VALENCIA. "Quedará hipnotizado por el terror, mientras presencia crimen tras crimen...", decía uno de los reclamos promocionales del cartel español de Viernes, 13 (Friday the 13th, Sean S. Cunningham, 1980). La imagen hiperrealista de un hacha incrustada en una almohada salpicada de sangre y la frase "¡Usted deseará que todo haya sido solo una pesadilla!" completaban un poster ante el que resultaba imposible resistirse. Y una película que había costado 550.000 dólares acabó recaudando más de 39 millones, convirtiéndose en un auténtico fenómeno de masas y generando infinidad de secuelas posteriores. Al éxito contribuyó, sin duda, el momento propicio que el cine de terror vivía desde la segunda mitad de los años setenta, gracias a la irrupción de nuevos talentos como Tobe Hooper, Wes Craven o John Carpenter. Cunningham, que venía de hacer dos películas deportivas con niños, no estaba a su altura, pero dio en el clavo con la creación de un personaje icónico: Jason Voorhees.
El asesino del machete y la máscara de hockey pasó a formar parte de un panteón en el que ya estaban el inexpresivo Michael Myers o Leatherface y su sierra mecánica, y al que no tardarían mucho en unirse Freddy Krueger o el Pinhead de Hellraiser (Clive Barker, 1987). No menos importante, la música de Harry Manfredini, con aquellos ‘Chi, chi, chi; ha, ha, ha' capaces de sacar de quicio al espectador más curtido, también fue un factor decisivo para que un simple body count sin otras aportaciones reseñables al subgénero slasher se convirtiera en título de culto. Sobre todo, porque aunque el guionista Victor Miller ha admitido en diversas ocasiones que Viernes, 13 trataba de subirse al carro del éxito logrado por La noche de Halloween (Halloween, John Carpenter, 1978), con la película con que hay que compararla es con Bahía de sangre (Reazione a catena, Mario Bava, 1971).
El director italiano es un maestro del género que sigue sin obtener el reconocimiento que merece, y que ha sido expoliado en otras ocasiones: Baste recordar las similitudes de Alien, el octavo pasajero (Alien, Ridley Scott, 1979) con su Terror en el espacio (Terrore nello spazio, 1965). En lo que respecta a Bahía de sangre, transcurre en una zona campestre y aislada, junto a una gran extensión de agua, y la acción también avanza a medida que se suceden los crímenes. Consciente de la deuda contraída con Bava, Steve Miner le rindió pleitesía en Viernes 13, 2ª parte (Friday the 13th Part 2, 1981), una secuela en la que varios asesinatos están directamente inspirados en los del film italiano. Pero no adelantemos acontecimientos y mantengamos la atención en la primera película de la saga, repleta de jugosas anécdotas.
NOMBRES PROPIOS
Por ejemplo, relacionadas con los integrantes del reparto, entre los que destacaba la presencia de la veterana Betsy Palmer, a la que los productores tuvieron que recurrir cuando les falló su primera opción: Estelle Parsons. La idea era contar con una actriz de largo recorrido para encarnar a la madre de Jason, y Palmer daba el perfil, aunque no se ponía ante las cámaras desde hacía más de veinte años, ya que su anterior película había sido The Last Angry Man (Daniel Mann, 1959). Fallecida el pasado 29 de mayo, mantuvo una discreta carrera cinematográfica, sin éxitos llamativos, pero forjada en el Hollywood clásico, junto a estrellas como Jack Lemmon, con quien había compartido protagonismo en Escala en Hawaii (Mister Roberts, John Ford y Mervyn LeRoy, 1955). También actuó junto a James Dean en Sentence of Death (Matt Harlib, 1953), un dramático para televisión. Cuando leyó el guión de Viernes, 13 dijo que era "un pedazo de mierda", y solo aceptó participar en la película porque necesitaba desesperadamente comprarse un coche nuevo.
Betsy Palmer no aparece en la película más de trece minutos, pero su papel es crucial en la historia. Trabajó en el rodaje diez días, cobro mil dólares por jornada y dejó huella tanto entre sus compañeros como entre los espectadores. En el primer caso, la actriz Adrienne King no olvidará nunca la somanta de bofetones que le propinó en una escena. Educada en el teatro, Palmer le calentó la cara a base de bien antes de que Sean S. Cunningham le explicara que en cine no hacía falta golpear de verdad, porque el efecto se podía falsear con angulaciones de cámara. Probablemente, a Adrienne King tampoco le importó demasiado, teniendo en cuenta que al principio se negó a aparecer en la película por su contenido violento, pero terminó por hacer pruebas para cuatro papeles, logrando finalmente el de Alice Hardy.
La participación de Palmer dio mucho juego, hasta el punto de irritar tanto al crítico Gene Siskel que en su reseña publicó la dirección de la actriz para que los lectores le escribieran abominando de su intervención en la película, aunque si el reparto de Viernes, 13 resulta inolvidable es por la presencia de un joven Kevin Bacon, lejos aún de convertirse en estrella. Por entonces todavía alternaba su trabajo de actor con el de camarero y apenas había intervenido brevemente en tres films. Del mismo modo que Pesadilla en Elm Street (A Nightmare on Elm Street, Wes Craven, 1984) se recordará por la actuación de un inexperto Johnny Depp, la muerte de Bacon en el campamento de verano de Crystal Lake es una de las más celebradas por los fans de la serie.
Aparte de los actores, merece mención de honor la participación del maestro del maquillaje y los efectos especiales Tom Savini, que hizo importantes aportaciones a la película. Fue uno de los primeros técnicos contratados, porque los productores le idolatraban desde que habían visto su trabajo en Zombi. El regreso de los muertos vivientes (Dawn of the Dead, George A. Romero, 1978). Savini tuvo la idea, por ejemplo, de la aparición sorpresa de Jason al final de la película. De hecho, durante algún tiempo estuvo colándose en los cines al final de las proyecciones para comprobar la terrorífica reacción que producía entre la audiencia. También es de su cosecha la escena con la serpiente, basada en una experiencia personal. No volvería a trabajar en la saga hasta Viernes 13. Último capítulo (Friday the 13th: The Final Chapter, Joseph Zito, 1984), que obviamente no fue el último, ni mucho menos. Incluso afirmó que las secuelas de Viernes, 13 no tenían sentido.
Siguiendo el modelo de muchos productores de serie B, Sean S. Cunningham anunció el título en diversos medios si siquiera tener el guión, con objeto de crear expectación. Y cuando comenzaron los castings, hizo correr la voz especificando que buscaba "el tipo de chicos con buen aspecto que puedes ver en los anuncios de Pepsi". Luego, ya se encargaría él de rebanarles el pescuezo. Incluso intentó que su hijo Noel hiciera el papel de Jason, pero su esposa (que trabajó en el montaje de la película y en el de la secuela) se lo impidió. Finalmente, fue Victor Miller quien se encargó de escribir el guión, que terminó en dos semanas. Su intención inicial era titular la película Long Night at Camp Blood (Larga noche en el Campamento Sangre) y llamar Josh al psicópata asesino, pero el equipo decidió que sonaba demasiado agradable y lo cambiaron.
JASON NUNCA MUERE
Viernes, 13 no hizo de Sean S. Cunningham un cineasta de prestigio, como ocurrió con otros compañeros de generación a los que se encumbró como renovadores del cine de terror, y su trayectoria posterior está llena de títulos menores como la comedia Movida de verano (Spring Break, 1983) o el thriller La gran revancha (The New Kids, 1986). A cambio, hizo carrera como productor, logrando suculentos resultados de taquilla con la saga House, una casa alucinante (House, Steve Miner, 1986), aunque no participó en la segunda parte de su mayor éxito, ni tampoco en Viernes 13, parte III (Friday the 13th Part III, Steve Miner, 1982), que aportó la gran novedad de estar rodada en tres dimensiones (en la época en que todavía se usaban gafas de cartón con lentes de plástico de color rojo y azul).
Fueron otros quienes se ocuparon de que Jason continuará cometiendo tropelías, que siguieron en la ya citada Viernes 13. Último capítulo. Convertido en mito pop, el sanguinario asesino regresó solo un año después, en Viernes 13, parte V (Friday the 13th: A New Beginning, Danny Steinmann, 1985), a la que seguirían Viernes 13 VI: Jason vive (Jason Lives: Friday the 13th Part VI, Tom McLoughlin, 1986), Viernes 13 VII: Sangre nueva (Friday the 13th Part VII: The New Blood, John Carl Buechler, 1988), Viernes 13 VIII: Jason toma Manhattan (Friday the 13th Part VIII: Jason takes Manhattan, Rob Hedden, 1989) y el film con el que Cunningham volvería a ligarse a la franquicia: Viernes 13 IX: Jason se va al infierno (Jason Goes to Hell: The Final Friday, Adam Marcus, 1993), que pretendía, una vez más, poner fin a la saga y explicar, de paso, los orígenes sobrenaturales de Jason (sí, ya daba igual ocho que ochenta).
Pero Jason nunca muere. Sobre todo, si la audiencia responde, así que coincidiendo con la llegada del nuevo siglo y la reactivación de los viejos mitos del terror, llegó Jason X (Jim Isaac, 2001), que echaba mano por primera vez de efectos digitales y colocaba al personaje nada menos que en una nave espacial. El productor era Noel Cunningham, hijo del director del primer Viernes, 13, se incluían varios homenajes a Alien y el desmadre llegaba a tales extremos que el cineasta David Cronenberg intervenía como actor, encarnando al Dr. Aloysius Wimmer.
El más difícil todavía fue Freddy contra Jason (Freddy vs. Jason, Ronny Yu, 2003), un crossover que parecía obligatorio, ya que ambos personajes han tenido una evolución paralela. Surgieron de una película de bajo presupuesto, son serial killers sobrenaturales, se han convertido en iconos del cine palomitero y han protagonizado sagas de interés decreciente hasta que sus creadores originales trataron de enderezarlas. Contra todo pronóstico, el experimento estaba resuelto con cierta gracia, quizá porque el responsable fue Ronny Yu, que ya había demostrado su sentido del humor en La novia de Chucky (Bride of Chucky, 1998). Parecía que, esta vez sí, se podía dar por definitivamente muertos a ambos matarifes.
Vana esperanza. La llegada de una nueva generación de directores criados con el terror de finales de los setenta y la necesidad de la industria de reciclar constantemente sus personajes más rentables propició un remake realizado en 2009. Viernes 13 (Friday the 13th, Marcus Nispel) era un intento de revitalizar el recuerdo del film original, con Sean S. Cunningham y Michael Bay en la producción y bajo la dirección del hábil cineasta alemán que ya había logrado insuflar nueva y malsana vida a La matanza de Texas (The Thexas Chainsaw Massacre, 2003). Los resultados en taquilla fueron bastante discretos, pero Bay tiene previsto recuperar a Jason el próximo año. El director escogido para hacerlo es David Bruckner, que no parece creer en supersticiones: La suya será la película número 13 de la saga.
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