VALENCIA. Acosan, roban y matan. Nada les detiene. Nadie sabe quiénes son realmente, pero hay abogados, agentes de actores, guionistas... cualquiera del mundillo puede ser uno de ellos. Acabaron con Heath Ledger y convencieron al mundo de que fue una sobredosis. Lo de Philip Seymour Hoffman lo ocultaron fingiendo un suicidio. A David Carradine se lo quitaron de en medio simulando un accidente en un juego sexual. Son los Star Whackers (algo así como los ‘machacadores' de estrellas) y, como el diablo, su principal arma es hacer que no creas en ellos.
Hay que reconocerles el mérito. De momento, los Star Whackers han engañado a todo el mundo menos a dos personas: el actor Randy Quaid (La última película, Brokeback Mountain) —el hermano mayor del también actor Dennis—, y su mujer, Evi. La pareja incluso les dedicó un documental —uno de los más locos que se recuerdan—. Su último encontronazo con ellos fue apenas hace un mes en Canadá, donde viven como refugiados desde 2010. Fue arrestado por no acudir a firmar a la oficina de inmigración.
Esta es sólo la enésima anécdota de una pareja cuya anterior hazaña, apenas un mes antes, fue colgar en su blog un vídeo porno en el que sale cumpliendo con su mujer, mientras su perro no para de ladrar. El objetivo: vengarse del magnate Rupert Murdoch (ella lleva puesta una careta del empresario australiano en la escena).
Triste final para un tipo que fue candidato al Oscar por El último deber (Hal Ashby, 1977) y que cosechó un globo de oro por encarnar al presidente Lyndon Johnson (LBJ: The Early Years, 1987). Lo peor no es que el vídeo sea demencial, es que el pobre Randy solo tiene 290 seguidores en Internet.
RUEDA DE PRENSA EN VANCOUVER
Tras el éxito de crítica que cosechó en Brokeback Mountain (Ang Lee, 2005), la prensa pensaba que el actor (con más de 80 títulos a sus espaldas) podría convertirse en la estrella que jamás fue. Para el público americano, era (y sigue siendo) el amigo tontorrón de Cheavy Chase en la infumable Vacaciones en las Vegas (Stephen Kessler, 1997). No es que no hubiera participado en películas mejores, pero —como a Antonio Ferrandis con Chanquete— el personaje se convirtió en un icono. Nadie se esperaba lo que iba a pasar.
Estaba más o menos olvidado cuando, en octubre de 2010, aterrizó con su mujer en el aeropuerto de Vancouver (Canadá) y dio una rueda de prensa en la que se presentaba como un buscador de asilo político que temía por su vida, amenazada por una extraña mafia de la que nadie más había oído hablar. Advirtió a Lindsay Lohan, Mel Gibson y Britney Spears de que tuvieran cuidado. Eran los siguientes.
Nadie lo tomó en serio y la cosa se olvidó hasta que unos meses después, Nancy Jo Sales (redactora de Vanity Fair) consiguió entrevistarle. El actor y su mujer, con pintas de pordioseros y (él) barba de Papá Pitufo, vivían en un coche con la única compañía de su perro (que tenía por costumbre mear dentro) y contaron una historia absolutamente abracadabrante.
AMIGOS EN PELIGRO
Quaid insistía en que había que remontarse años atrás, cuando alguien empezó a robarle del correo los cheques que le llegaban. Por lo visto, una extraña mafia conocida como los Star Whackers había creado un falsa identidad (una tal Ronda L. Quaid) que era utilizada para cobrarlos en el City Nacional Bank (el banco, por supuesto, estaba en la pomada).
Aquellos incidentes coincidieron con un intento de crear un museo con su nombre. Mientras buscaban el lugar adecuado, la Policía empezó a acosarlos sin motivo. Luego fueron víctimas de denuncias falsas, expulsados de hoteles y perseguidos sin piedad para acabar con su reputación.
Por el camino, habían caído algunos de sus amigos. Según su versión, Robert Blake (que conoció su época de esplendor por interpretar al detective Baretta en la serie de televisión homónima) había sido acusado falsamente de asesinar a su mujer (de hecho, fue absuelto). Iban a por él y todo el que intentara ayudarle —incluso Michael Jackson, al que ni siquiera conocían— debía estar preparado.
DESCENSO A LOS INFIERNOS
Por lo visto, la caída en picado de Quaid comenzó cuando se juntó con Evzenya Motolanez, que con el tiempo se convirtió en su esposa, y a la que conoció durante el rodaje de Noches de Broadway (1989). En la película también participó Madonna y que, cómo no, también formaba parte de los Star Whackers. La lista incluía a Meg Ryan, de la que Evi había sido hermanastra durantes diez años y que, por lo visto, tenía mucha envidia de cómo vestía.
Aunque lo fácil es pensar que ella era la Yoko Ono o la Courtney Love de la historia, la teoría más aceptada es que se juntaron el hambre y las ganas de comer. A partir de ahí, todo fue cuesta abajo sin frenos, en un ritmo de gastos desmesurados que acabó con la cuenta corriente del actor, que había llegado a cobrar hasta un millón de dólares por algunos de sus papeles.
A partir de entonces se sucedieron los simpas en hoteles, ocupación de una casa que habían vendido (por lo visto, le habían echado de ella los Star Whackers), peleas varias y actitud de superstar que le llevaba a no aparecer por los rodajes. Aun así, ni siquiera destacaban por excéntricos en la meca del cine, donde lo raro es ser normal. Si se le apoda Hollyweird es por algo y no se puede decir que la pareja inventara el síndrome conocido como folie à deux.
DEBE ABANDONAR LA CASA...
Pero la gota que colmó el vaso llegó cuando a Quaid se le presentó, en 2007, la oportunidad de su vida: participar en Lone Star Love, una obra de teatro inspirada en Las alegres comadres de Windsor de William Shakespeare que daría la oportunidad al actor de interpretar a John Fasltaff en Broadway. Por un papel así muchos actores hubieran vendido su alma al diablo. Era el premio por su interpretación de Carlos IV en Los Fantasmas de Goya (Milos Forman, 2006).
La pareja se vino arriba. Primero se empeñó en que su vestuario lo diseñara ella, luego su mujer se plantaba en los ensayos con una cámara para grabar un documental sin autorización (amén de que está prohibido por el sindicato de actores). Evi, además, aprovechaba su tiempo libre para mandar e-mails a los productores llenos de amenazas y con fotos medio en pelotas y con una pistola.
Él, tan metido en el papel de Falstaff, se dedicaba a meter mano a las actrices y ella incluso abofeteó a un miembro de la producción. Conclusión: fue expulsado de por vida de la Actor's Equity Association (el sindicato de actores de teatro). Por lo visto, iban tan puestos que ni se enteraron.
LLEGÓ EL FINAL
Los dos se convirtieron en unos apestados, pero aun así intentaron salir adelante. Su siguiente proyecto fue una especie de reality sobre la Star Whackers en la que iban vengándose de los que, al parecer, habían hecho de todo para acabar con ellos, incluso poner trampas en el escenario para matar a Quaid y cobrar así el seguro. En la presentación del programa salía el actor simulando que le pegaba un tiro en la cabeza a un miembro del equipo de Lone Star Love. Por algún motivo la serie nunca se rodó. Desde entonces, todo ha sido dar tumbos y no ha rodado nada desde 2009.
Luego llegó su fuga a Canadá, donde viven desde hace cinco años y, cuando todo el mundo les olvida, se las arreglan para volver a montarla. A Quaid le espera un juicio en Los Ángeles (lleva ya seis detenciones), vive de prestado con su mujer en una cabaña que les cede su abogada, y de vez en cuando vuelven a la palestra a montar el circo y que no les olviden.
De momento, lo último es su problema con la inmigración canadiense y sus videos pseudopornos. Mañana, quién sabe.
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