VALENCIA. Todo es provisional. Sic transit gloria mundi, reza el dicho latino. En muy pocos casos esa transitoriedad es más notoria que en el de Cinema Jove. El certamen cinematográfico, que cumple en 2015 treinta años, comienza este viernes una nueva edición marcado por los aires de cambio en la Generalitat Valenciana, de la cual depende orgánicamente. Y lo hace condicionado tanto por el entorno como por la convicción por parte de muchos de que se ha llegado a un fin de ciclo.
Con tan solo tres directores en su historia (Mario Viché, José Luis Rado y Rafael Maluenda, el más longevo, quince años al frente del certamen) Cinema Jove ha logrado labrarse un prestigio del cual está viviendo en los últimos años. Ha tenido siempre a su favor las circunstancias, en una situación que haría las delicias de Ortega y Gasset.
La irregularidad de las Mostras de Cine organizadas por Lluís Fernández, que alternaba ediciones excelentes con otras llenas de desvaríos como el estreno de una película de Isabel Pantoja (¿quién se acuerda hoy de Yo soy esa), hicieron que Cinema Jove se ganara el afecto del público, de la prensa y de la crítica. La Mostra podría ser cualquier cosa. Podría tener años buenos o malos. Cinema Jove no. Cinema Jove era siempre bueno. Y ya se sabe lo que dice el refranero.
Posteriormente ninguno de los sucesores de Fernández consiguió estar a la altura y mientras la Mostra, el festival del Ayuntamiento de Valencia, iba languideciendo hasta que la ya exalcaldesa Rita Barberá lo fulminó, tal y como vaticinara a sus íntimos el malogrado Jorge Berlanga, Cinema Jove resistía con su programación abierta a los nuevos realizadores del cine europeo, con sus ciclos de cine clásico, con sus revisiones de autores fundamentales de la historia del cine y por la respuesta del público, siempre leal, hasta el punto de que no ha habido nunca atisbo de autocrítica ni necesidad de ella. Se ha quedado solo hasta el punto de poder arrogarse el subtítulo de Festival Internacional de Cine de Valencia, que luce en su web.
PERO LA MOSTRA VOLVERÁ
Pero ahora que se da por segura la vuelta de la Mostra de Cine, propuesta que apoyan tanto desde el entorno del PSPV como desde Compromís, Cinema Jove se ve obligado a reiventarse, a recuperar el tono, a volver a ser punta de lanza del cine más rompedor y joven y no conformarse con cumplir el expediente como había hecho hasta ahora.
Especialmente significativo es el caso de esta trigésima edición en el que ni siquiera la premura de tiempo ni la austeridad explican que se venda como gran evento la presentación de un documental que ya se ha exhibido en el festival de Málaga, por citar un ejemplo, con un despliegue que hace del certamen valenciano un festival de segunda. Si Cinema Jove fuera un referente nacional esa película se habría estrenado en Valencia. Ahí es donde tiene que volver el festival, a ese espacio en el que los cineastas españoles quieran estrenar en España en Cinema Jove.
Pese a esta en apariencia discreta puesta en escena, el certamen tiene argumentos suficientes como para ser una de las grandes citas culturales de este mes de junio, ayudado también por la maquinaria engrasada de tres décadas y el presupuesto, aunque austero suficiente, que permitirá que se den cita del 19 al 26 de julio bastantes propuestas como para dar cumplida respuesta a las inquietudes básicas de los cinéfilos.
La Sala Berlanga y la Sala José Sancho del Rialto, el Teatro Principal, el Instituto Francés, la Sala IVAM, los Jardines de Viveros, la Sala SGAE Centre Cultural, la Sala MUVIM y el Room Service Lounge Bar-Ayre Hotel Astoria Palace, serán los escenarios por los que los aficionados podrán ver a algunos de los habituales del festival, como los populares Santiago Segura y José Mota, la actriz y presentadora del certamen, la espléndida Ana Álvarez, inolvidable protagonista de una de las mejores películas españolas de los noventa, La madre muerta, junto con cineastas europeos tan desconocidos por el gran público como talentosos.
No es nuevo. En Cinema Jove se han fraguado grandes amistades y relaciones profesionales como la de Álex de la Iglesia y el ya citado Segura, se ha presentado a directores como el valenciano Paco Plaza, Alberto Rodríguez, Alejandro Amenábar, Nacho Vigalondo o Jaume Balagueró, entre muchos otros. Y en el plano internacional, el festival ha mostrado en nuestro país el trabajo de jóvenes directores que, a la postre, han acabado obteniendo los principales premios cinematográficos en todo el mundo: desde Cannes, Berlín o Venecia, a los Goya, los Premios de la Academia del Cine Europeo o los Independent Spirit Awards. Éste ha sido el caso, por ejemplo, de directores como Andrew Dominik, Matteo Garrone, Xavier Dolan, Thomas Vinterberg o Joachim Lafosse. Casi todos ellos se han convertido en amigos del festival, de su director, y eso ha permitido que Cinema Jove disponga de una agenda que facilita mucho el trabajo.
JUGANDO SOBRE SEGURO
Jugando sobre seguro, el festival ha apostado este año por la nostalgia para su ciclo más popular, el de Viveros, con una más que correcta selección de películas de los 80 que despertarán el interés de la parroquia cinéfila pero que, paradójicamente, no parecen destinadas a captar nuevos públicos ni romper barreras generacionales. La popularidad de los largometrajes seleccionados es argumento más que suficiente para que en el apartado de asistencia se consigan unos buenos resultados.
Los ciclos dedicados a los dos premios especiales de esta edición, el director sueco Ruben Östlund (Fuerza mayor, 2014) que recibirá la Luna de Valencia Especial, y el Premio Luna de Valencia Especial de Animación, otorgado al gran cineasta Vuk Jevremovic, aportarán dosis de buen cine. Con todo, en el caso de Östlund cabría hablar de cierta precipitación (sólo tiene cuatro películas dirigidas), pero que no invalida su elección ya que se trata de uno de los cineastas nórdicos más prometedores.
Igualmente prometedora es la actriz Irene Escolar (Las ovejas no pierden el tren, 2014), galardonada con el Premio Un Futuro de Cine, donde por ejemplo se ha premiado con anterioridad a intérpretes de la talla de Karra Elejalde. El talento de la joven actriz también lo avalan cineastas como el recientemente fallecido Vicente Aranda y José Luis Cuerda, que contaron con Escolar para sus filmes Canciones de amor en Lolita's Club (2007) y Los girasoles ciegos (2008), respectivamente. Sus posteriores trabajos le han permitido lograr sus primeros papeles protagonistas en Un otoño sin Berlín (2015), de Lara Izaguirre, y en Altamira (2015), de Hugh Hudson, pendientes de estreno.
Siguiendo la línea de buscar apoyos, Cinema Jove ha abierto sus puertas este año a la Asociación de Mujeres Cineastas y de Medios Audiovisuales (CIMA), gracias a la cual, se entregará un premio especial a la mejor película dirigida por una mujer (tanto en largometraje como en cortometraje).
Además el festival continuará la línea formativa con el Encuentro Audiovisual de Jóvenes, su raíz, el germen del cual partió el certamen que idearon Viché y Adolfo Bellido. Con el Encuentro Audiovisual de Jóvenes, jornadas en las que niños y jóvenes aprenden los recursos del cine, tanto técnicos como narrativos, a través de experiencias prácticas, Cinema Jove abrió entonces una senda adelantada a su tiempo. Y lo hizo con tanto acierto y perspicacia que el festival aún hoy, treinta años después, no sólo sigue teniendo vigencia, sino que es más necesario.
La fiesta del cine comienza este viernes en el teatro Principal, con la proyección de Radiator, de Tom Browne, una película que llega con el aval de sus premios en Nashville, Dallas y Sarasota. Horas antes, en la sala Luis García Berlanga del edificio Rialto se habrán podido ver películas como Felices 140 con la presencia de la directora Gracia Querejeta, del guionista, Antonio Mercero y del actor Ginés García Millán, o un clásico de los setenta como Encuentros en la tercera fase (1977, Steven Spielberg).
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