VALENCIA. ¿Qué cara se le pondría a un aficionado al fútbol si le dijéramos que debe contratar tres suscripciones mensuales diferentes para ver los partidos más interesantes? ¿Cómo creen que se habrá tomado un directivo de cualquier televisión, o incluso un ejecutivo de una operadora de telecomunicaciones, cuando salta la noticia de que llega un nuevo canal a España que, al contrario que el resto de televisiones y operadores de telecomunicaciones, está libre de obligaciones en España como la de financiar el cine o Radio Televisión Española, pese a declararse ellos mismos "una televisión"? ¿Qué clase de pócima nos han puesto en el café para que el hashtag #HolaNetflix se haga TT al poco de hacerse pública la llegada de Netflix a España el próximo mes de octubre?
Si algo consigue hacer mejor que nadie la industria audiovisual norteamericana, y en especial esta última época algunas cadenas de televisión como Netflix gracias a sus series más populares, es provocarnos un deseo irrefrenable por ser mucho más que simples espectadores. Visionarlas nada más se estrenan en Estados Unidos; consumir trece horas en un par de sentadas; no contestar ni a los whatsapps, y saltarnos hasta el cumpleaños de nuestra mismísima madre si coincide con el estreno de, por ejemplo, House of cards. Este jueves los adictos de las series sufrían un ataque de mono en las redes ante la noticia de la llegada a España del canal de vídeo bajo demanda más popular del mundo.
Más allá del catálogo disponible, que como ellos mismos confiesan dista mucho de parecerse al norteamericano pero cuenta con la ventaja de poseer en exclusiva sus nuevas series producidas en los Estados Unidos, un reclamo sin duda interesante, la irrupción del gigante norteamericano en España deja algunas incógnitas en cuanto a la futura satisfacción de los consumidores, sobre la situación frente a la piratería y sobre su posición de cara a la industria audiovisual española.
EL PAGO POR SUSCRIPCIÓN TIENE UN LÍMITE
Tres o cuatro plataformas aproximadamente podrían satisfacer casi totalmente la curiosidad seriéfila de forma legal en nuestro país: algunas de las series más atractivas como House of cards u Orange is the new black, ambas producciones de Netflix que de manera excepcional, al no tener presencia en España por entonces, se emiten en Canal +, el canal de cable líder, junto con otros grandes estrenos de series; un segundo y muy interesante paquete de buena ficción ha entrado en el mercado a través de Movistar Fusión TV, con un importante crecimiento de suscriptores este último año gracias a su oferta junto a la contratación de fibra; y por último llega próximamente además Netflix ofreciendo por unos 8 euros al mes otra suscripción más para poder ver sus series de producción propia. Algunas plataformas más, como Wuaki.tv, Nubeox o Filmin, ofrecen algunos otros estrenos o reposiciones, pero basta seleccionar tres de estas ofertas para darse cuenta del complejo entramado.
Además de esta desperdigada librería de series en plataformas distintas, el usuario tiene que pagar internet, gasto que no deberíamos olvidar en general porque precisamente es un factor diferencial con respecto al consumo de contenidos audiovisuales a través de la TDT además de la obvia distinción entre emisión con o sin publicidad de ambos modelos.
Sin embargo, en vista de que hemos sufrido algún tipo de ceguera transitoria, celebramos la llegada de otra plataforma de pago más como si nos hubiera tocado el Euromillón. Qué bien. Preparen sus carteras, que ya van tres facturas. Con internet cuatro.
LA PIRATERIA NO SE FRENA AQUÍ
Sin duda la llegada de Netflix significa más oferta legal para el consumidor. No obstante, es obvio que son pocos los que pueden permitirse tres o más suscripciones mensuales. Es probable que en este punto nos encontremos cerca de una saturación en el mercado, que ojalá no sea una canibalización, como ha ocurrido en los Estados Unidos donde el cable ha sufrido una pérdida de suscriptores debido al éxito de Netflix, con un catálogo, eso sí, muchísimo más amplio que el que traerán a España.
El exceso de ofertas de suscripción mensual tal vez sirva sin embargo como revulsivo para que los diferentes proveedores de contenidos audiovisuales entiendan (y claudiquen) que hemos llegado a un punto en el que es necesario revisar por qué se siguen descartando en multitud de casos el pay per view en sus catálogos de series, cuando precisamente solucionaría muchos dolores de cabeza a los seriéfilos "legales", y se ofrecería al cliente otra opción antes de decantarse por la vía no legal (¿el consumidor ilegal lo es por falta de catálogo, de presupuesto o es cultural?): como en una librería cualquiera, el consumidor podría contratar en las diferentes plataformas y canales únicamente la serie que quiere ver, sin necesidad de atarse a ninguno. Infinidad de veces lo hemos escuchado y sabemos que es cierto: "el contenido es el rey, no el canal". Sin embargo, es dificilísimo ponerlo en práctica.
Las empresas proveedoras como Netflix, Movistar o Canal +, manifiestan su recelo de salirse de las ofertas de suscripción puesto que no favorece la fidelización de sus clientes. Sin cambio de posiciones el problema de la piratería parece estar lejos de solucionarse. Algunas voces, sin embargo, opinaban que la llegada de Netflix significaría el fin de la piratería. Nada más lejos de la realidad. Y menos cuando cada vez necesitamos más talonario y se pide que esté más comprometido en el tiempo para ver los contenidos preferidos del público aficionado a las series.
¿IGUALDAD DE CONDICIONES EN EL SECTOR?
Reed Hastings, fundador y Presidente de Netflix, afirmaba este jueves en una entrevista a El Mundo que "si eres capaz de crear una app, puedes convertirte en una cadena de televisión". Unos podrán llamar a Netflix plataforma online de vídeo bajo demanda, otros videoclub online, pero la realidad es que Netflix es una cadena de televisión más, aunque sea sobre la banda ancha de terceros, como confirmaba su mismísimo CEO en la entrevista a El Mundo.
Una afirmación que deja abierta la contrarréplica del resto de televisiones y operadores España cuyas obligaciones en la actualidad pasan por financiar con el famoso 5% la producción de cine o aportar a los presupuestos de Radio Televisión Española con parte de sus ingresos. Una situación en "desventaja" con respecto a la OTT norteamericana, que según la actual Ley General de la Comunicación Audiovisual (Ley 7/2010) no tendría por qué realizar aportación alguna, en un entorno de inseguridad jurídica para las televisiones según algunas fuentes consultadas.
En Francia una polémica similar estalló tras su llegada a este territorio, y acabó, tras diversas negociaciones, con el acuerdo por parte de Netflix de invertir en producción propia en Francia, en un mercado audiovisual muy cuidadoso a la hora de proteger su sector.
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