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CUANDO RIESGO Y EDAD NO ESTÁN REÑIDOS

A la vejez, aventura

POR CARLOS PÉREZ DE ZIRIZA. 30/05/2015 Paul Weller es el último músico en mostrar su faceta más audaz a los 50 años

VALENCIA. El que parecía eterno tópico del rock and roll asociaba el fragor de la juventud con el fulgor de la creatividad imparable. Pero aquello del "vive rápido, muere joven y deja un bonito cadáver" hace mucho tiempo que pasó a la esfera de los eslóganes caducos. Desde hace unas cuantas décadas resulta perfectamente natural que los músicos de la escena del pop y el rock envejezcan vital y creativamente con la misma sobriedad con la de los viejos jazzmen o bluesmen, cuya indiscutible maestría no quedaba nunca en entredicho por motivos de su edad.

El abandono de la mediana edad para entrar en el terreno de lo senil tenía unas connotaciones generalmente peyorativas en el ámbito del rock and roll, pero han sido muchas ya las trayectorias que han desmentido que la obsolescencia creativa tenga alguna relación necesariamente directa con las cifras que figuran en el carnet de identidad. Sí que es mucho más común que el músico de fuste, con el paso del tiempo, acabe acomodándose. Que termine por repetir la misma fórmula porque no estima necesario hacer probaturas.

Los experimentos con gaseosa, y menos si se revelan crematísticamente estériles y las cosas ya vienen rodadas simplemente con ventilar de vez en cuando el mismo libro de estilo, por ajado que esté. No vaya a ser que se pierdan seguidores (de los de toda la vida) en medio de la mudanza.

Por suerte, también este último silogismo ha ido quedando en entredicho con el paso de los años, aunque sea tan solo sea de forma minoritaria. Hay músicos que se aventuran a experimentar en el estudio, a coquetear con géneros inéditos para ellos, a embarcarse en ententes arriesgadas aunque la travesía conjunta no siempre garantice atracar en un puerto sin borrascas.

Sin miedo a la incomprensión de público y crítica. El último álbum de Paul Weller, quien fuera alma mater de The Jam y The Style Council para luego emprender una carrera en solitario que nadie podía presumir tan heterogénea a largo plazo, es la última prueba. Un disco en el que, lejos del canon rythm'n'blues que explotó en los 90, vuelve a mostrar su insospechado interés por la psicodelia o el rock progresivo, tal y como lo hizo en anteriores entregas con el kraut rock o los aderezos electrónicos.

Saturn's Pattern (Atlantic/Warner, 2015), que así se llama el álbum, corona hasta ahora el irreprochable aventurismo de Paul Weller cuando está a punto de enfilar los 60 años. Pero el modfather no es, obviamente, el único en esas artes. Ni siquiera el más audaz. En este texto echamos la vista atrás para recordar algunos de los casos más notorios. 

 GLORIA RASGADA

Dar cuenta a estas alturas del compromiso de Neil Young con su propio temperamento creativo puede ser de lo más redundante. Y es verdad que algunos de los desvíos que tomó de su particular hoja de ruta acabaron en desbarre: no hay más que recordar el electrónico Trans (Geffen, 1982). Pese a ello, en los últimos tiempos ha ido madurado la solidez de sus (aparentes) veleidades. Pocos músicos de su estatus son capaces de marcarse en un disco esas desafiantes suites de casi media hora (Driftin Back, la pieza que abría Psychedelic Pill, en 2012). O de experimentar con los límites del feedback en un trabajo tan áspero como Le Noise (Reprise, 2010), grabado mano a mano con el histórico productor Daniel Lanois. Autarquía indomable.

SOUL DIGITAL

 Hace casi un año que falleció uno de los nombres insignes del soul, Bobby Womack. Sus mejores discos datan de la década de los 70. Pero justo cuando una generación de nuevos soulmen andaban recuperando la esencia nuclear del género (James Hunter, Gregory Porter, Sharon Jones), Womack enfilaba los 70 años de edad con un magistral tratado de soul digital, sacando brillo a los mismos patrones que un puñado de jóvenes habían perfilado quince años antes bajo la etiqueta de neo soul. Lo hizo de la mano de Damon Albarn, en The Bravest Man in the Universe (XL Recordings, 2013). Un álbum que dibujaba el futuro, y que hacía honor a su título.

HISTORIAS DEL LADO SALVAJE

La propensión de Lou Reed a salirse por la tangente y desconcertar al personal es tan vieja como su propio Metal Machine Music (Buddha Records, 1975), el álbum cacofónico con el que desorientó a crítica y público hace cuatro décadas. En todo caso, cuando su etapa de madurez creativa parecía haber llegado un punto de no retorno con aquel contemplativo Hudson River Wind Meditations (Gemini Sound/Sounds True, 2007), inspirado por su práctica en las artes del tai chi, se descolgó con el temerario Lulu (Warner, 2011), junto a Metallica. Está por ver que alguien entendiera y justificase la maniobra, pero no cabe duda de que el giro requería unas agallas poco comunes

LA REVOLUCIÓN DESPUÉS DE NO SER TELEVISADA

El de Gil Scott Heron es un caso muy similar al de Bobby Womack. El creador de ‘The Revolution Will Not Be Televised', fallecido hace justo cuatro años, también se despidió de nosotros con un epitafio absolutamente singular, en el mismo sello que aquel, XL Recordings, y sin apenas parangón con su carrera previa. I'm New Here (XL Recordings)- título de lo más apropiado (pese a ser su decimoquinto largo)-fue un deslumbrante tratado de blues y folk moderno y espectral, en connivencia con Richard Russell.

EL CABALLERO OSCURO

Scott Walker: su nombre basta para describir mejor que nadie la enorme distancia que separa unos orígenes convencionales de una madurez casi impenetrable. Parece inaudito que el mismo ídolo teenager que formaba parte de The Walker Brothers en los años 60 haya acabado convertido, con más de sesenta primaveras, en uno de los músicos más tenebrosos e inescrutables de la actualidad. Su carrera empezó a virar seriamente con Climate of Hunter (Virgin, 1984). Pero desde Tilt (Fontana, 1995) hasta el disco que grabó junto a Sunn O))), los adalides del doom (Soused; 4AD, 2014), su carrera es una continuo salto sin red. Experimentación y vanguardia sonora para documentar las patologías sociales de nuestra era.

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