VALENCIA. Un jugoso mercado que roza el 60% del PIB mundial con más de 800 millones de consumidores está en juego. Mientras la vía de los acuerdos multilaterales impulsados por la Organización Mundial del Comercio en pro de una economía global apenas sobrevive con respiración asistida, Estados Unidos y la Unión Europea negocian desde 2013 sumar sus fuerzas bajo la Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión, conocida como TTIP en inglés. Unas siglas que van más allá de integrar un acuerdo de libre comercio entre ambas superpotencias del Atlántico.
Partidarios y críticos de esta nueva alianza en fase de negociación -la última de sus nueve rondas se celebró el pasado mes de abril- coinciden al señalar lo limitado de su impacto económico inmediato, aunque los pronósticos más optimistas auguran beneficios de 119.000 millones de euros anuales para la hucha europea y de 95.000 millones para la americana, así como la creación de 400.000 empleos en la UE.
El eje del libre comercio no parece tan significativo cuando ambas regiones comparten una extensa tradición bilateral y una media arancelaria del 4%, por lo que cabe preguntarse qué razones motivan este tratado de nueva generación entre zonas ya bastante abiertas. «El acuerdo no es importante porque Europa vaya a despegar como un cohete, sino por lo que supondrá negociar con terceros», afirma Vicente Pallardó, investigador senior del Instituto de Economía Internacional de la Universitat de València.
En la era del regionalismo recuperado en los tratados comerciales tras el fracaso de la OMC y el Acuerdo Multilateral de Inversión, la estrategia bilateral «inteligente» de Estados Unidos -califica este economista- tiende su mano a la UE para crear una plataforma occidental, a la vez que negocia el Acuerdo Transpacífico, todavía pendiente de la decisión de Japón. «Con esa plataforma común, los que quieran vender en nuestro mercado, el más importante del mundo, deberán respetar nuestros principios, como la propiedad intelectual o la apertura de los contratos públicos a empresas extranjeras, cruciales para generar riqueza», apunta Pallardó.
(Lea la entrevista completa en el número de junio de la revista Plaza)
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