VALENCIA. "Tenemos muy claro que rescatar a una víctima viva siempre es una lotería. Cuando llegas compruebas que los edificios dejan pocas posibilidades y asumes que es difícil encontrar a alguien vivo. Las últimas víctimas no son del terremoto, sino de familiares intentando rescatar a los suyos. Se meten en situaciones imposibles, provocan nuevos colapsos y quedan atrapados. Sólo por el hecho de decirles que sus familiares están muertos ya les ayudas».
Moisés Belloch ha adelgazado seis kilos tras su última intervención como rescatador en Nepal, después del terremoto que sacudió el país asiático el sábado 25 de abril (alcanzó una magnitud de 7,8 grados sobre 12 en la escala Richter), que dejó cerca de 8.000 muertos y más de 14.000 heridos. En Algemesí, en el campamento base de la ONG IAE (Intervención, Ayuda y Emergencia), experta en localización y rescate de supervivientes, de la que es fundador, Belloch desgrana recuerdos de su décima intervención en una catástrofe. Al hablar mezcla pasado y presente, como si el tiempo se hubiera congelado y todavía permaneciera en Katmandú, capital de uno de los países más pobres de la tierra.
La intervención en Nepal es una muesca más en la trayectoria de este grupo de héroes en la derrota. Nueve valencianos (ocho hombres y una mujer) y cuatro perros han sido protagonistas de una insólita acción solidaria. Veinticuatro horas después del terremoto volaron con un completo equipo de 800 kilos desde Valencia a Madrid, París y Kuala Lumpur, para llegar a su destino: Katmandú. Sólo 55 horas después de activarse ya se habían presentado en el RCD (centro de recepción de medios) de la ONU en el aeropuerto nepalí.
PRIMEROS EUROPEOS EN LLEGAR
Fueron el cuarto equipo internacional y el primer equipo europeo en llegar y ofrecerse, porque el tiempo es oro para un rescatador. «Según los estudios sobre supervivencias en catástrofes, cada doce horas que pasan muere el 50% de las víctimas atrapadas. Por lo tanto, es una cuestión de tiempo».
Son las 13:00 horas del lunes 27 de abril. Tras la identificación en el aeropuerto de Katmandú les asignan diversas áreas de trabajo. «Nos toca el centro de la capital, una de las zonas más dañadas, porque es el casco antiguo. El tipo de construcción deja pocas posibilidades para sobrevivir. Es un material que no es adobe, son ladrillos con poco hormigón, de barro. Cuando cae el edificio se queda compacto y deja pocas zonas de supervivencia. Ahí localizamos muchos cadáveres y ninguna víctima viva. Trabajamos sin descanso desde la una del mediodía hasta la una de la madrugada, cuando el ejército nos dice que nos tenemos que retirar».
(Lea el artículo completo en el número de junio de la revista Plaza)
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