al convento. La presión del fisco sumió en la depresión a la pareja de mujeres, que terminó suicidándose con un cóctel de barbitúricos y alcohol.

La dramática recta final de sus vidas ha sido ficcionada en un montaje escrito y dirigido por Iñaki Garz, que se estrenó en abril en La Seca Espai Brossa de Barcelona. "Les dominiques nos introduce en la lucha tenaz de dos personas que luchan hasta el último aliento contra todos los estamentos sociales y religiosos que han marcado la trayectoria de sus vidas personales, fiel reflejo, por otro lado, del movimiento social de lucha y rebelión que caracterizaba los setenta. Pero también nos habla del amor, de la ruptura y el paso del tiempo, de como los ideales pueden llegar a convertirse en el escenario propicio para el abandono y la soledad en una relación. Y si algo nos puede enseñar esta monja cantante, que en cierto momento abandonó los hábitos para hacerse moderna, es que a pesar de los golpes que uno reciba en esta vida por pensar y actuar diferente, por encima de todo está la honestidad, la coherencia y la integridad. Es lo único que recogeremos amablemente los que venimos detrás", puntualiza el autor.

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