VALENCIA. Mañana, como parte del ocio nocturno de Valencia, La3 abrirá una puerta a los límites de la realidad. La discoteca asentada en el número 2 de Padre Porta, estratégicamente situada junto al Centre d'Especialitats El Grao (por lo que pueda pasar), juntará en una misma coordenada espacio-temporal a una exconcursante del reality Supervivientes con una diva fugaz del porno-pop. Entre otros personajes. Aunque, en este caso, todo forma parte del descacharrante espectáculo del grupo ¡Que trabaje Rita!, responsable de recuperar a la figura de Tata Golosa para su Levante Summer Tour.
Sin embargo, y aunque se podría estudiar su condición de tendencia e incluso reconocerla como tal, a veces basta detenerse a repasar los acontecimientos del pasado más perfecto para darse cuenta de que, en realidad, la economía no es lo único cíclico. Los escenarios actuales no difieren demasiado de los "nuevos espacios de ocio nocturno de ambiente heteroglósico y carnavalesco" de los que hablaba Iris María Zavala a finales del siglo pasado, y que recoge la doctora en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada de la Universitat Autònoma de Barcelona, Isabel Clúa, en ‘Ídolos de frivolidad: la espectacularización del cuerpo femenino y las celebrities del fin de siglo' (Lectures du genre, núm. 9, 2013).
En ese mismo texto, Clúa recogía lo poco que ha cambiado la escena en cuanto al "frenesí" y el "desenfreno" de los cafés-concierto y los cabarets franceses de la década de los 80 a los que se refería Rae Beth Gordon en ‘Le Caf‘conc' et l'hystérie' (1989). No ha dejado de ser en ningún momento un modelo que, en cierta medida, "sitúa el cuerpo y sus placeres en el centro del espectáculo, o mejor dicho, hacen de la espectularización del cuerpo y sus placeres su rasgo más característico", tal y como señala la doctora.
EL FACTOR TATA GOLOSA
"Y tu carrera es infinita. ¡Mira las palabras que hay!". Concluía Andreu Buenafuente hace años en una de las visitas de Tata Golosa a su programa, en este caso para presentar ‘La Pastilla', la continuación de aquel himno pornodadaísta llamado ‘Micromanía'; la canción de los micrófonos fue una de los temas del verano de 2007. Georgie Dann está harto de demostrar que no hace falta más. Es la teoría del pastel de queso auditivo de Steven Pinker llevada al paroxismo: sobreestimulación artificial de los centros del placer. Aunque, en el caso de Tata Golosa, no exactamente gracias a la música.
Lo de la italiana forma parte de la industria de la música dance en la que importa más la representación física de la canción que la propia canción en sí. Estimulación hipotalámica pura y dura; la de los más de ocho millones de reproducciones, contando todas las versiones subidas a YouTube, de un himno dance al azar como ‘Destination Calabria'. O la de los más de dos millones y medio de ‘Micromanía', que se representa en directo de forma tan sutil como la letra de la canción.
Aunque, eso sí, la cosa cambia en nuestra dimensión para Romina Contiero, la mujer detrás del personaje; siete años después de los micrófonos, la pastilla, una versión de ‘El Chiki Chiki' con Rodolfo Chikilicuatre e incluso un incomprensible disco con el sello de música de baile Blanco y Negro, Contiero es profesora de danza y mantiene su propia compañía desde 201; con RC Dance Team, que así se llama, incluso ha ganado algún que otro galardón. En la realidad, la seria, hasta cumple años 3 cursos antes de lo que se publicita en la dimensión paralela.
EL MODELO QUE SE IMPONE: LA3
Tata Golosa le va a La3 como anillo al dedo. Si la discoteca no es ahora mismo el epicentro valenciano de ese entretenimiento nocturno que se extiende más allá del amanecer, pocas noches deben faltarle para conseguirlo. Su programa, un híbrido entre electrónica y djs contrastados y el puro espectáculo, ha supuesto consolidación por dos vías: la de la marca, mejor posicionada que nunca, y la de la propia propuesta, imitada ya en otros puntos de la ciudad. Las noches de Pional, Edu Imbernon, Nina Kraviz o Ley Dj (actual dj residente de La3) contrastan con las de Zombie Kids o Space Elephants.
En el otro extremo: el esparcimiento desmadrado de (aparente) descontrol. Las apariciones de Carlos Areces en fiesta como la de Bullet, la misma Obscene Club de exceso dionisíaco o espectáculos excéntricos como el del citado grupo ¡Que Trabaje Rita!; estos últimos juntan en la misma propuesta a djs, cantantes, personajes famosos, vedettes y travestis en un musical que, desde Madrid, ha empezado a extender sus tentáculos por el resto del país. En su última edición en Valencia, Chimo Bayo y Kate Ryan; en la próxima, Tata Golosa, la exSupervivientes Carolina Sobe y Abel Arana.
HEDONISMO DIONISÍACO Y COREOGRAFIADO
La propuesta de discoteca bidimensional (música y alcohol, y lo que surja) ha pasado a mejor vida, si es que alguna vez resistió el menor envite. El modelo reinante de discoteca en Valencia apuesta por la animación activa, la experiencia, más allá del escaparatista atrezzo de los go-gos originales. La realidad está tan aumentada que de repente uno se la puede encontrar en sus narices. Y en esta nueva dimensión, la de la hiperestimulación, dos actores desarrollan los papeles principales.
Las empresas de animación son, por defecto, los cicerones de la nueva noche. Es el caso de la agencia de artistas Most Wanted Perfomance, entre Valencia e Ibiza, donde definen su papel como "agitadores profesionales especializados en el entretenimiento para fiestas de música electrónica". En su plantilla hay bailarines, go-gos, acróbatas o performers; pero también directores artísticos, diseñadores y coreógrafos. En su catálogo están, entre muchos otros, los Drunken Monkeys valencianos que amenizan fiestas en discotecas como el TB Club de la calle San Vicente.
Otro de los actores fundamentales del nuevo ocio nocturno valenciano surge de lo que se conviene en llamar oportunidad de negocio. Y si alguna marca ha sabido descifrarlo entre tan poco estímulo empresarial, esa ha sido Jägermeister. Es realmente complicado ya asistir a cualquier fiesta en la que Jäger no esté presente con alguno de sus comandos cargados de probetas y excitación latente. Desde las arriba mencionadas Obscene Club de La3 hasta la fiesta más humilde: es muy probable que Jäger estuviera allí, aunque al día siguiente muchos no lo recuerden.
MINIBOYS Y LA FACTORÍA TELECINCO
La tendencia es la de trascender las bases del ocio nocturno y agitar la experiencia; fiestas de tatuajes en directo como las de la reabierta Cuomo o la Crazziest Party de Mya al estilo de las cinematográficas Spring break parties norteamericanas. Eso sí, una vez se acepta el patrón de la hiperestimulación sensorial y la experiencia diferente, no es complicado llegar sin querer a la dimensión desconocida y encontrarse homenajeando a Lynch o, incluso más allá, perdiendo la noción de lo que se está ofreciendo.
Sin embargo, y a pesar de que la realidad aumentada del entretenimiento nocturno sigue su avance imparable, aún quedan románticos y siempre habrá espacio para la caspa. La factoría de famosos de medio pelo de Telecinco sigue funcionando en según qué lugares. Hasta la decimoquinta edición ha llegado la representación de Gran Hermano en los photocalls nocturnos de discoteca, que ahora ya compite con la cantera de personajes de otros programas como Gandía Shore o Mujeres y Hombres y Viceversa; y, a juzgar por los cachés de los tronistas del último programa, entre los 250 € y los 1.800 € por visita, rentabilizar la inversión parece pan comido.
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