BOLONIA. Todo tiempo ha intentado, con más o menos éxito, apropiarse de El Quijote. La novela de Cervantes tiene la virtud de hablar siempre de lo mismo, de nosotros, en nuestras múltiples facetas: la (pretendidamente) virtuosa, la ridícula, la idealista, la cínica. En cuatro siglos las lecturas y las interpretaciones han ido variando y acrecentando la fuerza de su mitología: Alonso Quijano, como todos, no deja de ser un hombre que lee, que sueña y que fracasa, y eso es un patrimonio vital al alcance de todos.
Tal es la fuerza de su verdad que antes de que Alonso Quijano muriera ya había sido pirateado por Alonso Fernández de Avellaneda. Porque la historia en sí es pirata: viene de otras leyendas y va hacia muchas otras, propagada por la fuerza de Cervantes. La segunda parte, publicada en 1615 existió por el éxito que había cosechado la primera diez años antes, y que circulaba sin control en numerosas ediciones legales e ilegales.
En su siglo gustaba porque hacía reír. Punto. En el siglo siguiente dejó de gustar porque no hablaba de la moralidad y fue proscrita por el "buen gusto", como todo el género novelístico en realidad. En el XIX, recuperó su éxito porque los románticos vieron en ella el espíritu del hombre contemporáneo, el que persigue los más altos valores de justicia y de bondad, y quizás esa sea todavía la lectura que se haga en nuestro siglo. Todavía la muerte de Alonso Quijano el bueno emociona, igual que emociona la locura de Sancho Panza a los pies de la cama de su amo queriendo sacarlo al campo para librar más batallas contra la nada: nada conmociona más que la muerte disfrazada de derrota en los últimos instantes de una vida. Porque todos alguna vez claudicamos.
El Quijote soviético y otras rarezas
El Quijote fue el símbolo de la intelectualidad progresista del siglo XIX, esa que cristalizó en la Institución Libre de Enseñanza, los planes de estudio modernos, las Misiones Pedagógicas, Giner de los Ríos, Margarita Xirgu y Federico García Lorca, y la Segunda República. Paradójicamente, El Quijote fue también el símbolo de todo lo contrario: la antimodernidad del franquismo. José María Pemán impartió conferencias en el Ateneo sobre la simbología y la españolidad del Quijote; la edición de 1944 de Martí de Riquer, Grande de España, fue la canónica en la enseñanza durante la dictadura y su "Aproximación a El Quijote" (1969), fundamental para los estudios filológicos cervantinos; y la fórmula de juramento de entrada en la Real Academia que ideó Eugeni d'Ors en 1939 debía hacerse ante un crucifijo, los Evangelios y una edición del Quijote con una cubierta decorada con el yugo y las flechas del escudo de la Falange. El Quijote de Grigori Kózintsev fue la primera película realizada en la Unión Soviética permitida en España: se estrenó, bajo un estricto control en el doblaje por parte de la censura, en los cines Palafox de Madrid en junio de 1966.
Las traducciones, ediciones, versiones y transposiciones al cine o al teatro del personaje de Cervantes hasta nuestros días han sido incontables. Y entre ellas, encontramos rarezas para todos los gustos: desde el proyecto irrealizado de Orson Welles, que nunca llegó a rodar su película sobre el famoso hidalgo, hasta el "Mortadelo de la Mancha" dibujado por Francisco Ibáñez, los dibujos animados de TVE o el extraño manga aparecido en 2013, que nada tiene que ver con el mítico personaje. Y de entre los más exasperantes, se encuentra el proyecto de contar El Quijote en 17.000 tuits, copiando y pegando de algún PDF sin adaptar el formato. Visto lo visto, larga vida a Fernando Rey y Alfredo Landa.
Adaptaciones al calor del cuarto centenario
Junto a los estudios de Martí de Riquer, han sido los sucesivos equipos y proyectos de Francisco Rico, amparados bajo la dirección de la RAE de Fernando Lázaro Carreter, los que en las últimas décadas han fijado, limpiado y dado esplendor al texto cervantino para las ediciones de la academia y de otras instituciones nacionales como el Instituto Cervantes.
De hecho, la edición especial que lanzó la Real Academia Española al cumplirse el aniversario del cuarto centenario de la publicación de la primera parte de El Quijote también fue la preparada por Francisco Rico. Aquella edición conmemorativa fue comercializada por la editorial Alfaguara y contó con una tirada inicial de 600.000 ejemplares, 50.000 de los cuales fueron comprados por Francisco Camps en 2005 estirando un presupuesto para ayudas al sector del libro que se encogía en tiempos de bonanza.
Los números de la RAE bajo la dirección de Víctor García de la Concha han sido abrumadores: a esta edición de El Quijote se suma la edición conmemorativa en 2007 de Cien años de soledad de Gabriel García Márquez con 500.000 ejemplares en la primera edición, también comercializada por Alfaguara, o los 160.000 ejemplares del primer Diccionario Panhispánico de Dudas en 2005, bajo el sello editorial de Santillana, la editorial que ya editaba las sucesivas actualizaciones del Diccionario del estudiante. Para Espasa, perteneciente al Grupo Planeta, se confiaban las jugosas ediciones del Diccionario esencial de la lengua española, Diccionario de americanismos o la joya de la corona, el Diccionario de la Lengua Española, vendido por centenares de miles de ejemplares en España y América Latina. Estos son los grandes best-sellers que hacen que Gregorio Morán no pueda llamar "aldeano", bajo el amparo del Grupo Planeta, al que pertenece Santillana, al exdirector de la RAE y actual director del Instituto Cervantes.
Nuevo negocio. Para conmemorar el aniversario del cuarto centenario de la segunda parte, la RAE encargó al escritor Arturo Pérez Reverte la adaptación de "popular y escolar" de El Quijote, también al amparo de Santillana, esta vez con una "modesta" tirada de 30.000 ejemplares, a cuyos derechos de autor renunció el propio Pérez Reverte. La promoción comenzó en la Feria del Libro de Guadalajara en diciembre del año pasado, acontecimiento que le valió al novelista para arremeter contra "ministros analfabetos", la soflama de siempre repetida por el escritor con ocasión de cualquier cosa. Mientras tanto nadie se preguntaba por qué era necesaria una adaptación más de El Quijote esta vez financiada o promovida por la RAE y firmada por su académico más polémico, cuando Quijotes escolares existen de mil tipos y maneras, con una orientación pedagógica mucho más eficaz al que acostumbra la academia.
El último intento "pedagógico", con todo alarde y pompa, fue la publicación la semana pasada de la adaptación de la famosa obra por Andrés Trapiello. Experto en Cervantes y fabulador de su iconografía, Trapiello ha reescrito la novela para la editorial Destino adaptando el lenguaje del siglo XVII a un español estándar actualizado.
Otro encargo de la Real Academia, de menos relumbrón que el "Quijote escolar" pero más interesante literariamente, ha sido la reedición del Quijote apócrifo de Fernández de Avellaneda este 2015, inaugurando la "Colección Anejos de la Real Academia Española". Esta edición, a cargo del profesor Luis Gómez Canseco, no saldrá a la venta y se distribuirá gratuitamente a las instituciones que lo pidan. Su aparición se complementa además con la exposición que la Biblioteca Nacional le ha dedicado a Avellaneda también en conmemoración del cuarto centenario.
Y de forma paralela, Francisco Rico sigue dirigiendo la publicación de las obras completas de Miguel de Cervantes que la "Biblioteca Clásica de la RAE" pretende publicar en 2016, esta vez en edición de estudioso. Nuestro tiempo también, de otra manera, intenta apropiarse de los restos de Cervantes, que no son sino sus palabras. Merchandising o producto de lujo, hay para elegir. O manga o Mortadelo y Filemón. Intentos meritorios o banales para recordarnos quiénes somos. Y cómo somos. Los héroes pensados. Los claudicantes ante la realidad. Los que enfrentan con voluntad lo que la vida va negando.
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